viernes, 22 de febrero de 2019

Presentación de Gabriela Cabezón Cámara en Jujuy


La intemperie neoliberal como clima de época y como experiencia (discrepante) de estar en el mundo viviendo en la ciudad

Alejandra García Vargas
(14 de septiembre de 2018, FHyCS, Jujuy)



Me gustaría conversar con Gabriela sobre la intemperie neoliberal, a partir de fragmentos de “La Virgen Cabeza”

Dice Gabriela:

“El que tenga un paraíso, que lo cuide y que lo esconda: tanta visita, tanta foto, tanta nota y tanto documental nos pusieron en todas las pantallas y cambió el modo de estar en el mundo de la villa, que siempre había optado por una prudente discreción. Una discreción concertada entre todos: los de afuera simulaban que no había nada atrás de las murallas, a lo sumo hacían de vez en cuando una cena de beneficencia o iban a sacar fotos o a regalar cosas viejas. Y los de adentro siempre supieron que la notoriedad solo podía significar problemas: la prensa solo se ocupaba de ellos en casos de desalojos, robos, a veces un asesinato o de vez en cuando el hit de una cumbia. Nada más

¿Habrá sido eso? ¿Viajaría en su helicóptero y habrán coincidido una noticia sobre nosotros en su pantalla y la imagen de la villa a sus pies? Años después, a los pies de Daniel, algo de eso dijo: iba a su casa, vio la villa desde arriba, vio las casillas con los techos florecidos de malvones, el hacinamiento, vio a las vírgenes y a los santos, vio la vecindad con las mansiones de sus socios y pensó que los villeros no merecían vivir así, que sus amigos no merecían semejante contigüidad y que esos terrenos merecían una buena renta y quiso ser la punta de la ola inmobiliaria. Para nosotros fue un tsunami. Para ellos, los más fuertes, su deseo está hecho de naturaleza, tiene el mismo peso que la ley de gravedad: ¿se habrá imaginado como un huracán que hacía volar todas las chapas de la villa?, ¿como un alud, haciéndose de su propio impulso y de lo que ese impulso arrastra y lo agranda?, ¿se habrá visto como un ejército? , ¿Cómo la ley de selección natural se habrá visto, sacando a los más débiles para hacer lugar a las mansiones de los mejores? No lo sabremos nunca.” (pp. 149-150)

El desastre natural aparece como coartada recurrente para el ejercicio de la violencia que naturaliza la desigualdad. El conjunto de metáforas meteorológicas se agrupa con la referencia bélica al ejército, que ya no es del orden de lo natural y pone en palabras el ejercicio de la violencia en la lucha por dar sentido al mundo en contexto neoliberal.

En esa lucha hay contendientes que experimentan el desasosegado clima de época desde posiciones desigualadas y diferenciadas: la combinación entre el punto de vista aéreo y panorámico del helicóptero y el espejo negro de la pantalla, que lleva noticias a ese lugar privilegiado de la mirada, alienta que se desate el ejercicio de desposesión vinculado a la distribución meritocrática. Lejos de corresponder al orden natural, es un ejercicio humano, social e histórico en el que la acumulación se produce por desposesión. En sólo dos párrafos, Gabriela nos describe la intemperie neoliberal al detalle, en la articulación de clima de época y experiencia de quienes miran al mundo “desde arriba”, y le dan sentido a esa posición como algo ajeno a sus propias voluntades y trayectorias personales y de clase.

Ese conflicto por la desposesión y la pérdida de derechos, me resulta conmovedoramente presente en la actual situación de recrudecimiento de la intemperie neoliberal. La propia Gabriela ha producido esa articulación en la ácida crónica del discurso presidencial de Mauricio Macri anunciado la intensificación del ajuste económico por parte del gobierno de la alianza Cambiemos, titulada “Pobrecito el presidente”, en la que evidencia en qué medida resulta absurdo (para la experiencia crítica y la experiencia de lxs desposeídxs) narrar el ejercicio de la violencia neoliberal escamoteando en la interpretación la responsabilidad política, personal y de clase (junto a las numerosas intersecciones que colocan a este presidente en el helicóptero -medio de transporte que nombro en términos de  visión panorámica, desde afuera, de lejos y de arriba de la sociedad, no quiero resultar destituyente).

