lunes, 26 de agosto de 2019

Entrevista a Victoria Ceriani




Un jardín hecho con poemas

El libro Bordando anaqueles (El ojo de mármol, 2017) de Victoria Ceriani propone un retorno al pasado, articulando paisajes y voces que vienen desde la memoria. En este libro, la voz recorre diversos escenarios donde la naturaleza es una constante. Se trata de una cartografía geográfica y vital que le permite al sujeto desplazarse por los senderos del recuerdo.

La voz poética evoca su paso por lugares tales como Río de Janeiro, Formosa y Misiones. Estos desplazamientos revelan cómo, en realidad, todo un viaje constituye un camino interior:

Garganta del diablo

¿Te acordás cuando fuimos
a Misiones,
esa tierra
colorada e inmensa,
Mamá y vos en la
Garganta del diablo,
Mamá y vos
refrescándose la cara?

Torrentes de agua,
que nos transformaban
a todas
las mujeres de la familia,
en guerreras,
para siempre.    

El yo recuerda imágenes y personas: “esa tierra/ inmensa y colorada” donde “Mamá y vos” se refrescan la cara. La presencia de un interlocutor específico le brinda al poema la fuerza del pasado vuelto presente. Esa potencia se intensifica con la verdad que el poema descubre: la fuerza del agua, el impulso de esos “Torrentes” “transforman” “a todas/ las mujeres de la familia/ en guerreras/ para siempre”.

El agua, que fluye y bautiza, es una constante en el libro. Su imagen riega los poemas de este jardín poético. Plantas, paisajes y voces reconstruyen a la voz a través de la escritura. Entonces, el sentido del poema, esa savia que lo atraviesa, se parece al río:

Descubrir el tiempo del río

No quiero
perder esta idea.

El norte abriéndose
como un paraíso
ante mi andar
húmedo
y entumecido.

El cálido pasar
de la gente
riendo y festejando
la cercanía del río.

Olor a nube
aliento a frutas

El río
puede ser
un lugar.

El tiempo fluye como el agua y el sentido mientras que la escritura conserva el deseo: “No quiero/ perder esta idea”, expresa el yo poético. Al igual que el poema anterior, la geografía y el sujeto se convierten en un cuerpo, en el cuerpo mismo del poema. El norte se abre al andar de la mirada que recupera imágenes que apelan a los sentidos “Olor a nube/ aliento a frutas”. Por lo tanto, si el sentido fluye, el poema -al igual que el río- “puede ser un lugar”.    

Entrevista a Victoria Ceriani

¿Cómo surge la propuesta del libro? ¿Cómo fue el proceso de escritura?

En el 2017 decidí, con el impulso de varios amigues escritores, a darle forma a mi primer libro de poesía. Yo venía escribiendo poesía de manera sistemática desde el 2007. Primero realicé un taller literario en el barrio de Paternal, luego, en el 2012, comencé a asistir al taller de Osvaldo Bossi. A partir de ese momento comencé a configurar y construir una voz propia. Durante esos seis años (del 2012 al 2017) fui armando -sin saberlo siquiera- un corpus de lo que serían mis primeros poemas. Editar un libro es una hermosa experiencia y, especialmente, si ese libro es de poesía, porque te permite habilitarte y mostrarte de otra manera frente a una misma y frente al mundo.

El proceso fue arduo y de mucha tolerancia a la frustración. En 2017 comencé a corregir este corpus de poemas iniciales. Realicé una clínica de escritura con Valeria De Vito. Este espacio me ayudó muchísimo a pulir y a trabajar aquellos poemas que en un principio eran más largos. Y lo que es muy importante, a darle un orden y coherencia interna al libro. Contribuyó a que pudiera ver mi primer poemario como una unidad, con una lógica interna. Significó mucho trabajo de escritura, lectura y corrección, lo cual es agotador, pero fue muy gratificante ver el libro terminado.

Ni hablar la emoción que sentí cuando lo vi impreso. Para mí, fue como un doble nacimiento, o un “volver a nacer”. También sentí que parí por primera vez. Podría decir que en el acto de editar mi primer libro “parí, y me parí a mí misma como escritora/poeta”.

En el libro encontramos la presencia constante del río, de hecho comienza con un epígrafe de Juan L. Ortíz. ¿A qué se debe esa suerte de fascinación que el agua despierta en tus escritos?

Hay dos aspectos: por un lado la poesía de Juan L Ortiz fue siempre para mí una referencia muy importante. Desde chica leía sus poemas y me fascinaban. Por otro lado, mi lugar de origen es la provincia de Buenos Aires, con su paisaje de llanura, de pampa húmeda, sus arroyos y ríos. Soy de una ciudad muy pequeña llamada Carmen de Areco. Allí nací y viví toda mi infancia y adolescencia. Era una ciudad construida por los españoles (previa matanza de pueblos originarios) en base a un fortín colonial, el Fortín de Areco, que si bien contaba con un río y un balneario, el río no era un lugar muy transitado por nosotros, los lugareños. La ciudad quedaba muy lejos del río.