La pinza de acumulación/desposesión en la producción social del espacio se sintetiza también en el epígrafe del capítulo 21:

Topadoras y bulldozers
doble trabajo lograron
not only nos aplastaron: 
they also did los cimientos
            pa´los del country privado  

La otra experiencia, la de lxs desposeídxs, la de lxs violentadxs, es sin embargo mucho más consciente sobre la propia posición, y sobre el carácter histórico, social y conflictivo de la intemperie: se sabe que el ataque va a llegar, y que se parece a una guerra.  

“No fue como un tsunami ni como un terremoto ni como un alud. O sí, pero entonces vivíamos como los que viven en tierras en las que se sabe que pueden suceder. Ahí se teme al terremoto, se trata de huir del tsunami y se construyen barricadas contra el alud, pero siempre que suceden sorprenden, nunca se está listo: los heridos o los golpeados sienten antes la sorpresa que el dolor. Porque no se puede estar listo para el desastre; los que están preparados lo evitan, se le sustraen. Quiero decir que nadie está listo, por ejemplo, para un bombardeo; salvo el que puede huir del bombardeo y entonces el bombardeo no sucedió. Les pasó a los otros, al lugar donde antes vivíamos y ahora es escombros y vecinos muertos. Tampoco el condenado a muerte deja de ser sorprendido por la bala ni aunque haya estado horas mirando cómo se formaba el pelotón de fusilamiento y esperando, entonces sí, que un tsunami llegue justo hasta los soldados, que un terremoto abra una grieta y se los trague o que un alud los aplaste. Pero nunca les pasan esas cosas a los pelotones y si los condenados no están atados intentarán atajar las balas con las manos, se taparán la cara como en el cuadro de Goya o se cerrarán sobre sí mismos contra una pared: no estoy haciendo profecías, hace varios siglos que se fusila y la gente se defiende siempre igual.

Es que la de la muerte es una espera imposible: la vida se le resiste hasta el último instante. Y cuando deja de resistirse ya no es vida. Entonces no  hay espera, hay lucha y hay sorpresa hasta el final.

No sé cuánto luchamos y dado que perdimos no puedo dejar de concluir que no fue suficiente. Suficiente solo hubiera sido transformarnos en un ejército, pero trocados en fuerza armada hubiéramos dejado de ser lo que éramos: una pequeña multitud alegre” (pp. 131-132)

Aunque se conozca (porque vivir en tierras donde eso sucede es una parte importante de la experiencia social e intergeneracional que también forma parte central -feministamente- de la novela) que la catástrofe puede suceder, también se sabe que es más una batalla desigual(ada) que un alud, y que es posible resistir: se teme, se escapa, se construye para la resistencia de aquello que la experiencia de dominación insiste en experimentar como desastre natural.

La cotidianeidad sobrecogedora de la violencia en El Pozo, el mundo construido por Gabriela , incluye la violencia de las armas cerca del cuerpo, en la cama o en situación de transacción; la violencia del dinero negro en los circuitos de corrupción entre el Concejo deliberante, el mercado inmobiliario y la experiencia de quienes intermedian; la violencia interseccional sobre las víctimas de las fuerzas de seguridad y los circuitos de trata y comercialización de cuerpos; la violencia de quiénes hablan y quiénes muestran sobre quiénes son habladxs y mostradxs en los medios que narran cómo es la villa. Pero, otra vez, y con ese estilo líricamente coloquial, desenfrenado y conmovedor, la construcción del hábitat constituye en sí misma un acto de resistencia a la intemperie de la violencia neoliberal. Un acto multitudinario y alegre. Esa noción de multitud, de alegría y de eventual (aunque no casual) abundancia produce, excepcionalmente, un espacio cotidiano colectivo, orgánico y organizado, que se autosustenta con un estanque con peces, que vincula figuras feministamente referenciales para la organización, mujeres irreverentemente populares: una Virgen Cabeza (¿cómo no recordar la imagen de la virgen en la entrada de Palpalá al leer la descripción?), Evita y la hermana Cleopatra.

Cuando nos enamoramos de esa experiencia excepcional de multitud alegre, dice Gabriela:

“Me estoy yendo a Cuba a buscarla. No sé si tengo el corazón roto o si tengo una granada en el lugar donde antes tenía el corazón. También ignoro si me voy a enfrentar con un divorcio o con el Apocalipsis. No entiendo qué le pasó; por ahí no son tan fáciles de abandonar los orígenes y en la cultura de origen de Cleo mandarse a mudar con toda la guita y dejarme a la cría en casa es algo que cualquier varón puede hacer sin menoscabo de su honor y su buen nombre. Pero no creo, estrictamente hablando Cleo no es un varón, quiera a su hija y realmente cree en su Virgen. Así que debe ser cierto que transformó ese pobre pedazo de cemento en un adefesio carísimo y estrafalario y que está en La Habana tratando de organizar algún megarrecital para convertir a los isleños a la fe de la Virgen Cabeza. Si no estuviera tan furiosa como estoy, el proceso de reescribir la cumbia como un texto digno de la Revolución me resultaría apasionante. Pero en nuestras cuentas bancarias quedan apenas trescientos mil dólares. Y teníamos más de diez millones. Y mi amada se mandó a mudar sin avisarme. Se escapó con toda la guita y me dejó a la nena como si yo fuera, no sé qué, ¡una mujercita! Por supuesto que le mandé una respuesta:

Carlos Guillermo Cleopatra, tenés razón, esto no se acaba acá. Te voy a ir a buscar, vamos a vender todos esos metales y piedras preciosas que le pusiste a tu catedral y le vas a seguir rezando al pedazo de cemento que rescataste de la villa, que tan mal no te fue hasta ahora. Sin oro y sin diamantes te rendía igual tu Virgen. Con lo que recuperemos te voy a pagar un tratamiento psiquiátrico. Y si no accedés, te voy a hacer juicio por chorra. Y te voy a pedir la extradición. Y te vas a volver en avión con las manos esposadas y no lo va a poder impedir ni Fidel, ni vivo ni muerto, ni todos tus clubes de fans juntos. Nos vemos en La Habana, mi amor.”

La complejidad de lo popular, lo subalterno (o subalternizado) y su carácter conflictivo, entreteje esa alegría excepcional con otros momentos de lo más variados, algunos muy oscuros, que desembocan en un final muy cercano al neorrealismo italiano. Porque la violenta humorada del final neoliberalmente feliz (una salvación que ya no es colectiva, y cuya felicidad se conecta a Miami y a objetos suntuosos) es rápidamente trastocado por el conflicto, escapando -otra vez- de la sobresimplificación en la comprensión de la resistencia popular, que en este libro claramente no es miserabilista, pero tampoco romántica. 

Cuánto de irónico amor por las modalidades políticas de las izquierdas populares latinoamericanas nos enseña ese final. 


Fotografía de Johny Miller




Cinco diseñadores: diálogos y rupturas


Colecciones y divergencias en el mundo fashion


El mundo de la moda es un espacio definido por la existencia de quiebres y continuidades. En esta oportunidad quiero presentarles una serie de analogías y de diferencias entre las propuestas de Elsa Schiaparelli, André Courrèges, Yves Saint Laurent, Jean Paul Gaultier y Alexander McQueen.

Colecciones    

En primer lugar, estos creadores apostaron a la experimentación, logrando giros importantes en el mundo fashion, sobre todo, en relación con las tendencias que les precedían. Así, por ejemplo, podemos citar el caso de Elsa Schiaparelli quien sustituyó los collares de perlas de Chanel por collares de plásticos, por lo que la propuesta de la diseñadora italiana hoy es considerada como una revolución en el plano de los accesorios.