A los 18 años me vine a Buenos Aires a estudiar a la universidad y me quedé viviendo aquí. Con el tiempo, descubrí que también vivía en una ciudad que le daba la espalda al río (nuestro tan querido Río de La Plata). Cuando empecé a viajar y a conectarme con el río en otros lugares como Misiones, Formosa, Entre Ríos, Córdoba, Santa Fé, el Norte y el Sur de Argentina, incluso el delta del Tigre o Vicente López, empecé a valorar la importancia de estar cerca del río. Contemplar, quedarse un rato mirando el agua que fluye, permanecer en la quietud, observar. Cuando uno se queda contemplando por un largo rato el río, algo sucede internamente, se encuentra la calma. Empezar a conectarme más con el río tuvo que ver con esta necesidad interna de buscar tranquilidad en un ritmo de ciudad capital muy acelerado. Buscar el ritmo de pueblo dentro de la ciudad.

Al revés, cuando era chica, si bien vivía en un pueblo muy tranquilo, al interior mío había un volcán permanente, un fuego refulgente. Pasé por situaciones de mucha violencia familiar que no me permitían estar en condiciones ideales de tranquilidad interna. Entonces comencé a escribir, alrededor de los 10 años y a buscar la calma dentro de mí. Era la única manera de salvarme de la violencia y la oscuridad que sentía a diario. La escritura es una forma de fluir.

La escritura me salvó la vida. Sobre todo me ayudó a atravesar momentos de mucha soledad y a iluminar zonas oscuras de mi vida. De la misma manera la música y la literatura. Asimismo, estas manifestaciones artísticas fueron un antídoto a la monotonía de un pueblo en donde nada pasaba. Para una persona que está creciendo y conformando su identidad, el tránsito por los mismos lugares, las mismas personas, siempre el mismo cielo y ese pueblo quieto pueden ser muy aburridos, sin embargo, es esa misma monotonía, ese “pareciera que nada pasa”, esos días iguales y, sobre todo, el silencio, fueron los factores que me impulsaron a la hora de escribir.

En Bordando anaqueles (El ojo de mármol, 2017), encontramos mujeres guerreras que nacen para siempre, ¿cómo se construye la imagen de la mujer en tu poesía?

Creo que mis poemas son una especie de conjuro contra la violencia de género, que viene del patriarcado y tiene que ver con la poca valoración hacia la mujer como sujeto de deseo, con un cuerpo y una voz propia (al menos en mi experiencia). Las mujeres de mi casa éramos acalladas, inhibidas en nuestra expresión e invisibilizadas. De la misma manera éramos inhibidas en la sexualidad, “estábamos para armar pareja y estar al lado de un hombre toda la vida”, “para ser madres y buenas mujeres”. La educación en el pueblo donde crecí y en mi familia, era muy conservadora y tenía mucha influencia de la Iglesia Católica. Leer y escribir en ese contexto significó romper estas cadenas y mandatos familiares sobre lo que debía o no debía hacer una mujer. Escribir, entonces, significó para mí encontrarme conmigo misma, transformarme y empoderarme como mujer.

Por otro lado, el contacto permanente con la naturaleza: el aire de llanura, el sol, el viento, el horizonte, el río, son los elementos que rescato como positivos del hecho de crecer en un pueblo, y son los ingredientes que aparecen constantemente en mis poemas y que a la vez, permiten la transformación de esta “niña” en “mujer poeta/escritora”. También mi propia auto transformación se extiende a todas las generaciones de mujeres cercanas: madre, hermana, tía. Y se da gracias al encuentro con otras mujeres que en mi vida contribuyeron a mi empoderamiento y a la búsqueda de nuevos rumbos.

Sos psicóloga, fuiste becaria de CONICET y actualmente dictás talleres de escritura, ¿cómo se da el vínculo entre tu profesión y la escritura? ¿Qué suma, qué resta?

La escritura siempre fue una constante en mi vida. Y se dio en paralelo al transcurso de mi vida universitaria. Durante los años que realicé mi carrera (primero tres años de Medicina, luego seis años de Psicología), nunca dejé de escribir. Cuando decidí cambiarme de carrera, tomé la decisión de que quería escribir, que era de las cosas que más me gustaban en la vida. Estaba entre estudiar Letras o estudiar Psicología en la Universidad de Buenos Aires, pero varias personas me dijeron que comenzar la carrera de Letras no significaba escribir más ni era un pasaje para recibirme de escritora, sino que estaba orientada más al análisis literario. Así que decidí que seguiría la escritura por la vía de talleres literarios.