En segundo lugar, encontramos el diálogo que estos diseñadores establecieron entre la moda y las otras artes, tal es el caso de las colaboraciones de Salvador Dalí para con Elsa Schiaparelli, o los vestidos de Yves Saint Laurent que reprodujeron los cuadros de Mondrian y que revolucionaron el campo de la alta costura. O bien, las celebradas creaciones que realizó Jean Paul Gaultier para el cine. En el caso de Alexander McQueen, este diálogo se dio en el homenaje que el modisto le rindió a Alfred Hitchcock.

En tercer lugar, ubicamos el modo en que borraron los límites establecidos entre la llamada moda masculina y femenina, creando faldas para hombres (Gaultier, 1985) y pregonando, como lo hacía Yves Saint Laurent, que el esmoquin era una pieza esencial del guardarropa femenino.

Divergencias

En cuanto a las diferencias, podemos encontrarlas en el modo en que estos artistas concibieron sus creaciones y la manera en que las ligaron, o no, con lo dinámico y vital.

Por un lado, tenemos a André Courrèges quien no sólo revolucionó la fisonomía de la moda con la silueta Space Age, sino que además, junto a Cardin y a Rabanne, impulsaron el uso de las nuevas tecnologías aplicadas al campo de la moda. Las prendas de Courrèges pegadas al cuerpo sentaron las bases del lifestyle y fueron consideradas como antecesoras de los leggins. Esta propuesta, sumada a la creación de la minifalda, rebela una concepción vitalista de la moda, es decir, creaciones fuertemente ligadas con la sensualidad y, como sabemos, esta es una forma manifiesta de decir lo vital.

Por el contrario, el diseñador Alexander McQueen encontró su fuente de trabajo e inspiración en las ardides emparentadas con el cine de terror y en las escenas sadomasoquistas. Sus creaciones fueron consideradas piezas de un museo raro y, contrariamente a la propuesta de Courrèges, se vinculan como lo oscuro, con lo nocturno y visceral, rasgo propio del cine de terror. En este sentido, la idea de sus creaciones como partes de un museo nocturno, por asociación, se vinculan con la imagen del mausoleo y la muerte.   

En suma, estos cinco diseñadores poseen puntos de contactos tales como la innovación, el diálogo entre la moda y las otras artes y buscaron trascender las distinciones genéricas. En cuanto a las distancias, en algunos encontramos una propuesta nocturna y mortuoria que se opone a lo vitalista y dinámico.  

© Juan Páez. Love is love: Gaultier (CCK, CABA, 2018)


martes, 19 de febrero de 2019

Una voz filosa: la poética de Juan Páez


Presentación de cuando vengas, te cuento de Juan Páez
(Ed. Apóstrofe, Jujuy, 2018)

Tony Zalazar
(07 de setiembre de 2018, Biblioteca Mariño, Corrientes)



“Amor o pérdida” sintetizó un poeta cuando le preguntaron qué es la poesía. “Amor o pérdida” repitió, y dando un elocuente puñetazo sobre la mesa se retiró de escena. Clarito y vibrante quedó el concepto en el auditorio.

cuando vengas, te cuento es un libro de amor y también un libro de pérdida. Es el libro en que Juan reconstruye su vida junto a Jorge, su pareja fallecida que no deja de aparecérsele con la fuerza vital e inmanejable del dolor. El recuerdo del doliente es una voz filosa, obsedida y certera, una voz que dicta oraciones contra el olvido, mientras se aferra a las piernas del presente. Y esta voz sobreviene con la lluvia, en los sueños, con ciertas canciones, y en cada cosa que detone la lágrima o encienda el motor de la memoria. Amar es no resignarse a la pérdida –A (prefijo de negación) Mors (muerte)- es luchar por mantener vivo al ser amado. Amar, más allá de la muerte, es armar y rearmar los juegos, las discusiones, los proyectos, los accidentes, los viajes, las comidas, los cuidados, y cualquier experiencia compartida con el ser amado, porque bajo la luz del amor todo adquiere mayor sentido, o al menos un sentido único y universal.