La vida universitaria, de mucha lectura y escritura académica fue muy favorable para encontrar, en paralelo, un ritmo de escritura literaria. Me daba cuenta que cuando más tenía que estudiar y leer, había una fuerza interior que también me llevaba a escribir de forma creativa. Como una suerte de revelación de la palabra, de romper con las formas clásicas de escritura académica. La beca doctoral de CONICET propicio un modo autónomo de trabajo que me permitió tener espacio y tiempo libre para la escritura. Durante esos cinco años (del 2014 al 2018), viajé mucho y, a la vez, pasaba mucho tiempo en mi casa, leyendo y escribiendo. Fueron los años donde escribí la mayor parte de los poemas de mi primer libro.

En la actualidad, encontré un espacio donde dicto talleres de escritura para personas que transitan una Institución Médico-Psicoanalítica (LIAISON, Olivos). De alguna manera confluyen en esta actividad dos de mis grandes pasiones: la escritura literaria y el acompañamiento a personas desde un punto de vista psicológico y comunitario. En este trabajo encuentro un vínculo muy positivo entre mi profesión de Psicóloga y la escritura.

Casas, patios, jardines y ciudades: muchos de estos espacios están en diálogo con los recuerdos de infancia ¿Qué vínculos surgen entre infancia y poesía?

Hay elementos y personas de mi infancia que fueron vitales para impulsar la escritura. Entre ellos, el jardín y el patio de la casa de mi infancia donde observo y rescato elementos de la naturaleza: plantas como jazmines, enredaderas, Santa Rita, los malvones rojos, el pasto recién cortado, el álamo, las hojas que caían de los árboles. Todo ello constituye, junto con el agua y el río, los fenómenos que transforman a las mujeres en guerreras.

El vínculo con mi abuelo Antonio. Un abuelo que fue madre y un gran maestro en la vida para mí. Desde pequeña nos cuidaba a mí y a mi hermana. Nos ayudaba mucho en mi casa, hacía los mandados, lustraba nuestros zapatos, arreglaba nuestras cosas cuando se  rompían, cocinaba. Era una persona con mucha calma interior. Había nacido en el campo y trabajaba desde pequeño, por lo cual no pudo terminar la escuela secundaria. En su casa también tuve el encuentro con una de mis primeras bibliotecas donde leía libros enteros y también experimentaba un profundo vínculo con la naturaleza, ya que había un gran jardín en el fondo de su casa, con una quinta y un gallinero.

Irene era una amiga de mi madre y fue otro vínculo fundamental para la escritura del libro. Una especie de tía/ hada-madrina de quienes aprendimos muchísimo, sobre todo, diferentes formas de vida y de relacionarse. Nos cuidaba y jugaba con nosotras cuando venía a casa a visitar a mi mamá. También realizamos muchos viajes con ella y mi familia. Irene me regalaba libros. De ahí la conexión de los viajes y la literatura ya desde mi infancia.

Antonio e Irene marcan entonces mi vínculo con los libros, los viajes y la naturaleza. Y son los modelos que tomo para las relaciones sanas en mi vida. Ellos dejaron, sin dudas, una marca y una referencia en sus miradas, sus voces, sus características personales que observo siempre en mis actuales y nuevas relaciones.

Victoria Ceriani (Buenos Aires, 1984) es Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional de Buenos Aires donde actualmente se desempeña como docente. Fue becaria de CONICET y desarrolló tareas de investigación para la Universidad de la Cuenca del Plata. Desde el 2006 viene realizando talleres literarios. Participó de la antología El Rayo Verde (Viajero Insonme, 2014). Bordando anaqueles (El ojo del marmol, 2017) es su primer libro de poemas.  


© Juan Páez. texere (Formosa, 2019)

sábado, 1 de junio de 2019

La mujer detrás de la estrella

Un retrato fílmico de Ada Falcón

El documental Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2013), dirigido por Sergio Wolf y Lorena Muñoz, retrata la vida de Ada Falcón, la famosa tanguera de los años treinta quien, tras su retiro inesperado de los escenarios, se recluye en un monasterio en Salsipuedes, un pequeño pueblo de Córdoba. Este film propone un ejercicio para la memoria, a la vez que articula un mosaico hecho de recuerdos, un rompecabezas de piezas que solo pueden encontrarse en el pasado. Y es que la película reconstruye con fotografías, escenas de otras producciones, noticias periodísticas y versiones de quienes la conocieron, un relato biográfico de la diva del tango.

Encontrar en el pasado las piezas correctas constituye el punto clave del film. Esto puede observarse, por ejemplo, en el derrotero que Wolf atraviesa cuando intenta dar con El festín de los caranchos (1919), la primera película en la que Ada Falcón actúa con tan solo catorce años. Asimismo, el pasado aparece evocado desde el nombre mismo de la cinta, puesto que este, en realidad, es el título de un vals creado por Francisco Canaro y que, según se cuenta, estuvo inspirado en los ojos verdes de la cantante.

La película logra efectividad porque articular tres ejes: en primer lugar, la reconstrucción de la figura de Falcón a través de las voces de quienes mantuvieron contacto con ella; en segundo lugar, al narrar la travesía que lleva adelante Wolf desplazándose de Buenos Aires a Córdoba para encontrar a la artista y, finalmente, la entrevista que Ada Falcón le brinda. En suma, el trabajo de Wolf-Muñoz resulta conmovedor porque se nutre de voces, de detalles y de los vestigios de una época pasada. Esta puesta en diálogo les permite a los directores mostrar la humanidad y la espiritualidad de la mujer que siempre estuvo detrás de la estrella.


© www.revistamatices.com.ar

jueves, 23 de mayo de 2019

La mirada documentalista de Raymundo Gleyzer


Ni olvido ni perdón: 1972, la masacre de Trelew es un documental de Raymundo Gleyzer que narra la historia de los veinticinco presos políticos, pertenecientes a las organizaciones PRT-ERP, Montoneros y las FAR, quienes en 1972 se dieron a la fuga del penal de Rawson.

Decir el miedo y la muerte

Es sabido que todo documental se define por su capacidad de exponer y revelar un aspecto de la realidad, mostrándola en forma audiovisual. La organización y estructura de imágenes y sonidos, según el punto de vista que adopte el autor, determina su clasificación. En el caso de Ni olvido ni perdón: 1972, la masacre de Trelew, el cineasta Raymundo Gleyzer construye una voz para decir el miedo y la muerte, a la vez que configura un espacio que sostiene la memoria histórica. Una reminiscencia que, podríamos decir, se establece a partir de imágenes y relatos que dan forma a uno de los episodios más doloroso de nuestra historia como país.

La propuesta fílmica de Gleyser constituye una herramienta de expresión sobre la problemática social latinoamericana en general y de nuestro país en particular. De hecho, Ni olvido ni perdón (1972) relata la fuga de los veinticinco presos políticos que militaban en las organizaciones PRT-ERP, Montoneros y las FAR hasta su terrible desenlace: el trágico asesinato ocurrido en Trelew, una ciudad ubicada en el departamento Rawson, en el noreste de la provincia del Chubut.

El documental plantea un interesante trabajo en materia de voces, ya que este se inicia con una voz en off para, posteriormente, dar lugar a las intervenciones de los protagonistas, entre ellos, Mariano Pujadas (Montoneros) y Rubén Pedro Bonnet (PRT-ERP), quienes en la entrevista, incluida en el documental, comentan el plan que tenían armado y explican los motivos de su lucha. En su exposición este grupo asume la voz del pueblo, es decir, se expresa en lugar de quienes no pueden hacerlo. En este sentido, la presencia del periodismo pasa a ocupar un papel importante ya que los medios son los encargados de transmitir la información sobre lo que acontece pero, al mismo tiempo, comunicarle a la población que sus reclamos constituyen los fundamentos de la revuelta.   

El documental articula la narración en apartados que recuperan los puntos clave, mostrando cómo después de la huida del penal de Rawson (Chubut) solo seis de los veinticinco lograron llegar al país vecino de Chile. Los otros diecinueve no alcanzaron a subir al avión y, tras acordar públicamente garantías para su integridad física, se entregaron. El hecho conocido como la Masacre de Trelew remite al acontecimiento ocurrido el 22 de agosto cuando estos fueron fusilados a mansalva con ráfagas de ametralladoras en la base aeronaval Almirante Zar.

El registro fotográfico, las voces de los protagonistas y las secuencias fílmicas reconstruyen una atmósfera de tensión que se intensifica, en diversas partes del documental, con el sonido de las sirenas policiacas, los cantos de libertad por parte del pueblo y los tiros de armas de fuego. Estos acontecimientos ocurrieron durante el gobierno dictatorial del general Alejandro Agustín Lanusse, un militar que perteneció al Ejército Argentino, designado presidente de la República Argentina entre el 26 de marzo de 1971 y el 25 de mayo de 1973.

En conclusión, en el trabajo documental de Gleyzer encontramos una voz en off que articula las voces de los protagonistas y los cánticos del pueblo mientras que los sonidos de los disparos y de las sirenas crean una atmósfera de tensión que atraviesa toda la cinta. Este registro sumado a las fotografías en blanco y negro, las escenas fílmicas y las entrevistas, le permiten al documentalista decir el miedo y la muerte. Su trabajo adquiere un valor histórico importante por el retrato audiovisual que realiza de un hecho que significó simbólicamente el comienzo del terrorismo de Estado en la Argentina. 