Juan como poeta y como amante busca palabras delicadas, serenas y sutiles para reconstruir con dignidad la experiencia más patética de la vida, y aunque siente que las palabras después de la muerte carecen de sabor y de calidez, reconoce que escribir es sobrevivir a ese golpe fatal, y esas palabras son la única fuerza capaz de alejar del olvido a su amor, y de curar de alguna manera el propio corazón. Sobreponerse a la conmoción es ponerse a escribir sobre el amor. Y con escenas cotidianas Juan hace presente y abierta la vida vivida. Nos invita a condolernos y a sentir lo frágil de la existencia. En el vertiginoso remolino del tiempo, la poesía de Juan pone pausas para ver lo que queremos. Detalles tiernos, pizquitas de humor, acciones y reacciones divertidas, bellos paisajes y pasajes preciosos, hacen que este libro no sea sólo un lamento, sino también la celebración cabal de una vida bien vivida junto a quien se eligió para latir mejor.

La literatura si no alcanza a proyectar la esperanza, va a lanzar al menos su manto de consuelo. Y la poesía aquí contenida tiene el poder de conjurar el tiempo, de disponer ante los ojos del lector todas las luchas, romances y cuidados de una persona común que le hace frente a los inexorables golpes de la muerte. En cada poema la intimidad se abre -el que ama no se cierra en el egoísmo posesivo, sino que comparte su amor con el resto- y en esta apertura despiertan las emociones que nos hacen humanos, que nos hermanan en los sentimientos y en la búsqueda constante del amor que nos sustente.

La poesía como ya sabemos no es más que amor y pérdida, y la poesía de Juan, en cuando vengas, te cuento, es una promesa que el poeta se encarga de cumplir con la creación de un hogar de papel, donde el silencio se aquieta y se siente cómo una historia inolvidable fluye ojos adentro. Juan nos cuenta su historia de amor y cuenta con nuestros ojos para reunirse amorosamente con Jorge más allá del tiempo, y para luchar contra el olvido, que es la conocida muerte.

© Estefanía Ceballos. cuando vengas, te cuento (Corrientes, 2018)


domingo, 17 de febrero de 2019

Un libro-jardín: Se llama Epífora, de Tony Zalazar


UN LIBRO-JARDIN


Presentación del libro «Se llama Epífora» de Tony Zalazar
7 de setiembre de 2018, Biblioteca Mariño, Corrientes

  
Buenas noches,

Antes que nada quiero agradecerle a Tony por recibirme en la ciudad de Corrientes. Ciudad que en mi cartografía imaginaria describo como «La habitación con patas de elefantes» en alusión, claro está, al Puente General Manuel Belgrano. Además, mi agradecimiento a la Biblioteca Mariño por brindarnos sus instalaciones para esta presentación y aprovecho la oportunidad para darles la bienvenida a quienes nos acompañan esta noche.

Para comenzar quisiera citar algunas palabras de Octavio Paz, quien en su ensayo El arco y la lira, sostiene: «El tiempo no está fuera de nosotros, ni es algo que pasa frente a nuestros ojos como las manecillas del reloj: nosotros somos el tiempo y no son los años sino nosotros los que pasamos» (2010:57). Con estas palabras, el escritor mexicano pone en diálogo dos dimensiones espaciales (dentro-fuera) revelando cómo el tiempo define nuestra condición humana. Los seres humanos estamos atravesados y construidos por el tiempo, es decir, nos habita a la vez que habitamos en él.  