 ©  Raymundo Gleyzer


domingo, 7 de abril de 2019

Silvia Barei: "la resonancia de la palabra oral"


Desde Córdoba, llegan estas palabras de Silvia Barei referidas a mi libro cuando vengas, te cuento (Jujuy, 2018) 


He leído tu libro. Muy hermoso. Como toda escritura profunda habla desde el duelo, desde el dolor y la orfandad que no son solo personales, sino dolor del mundo, un “compartir el movimiento de la vida”, como dice uno de tus textos.
Me parece exacto el comentario de Natalia: “Prueba de la fuerza de la ternura y de la memoria”. Me gusta la honda sencillez del verso y la resonancia de la palabra oral, la voz que dice.
   
Abrazo, cuando vengas... charlamos
Silvia


© Juan Páez. el litoral (Editorial Apóstrofe, Jujuy, 2018)

domingo, 17 de marzo de 2019

Entrevista a Pablo Aguiar Cáu



Cartas de amor en tiempos de guerra

Entre misivas militares, las cartas de amor entre Teodoro y Filomena. Publicada en el año 2012 por el sello editorial Cuadernos del duende (Jujuy), De lapachos florecidos: El Éxodo, la única y verdadera historia es la reedición de la novela de Pablo Aguiar Cáu. En ella, el escritor  retoma un hecho histórico relevante y lo vuelve materia narrativa. Es interesante ver cómo el lenguaje pareciera desdibujar los límites entre la ficción y la realidad. Este desplazamiento temporal también se da en cuanto a la tipología ya que, por momentos, la narración literaria adopta el tono solemne de la investigación histórica. Y es que la obra de Aguiar Cáu no solo recupera el pasado (El Éxodo jujeño) sino que además lo recontextualiza con guiños que el lector contemporáneo podrá reconocer y disfrutar.
   
En tu novela, el tiempo pareciera borrar los límites entre el pasado y el presente, ¿Qué te motivó a recuperar este hecho histórico en particular?

Para los jujeños el éxodo es más importante que el 25 de Mayo. Eso es algo que te lo van  marcando apenas te enseñan a agarrar el lápiz. Siempre me interesó como hecho histórico y, como resulta que yo también hice mi propio éxodo, terminé jugando con la historia. Me preguntaron en un medio periodístico si no era medio oportunista haber editado una novela sobre el Éxodo justo el año del bicentenario, mi respuesta (que como corresponde no salió) fue: ¡Si me hubieses dado bola en su momento! Porque el libro lo edité en forma independiente en el 2000 con el nombre De lapachos florecidos. El subtítulo es idea de Alejandro Carrizo para la reedición.

Hay un trabajo interesante con el lenguaje puesto que se narran hechos del pasado con un lenguaje, en ocasiones, aggiornado. ¿Este modo de narrar es algo que tenías pautado desde un principio?

La historia surgió como un cuento de apenas 2 párrafos y durmió escrita a mano por lo menos 4 años. Esos 2 párrafos iniciales marcaron el estilo sin querer. Nunca supe que estaba trabajando con anacronismos hasta la presentación del libro. Creo que eso es lo distintivo de “De lapachos”

Comparto un fragmento de la novela:

“entró Filomena barriendo el piso de tierra del salón con el ruedo de su largo vestido floreado. Ceñía su cintura una fina pieza punzó, como intuyendo la moda que se impondría en unos años. Los ojos del gallego en su amplio escote no pasaron desapercibidos para la dama. Con un gesto sutil se cubrió con la matilla. Recostada sobre el mostrador, pidió un agua mineral sin gas”

En De lapachos florecidos: El Éxodo, la única y verdadera historia, hay un personaje que carece de nombre y se emplea una suerte de epíteto o apodo elabogadogeneraldelapatria ¿De quién se trata y por qué la decisión de no llamarlo por su nombre?

Justamente así estaba nombrado en esos dos primeros párrafos iniciales. Yo quería que la gente descubriera al Belgrano abogado y que se olvidara de las calzas y del billete de 10 mangos. Está nombrado así desde un profundo respeto por uno de los políticos argentinos más interesantes. Imaginate: estudias y te recibís de abogado, volvés a Buenos Aires y te ponés a laburar de empleado público en la aduana. Un par de años después se arma el 25 de Mayo y te dicen: tomá la espada ahora sos general andá al Paraguay. Ponete estas calzas y este gorrito. Un capo.

En el caso de Filomena, me interesa mucho cómo recuperás detalles vinculados con el mundo de la moda. ¿Las descripciones colaboraron en la (re)construcción del personaje?
 
Soy un gran observador y estoy casado y tengo 2 hijas. Tengo madre y hermana. Me gustó, sobre todo con el personaje de Filomena, jugar con las descripciones. Contraponer esa imagen de miriñaque que tenemos de las damas antiguas del Billiken. Tuve que preguntar, no sin vergüenza a algunas compañeras de trabajo.

Hacia el final encontramos “El resto es historia conocida”, y vemos que se incluyó un apartado denominado Bibliografía. Su presencia, siguiendo la idea del desplazamiento, transforma la narración en una suerte de investigación histórica. ¿Cómo se trabaja con el pasado en tanto materia de la ficción? ¿Se reconstruye, se buscan espacios en blanco donde una voz cuenta algo que falta?

A mí me gusta contar historias conocidas con mi voz, sacarles el cartón con el que nos la contaron. Esos espacios en blanco los inventé a gusto y piacere, una charla entre Monteagudo  y Sánchez de Bustamante en Charcas es posible que hubiese ocurrido, fueron contemporáneos. (También fueron mis establecimientos educativos primarios y secundarios respectivamente). Yo usé el hecho histórico conocido para narrar una historia de amor. Algunas referencias históricas uno las tiene presentes de puro apasionado por los hechos acontecidos en el siglo XIX. Para confirmarlas recurrí a los libros que me ayudaron a rectificar algunas cosas. Decidí poner la bibliografía como un recurso jerarquizado, aunque de cada libro haya sacado apenas una fecha. De cada cosa que escucho o que leo voy buscando los espacios en blanco. Y haberlo hecho con la historia argentina fue algo de lo más divertido.

Pablo Aguiar Cáu (San Salvador de Jujuy, 1969) vive en Córdoba. Ha publicado De lapachos florecidos (2000, edición del autor), Merengues (cuentos, 2006, edición del autor). En 2012, Cuadernos del duende (Jujuy) editó De lapachos florecidos: El Éxodo, la única y verdadera historia (reedición). Su última publicación fue Balada en jazz el policial del afamado inspector Sablich (Intravenosa 2013) pero, actualmente, trabaja en una nueva entrega.


© Juan Páez. la verdadera historia (Formosa, 2018)



viernes, 1 de marzo de 2019

El lenguaje Equilibrista de Lía Sosa


De herencias y orfandades: el an-verso de la certeza*

Antes, despejemos algunas nubes. El plano denotativo es el del uso literal y referencial del lenguaje y se relaciona con el sentido textual de las palabras; es decir, si queremos transmitir información, evitaremos toda la ambigüedad posible que, de por sí, las palabras ya poseen. Por su parte, el plano connotativo (con-notar) remite al uso figurado del lenguaje; cuando nos encontramos con una palabra o una frase que tiene un "doble sentido", estamos en presencia del plano connotativo. Los niveles de connotación y denotación no se dan solo en la oralidad, sino que también asoman en la escritura y, por tanto, atraviesan todas las esferas de la actividad humana.  

En relación a la literatura, la connotación es un complejo dispositivo a través del cual un significado no señala de forma clara eso que se quiere decir, de allí que la característica principal de la literatura sea la de generar múltiples interpretaciones. Para lograr ese claroscuro desde el cual se mueven los textos literarios y el arte en general, existen diversos mecanismos que ayudan a liberar esa polisemia.

Publicado en 2008, Equilibrista de Lía Sosa es un poemario cuyas palabras tensan el sentido y diagraman un "precipicio" que, por decirlo de algún modo, ayuda a nombrar el dolor y la ausencia: “tengo el alma destrozada"/ me dijo/ "tengo alas"/ contesté. Y le pisé los dedos. Este libro, editado por el sello Cuadernos del duende, alberga imágenes que son insostenibles más allá del poema:

Amor 

Las mariposas
se lo comieron vivo  [pág. 39]

Desde el plano denotativo, el término "amor" es definido, entre sus varias acepciones, como sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo, sin embargo, en este poema esa imagen se quiebra y, por el significado connotativo, descubrimos que el “amor” es un cuerpo al que esas "mariposas" comen sin compasión, es un cuerpo al que sentencian y dan muerte. En este libro de Lía Sosa no hay refugios: ¿Desamparo?/ Hasta en el café, enuncia la voz poética. El lenguaje muestra su doble cara: sin decir, nombra y deja en evidencia que las palabras pueden devorarlo todo si se mueven desde lo sugerido. Equilibrista constituye un espectáculo de olvidos, orfandades y herencias; a continuación compartimos un poema que, al igual que otros, no lleva título:

pongo en vereda a quien fui

pero el pasado
me atropella y me deja tendida
en media calle
a la intemperie.

Al otro lado
un yo triste se aleja, se olvida de mí. [pág.27]

El desdoblamiento de la voz distancia pasado y presente, pero la mirada articula ambos tiempos en una suerte de poema-espejo: la voz se olvida de sí misma, alejándose; al volver la mirada sobre sí, ya es otra. El poema es una "calle" que conecta a ese "yo triste" con ese "quien fui” y “el pasado” bajo “la intemperie” “atropella" a quien “tendida” dice: "pongo en vereda a quien fui".