Si hay una constante en el libro Se llama Epífora de Tony Zalazar, es la presencia del tiempo y su fuerte vínculo con el cuerpo. Premiado en el Concurso Literario Anual 2017 de la provincia de Corrientes, el poemario articula un viaje al pasado que se inicia con «Viaje a las estrellas». Comparto algunos versos:

Hubo noches en que mamá desplegaba
como hélice
su repasador astroso
y los mosquitos espantados
despejaban el cielo a nuestros ojos.
Veíamos juntos ese estar inútil de las estrellas
ese estar tan bellamente para nada
para el ocio para la poesía
para que mamá me haga viajar
al brillo distante de los ancestros.

En el poema, madre e hijo fundan al poeta. El niño que mira «ese estar inútil de las estrellas» almacena esas imágenes para que el poeta luego pueda evocarlas en sus composiciones y reconstruir con ellas el tiempo vivido. 

Debajo de un cielo brillante, mientras aleja los mosquitos con el repasador, la madre viaja con el niño por el cielo del deseo en busca de estrellas fugaces: «Había que avistar la estrella fugaz/ y lanzar al instante/ las redes del deseo/ sólo así el encanto era posible». La imagen resulta preciosa y constituye un gran aprendizaje: por su madre, el niño sabe que el «encanto» no es eterno, que su fuerza radica en la instantaneidad, como ocurre en la poesía.     

A medida que transitamos, o más bien, a medida que los poemas nos transcurren, descubrimos que las imágenes se abren al lector con la suavidad de las flores. Pétalo tras pétalo, palabra tras palabra, este libro-jardín le brinda hospedaje al cuerpo del tiempo. En el devenir de la lectura, la madre se transforma en el hilo que enhebra todos los poemas. Sus palabras, sus gestos, su presencia configuran un relato que sostiene la memoria:

Ver borroso también aclara
un poco las cosas,
ojos adentro siempre laten
otras galaxias

– Mamita está goteando. 
  
– Vamos adentro, sí
que se viene el diluvio.

Del ojo izquierdo de mamá
brotó el colirio lírico
del corazón. 

La madre llueve y llora como el cielo. Frente al llanto, surgen algunas interrogantes ¿Cuánto tiempo tarda una lágrima en deslizarse por la mejilla hasta llegar a la comisura de la boca? ¿Cuánto tiempo demanda la configuración o edificación de una lágrima? ¿Cuáles son los elementos que se requieren para su armado? ¿Las lágrimas tienen planos internos? ¿Estructuras flexibles que se amoldan a la intensidad del llanto? ¿Es posible llorar sin un motivo específico?

En el poema «Reencuentro», la voz lírica expresa: «Durante todo el almuerzo/ una gota tras otra gota/ y muchas otras gotas/ brotaron de su ojo izquierdo». En medicina, el término «epífora» remite al lagrimeo constante debido a una obstrucción de los canales lagrimales; en el campo de la retórica se refiere a una de las figuras literarias basadas en la repetición. No obstante, en ambos casos, se trata de la reproducción constante de un mismo sonido: caen lágrimas o caen palabras.

Escribimos poesía motivados por una fuerza interna que nace y se impone. Escribimos cuando nos falta el aire o como paliativo para la sed. Escribimos para saber y conocer, pero escribimos principalmente porque la escritura nos permite (re)encontrarnos con el Otro.

Raúl Dorra señala que en la poesía está el deseo de decir para que ese decir sea un acto de reunión con el Otro. El Otro al que se refiere Dorra está en el pasado y decir el pasado es hacerlo presente y volverlo poesía. Desde esta perspectiva, la voz poética se reúne con su madre y para que podamos oírla, borda sus palabras con una tipografía diferente:

Al borde del jardín
en un raquítico cuaderno
trasplantaba los nombres
que dictaba mamá.

 – Crisantemos, alegría del hogar
acre, taco de reina, croto, dólar
botón de oro, trompeta amarilla
sombrilla china, lirio… y mucho más.