Este poemario hecho de imágenes cubiertas de sombras puede ser leído como un relato cuyo tema es la búsqueda de respuestas que expliquen el porqué de tanto desamparo y orfandad. Sin caer en el sentido literal de las palabras, Lía Sosa crea certezas desde el an-verso de cada una de ellas. Y eso ayuda, equilibra la escena frente a tanta intemperie que envuelve. 

© Juan Páez. El equilibrio (Formosa, 2014)

























* Reseña publicada en Revista Cultural Circo Cromático. N° 17, Año IV, San Salvador de Jujuy, 2014.

viernes, 22 de febrero de 2019

Presentación de Gabriela Cabezón Cámara en Jujuy


La intemperie neoliberal como clima de época y como experiencia (discrepante) de estar en el mundo viviendo en la ciudad

Alejandra García Vargas
(14 de septiembre de 2018, FHyCS, Jujuy)



Me gustaría conversar con Gabriela sobre la intemperie neoliberal, a partir de fragmentos de “La Virgen Cabeza”

Dice Gabriela:

“El que tenga un paraíso, que lo cuide y que lo esconda: tanta visita, tanta foto, tanta nota y tanto documental nos pusieron en todas las pantallas y cambió el modo de estar en el mundo de la villa, que siempre había optado por una prudente discreción. Una discreción concertada entre todos: los de afuera simulaban que no había nada atrás de las murallas, a lo sumo hacían de vez en cuando una cena de beneficencia o iban a sacar fotos o a regalar cosas viejas. Y los de adentro siempre supieron que la notoriedad solo podía significar problemas: la prensa solo se ocupaba de ellos en casos de desalojos, robos, a veces un asesinato o de vez en cuando el hit de una cumbia. Nada más

¿Habrá sido eso? ¿Viajaría en su helicóptero y habrán coincidido una noticia sobre nosotros en su pantalla y la imagen de la villa a sus pies? Años después, a los pies de Daniel, algo de eso dijo: iba a su casa, vio la villa desde arriba, vio las casillas con los techos florecidos de malvones, el hacinamiento, vio a las vírgenes y a los santos, vio la vecindad con las mansiones de sus socios y pensó que los villeros no merecían vivir así, que sus amigos no merecían semejante contigüidad y que esos terrenos merecían una buena renta y quiso ser la punta de la ola inmobiliaria. Para nosotros fue un tsunami. Para ellos, los más fuertes, su deseo está hecho de naturaleza, tiene el mismo peso que la ley de gravedad: ¿se habrá imaginado como un huracán que hacía volar todas las chapas de la villa?, ¿como un alud, haciéndose de su propio impulso y de lo que ese impulso arrastra y lo agranda?, ¿se habrá visto como un ejército? , ¿Cómo la ley de selección natural se habrá visto, sacando a los más débiles para hacer lugar a las mansiones de los mejores? No lo sabremos nunca.” (pp. 149-150)

El desastre natural aparece como coartada recurrente para el ejercicio de la violencia que naturaliza la desigualdad. El conjunto de metáforas meteorológicas se agrupa con la referencia bélica al ejército, que ya no es del orden de lo natural y pone en palabras el ejercicio de la violencia en la lucha por dar sentido al mundo en contexto neoliberal.

En esa lucha hay contendientes que experimentan el desasosegado clima de época desde posiciones desigualadas y diferenciadas: la combinación entre el punto de vista aéreo y panorámico del helicóptero y el espejo negro de la pantalla, que lleva noticias a ese lugar privilegiado de la mirada, alienta que se desate el ejercicio de desposesión vinculado a la distribución meritocrática. Lejos de corresponder al orden natural, es un ejercicio humano, social e histórico en el que la acumulación se produce por desposesión. En sólo dos párrafos, Gabriela nos describe la intemperie neoliberal al detalle, en la articulación de clima de época y experiencia de quienes miran al mundo “desde arriba”, y le dan sentido a esa posición como algo ajeno a sus propias voluntades y trayectorias personales y de clase.

Ese conflicto por la desposesión y la pérdida de derechos, me resulta conmovedoramente presente en la actual situación de recrudecimiento de la intemperie neoliberal. La propia Gabriela ha producido esa articulación en la ácida crónica del discurso presidencial de Mauricio Macri anunciado la intensificación del ajuste económico por parte del gobierno de la alianza Cambiemos, titulada “Pobrecito el presidente”, en la que evidencia en qué medida resulta absurdo (para la experiencia crítica y la experiencia de lxs desposeídxs) narrar el ejercicio de la violencia neoliberal escamoteando en la interpretación la responsabilidad política, personal y de clase (junto a las numerosas intersecciones que colocan a este presidente en el helicóptero -medio de transporte que nombro en términos de  visión panorámica, desde afuera, de lejos y de arriba de la sociedad, no quiero resultar destituyente).