Recuerdo que cuando yo era chico, uno de mis juegos favoritos consistía en armar imágenes siguiendo el orden de los números. Pero no me gustaba completarlas de un solo tirón, pues prefería detener el trazo del lápiz para definir la figura usando la imaginación. Entonces pienso en estos versos de Tony:

Todo puede tener sentido
si desde un índice sensible
se intenta unir
los puntos luminosos de la noche

Y me pregunto, ¿qué son estos poemas sino imágenes construidas a partir de la unión de estrellas y de lágrimas? Tony Zalazar escribe poemas para recordarnos que con palabras, estrellas y lágrimas es posible volar por este enorme cielo que es la infancia. Muchas gracias.

© Estefanía Ceballos. Se llama Epífora (Corrientes, 2018)



sábado, 16 de febrero de 2019

Decir la infancia: poemas de Cinthia Hamlin

Hace unos días Cinthia Hamlin* tuvo la generosidad de enviarme estos poemas que hoy felizmente comparto. ¿Nuestro cuerpo es una ventana al mundo? ¿Qué miramos cuando nos acercamos a esas ventanas que somos nosotros mismos?  ¿El corazón como una ventana donde escuchar y observar los latidos? Estas y otras interrogantes nos acercan a la propuesta de Hamlin, una poética que permite decir la curiosidad y construir con ella un oasis al que siempre es bueno volver, la infancia.


Latidos

I

Acomoda la mejilla
en mi pecho
algunas veces mi niña todavía 
necesita
resguardarse contra mi piel
"te escucho el corazón mami"
Le acaricio el pelo
pienso qué será de nosotras cuando
pienso en el viento:
nunca se sabe cuándo va a llegar
a llevarse todo
pienso también en los pájaros 
que emprenden vuelo
¿A dónde van?

 II

"Mirá, mami
se me mueve más el diente"
Le sonrío
ella vuelve a apoyar la oreja
en mi corazón
"Late fuerte", dice
La acaricio
pienso en el viaje a Machu Pichu
que nunca hice
en cómo me gustaría volver a bailar
en su papá y yo
caminando de la mano 
la luna en nuestros hombros
pienso en realidad
en todas las lunas que nos esperan

Que esperen 

Quedémonos
en nuestro oasis secreto
un rato más

III

Se reincorpora de golpe
ojos enormes
"¿Mami, el corazón
alguna vez descansa
o siempre late?"



Ventanas

Desde mi ventana
del séptimo
siempre miraba la casa de enfrente
las columnas impolutas de la entrada
el jardín, atrás, lleno de flores
el tobogán
me imaginaba cómo sería mi vida
si pudiese correr y correr
 por ese parque
Tantos años después
no sé cuánto crecí
o si crecí
 desde mi ph en planta baja
sigo mirando por la ventana
siempre
ahora busco para arriba
entre los edificios
 un hueco verde
un hueco azul
me estiro hacia la luz
deseo las copas de los árboles
el cielo



Sirena

Parecés una sirena
decía papá desde el borde
Tenía razón
yo quería ser Ariel
nadaba apretando las piernas
bien juntas
los dedos en puntitas
Me zambullía, brazada mariposa
buceaba bien abajo
buscaba tesoros
una moneda
un juguetito
Me gustaba pasar la palma
por los haces de luz
que llegaban al fondo
tratar de agarrarlos
y aguantar el aire infinitos
segundos
hasta que los tonos verdeazul
se transformaban en mareas
hasta no poder más
y expulsarme
mi cola escamosa de sirena
un resorte
Y después
la bocanada de aire
las gotas sobre las pestañas
las pupilas dilatándose
los árboles más verdes que nunca
la sonrisa de papá
El mundo 
después del agua

© Juan Páez. Las ventanas. (Córdoba, 2016)

















* Cinthia M. Hamlin nació en Buenos Aires en 1983. Es investigadora asistente en Conicet, docente de Letras en UBA y UNLP, madre y malabarista. Se formó en el taller de poesía de Osvaldo Bossi entre 2016-2018. Publicó poemas en las antologías El rayo verde 2016 y el Rayo verde 2017. Allí nunca es preludio de tormenta será su primer poemario, todavía inédito.