La pinza de acumulación/desposesión en la producción social del espacio se sintetiza también en el epígrafe del capítulo 21:

Topadoras y bulldozers
doble trabajo lograron
not only nos aplastaron: 
they also did los cimientos
            pa´los del country privado  

La otra experiencia, la de lxs desposeídxs, la de lxs violentadxs, es sin embargo mucho más consciente sobre la propia posición, y sobre el carácter histórico, social y conflictivo de la intemperie: se sabe que el ataque va a llegar, y que se parece a una guerra.  

“No fue como un tsunami ni como un terremoto ni como un alud. O sí, pero entonces vivíamos como los que viven en tierras en las que se sabe que pueden suceder. Ahí se teme al terremoto, se trata de huir del tsunami y se construyen barricadas contra el alud, pero siempre que suceden sorprenden, nunca se está listo: los heridos o los golpeados sienten antes la sorpresa que el dolor. Porque no se puede estar listo para el desastre; los que están preparados lo evitan, se le sustraen. Quiero decir que nadie está listo, por ejemplo, para un bombardeo; salvo el que puede huir del bombardeo y entonces el bombardeo no sucedió. Les pasó a los otros, al lugar donde antes vivíamos y ahora es escombros y vecinos muertos. Tampoco el condenado a muerte deja de ser sorprendido por la bala ni aunque haya estado horas mirando cómo se formaba el pelotón de fusilamiento y esperando, entonces sí, que un tsunami llegue justo hasta los soldados, que un terremoto abra una grieta y se los trague o que un alud los aplaste. Pero nunca les pasan esas cosas a los pelotones y si los condenados no están atados intentarán atajar las balas con las manos, se taparán la cara como en el cuadro de Goya o se cerrarán sobre sí mismos contra una pared: no estoy haciendo profecías, hace varios siglos que se fusila y la gente se defiende siempre igual.

Es que la de la muerte es una espera imposible: la vida se le resiste hasta el último instante. Y cuando deja de resistirse ya no es vida. Entonces no  hay espera, hay lucha y hay sorpresa hasta el final.

No sé cuánto luchamos y dado que perdimos no puedo dejar de concluir que no fue suficiente. Suficiente solo hubiera sido transformarnos en un ejército, pero trocados en fuerza armada hubiéramos dejado de ser lo que éramos: una pequeña multitud alegre” (pp. 131-132)

Aunque se conozca (porque vivir en tierras donde eso sucede es una parte importante de la experiencia social e intergeneracional que también forma parte central -feministamente- de la novela) que la catástrofe puede suceder, también se sabe que es más una batalla desigual(ada) que un alud, y que es posible resistir: se teme, se escapa, se construye para la resistencia de aquello que la experiencia de dominación insiste en experimentar como desastre natural.

La cotidianeidad sobrecogedora de la violencia en El Pozo, el mundo construido por Gabriela , incluye la violencia de las armas cerca del cuerpo, en la cama o en situación de transacción; la violencia del dinero negro en los circuitos de corrupción entre el Concejo deliberante, el mercado inmobiliario y la experiencia de quienes intermedian; la violencia interseccional sobre las víctimas de las fuerzas de seguridad y los circuitos de trata y comercialización de cuerpos; la violencia de quiénes hablan y quiénes muestran sobre quiénes son habladxs y mostradxs en los medios que narran cómo es la villa. Pero, otra vez, y con ese estilo líricamente coloquial, desenfrenado y conmovedor, la construcción del hábitat constituye en sí misma un acto de resistencia a la intemperie de la violencia neoliberal. Un acto multitudinario y alegre. Esa noción de multitud, de alegría y de eventual (aunque no casual) abundancia produce, excepcionalmente, un espacio cotidiano colectivo, orgánico y organizado, que se autosustenta con un estanque con peces, que vincula figuras feministamente referenciales para la organización, mujeres irreverentemente populares: una Virgen Cabeza (¿cómo no recordar la imagen de la virgen en la entrada de Palpalá al leer la descripción?), Evita y la hermana Cleopatra.

Cuando nos enamoramos de esa experiencia excepcional de multitud alegre, dice Gabriela:

“Me estoy yendo a Cuba a buscarla. No sé si tengo el corazón roto o si tengo una granada en el lugar donde antes tenía el corazón. También ignoro si me voy a enfrentar con un divorcio o con el Apocalipsis. No entiendo qué le pasó; por ahí no son tan fáciles de abandonar los orígenes y en la cultura de origen de Cleo mandarse a mudar con toda la guita y dejarme a la cría en casa es algo que cualquier varón puede hacer sin menoscabo de su honor y su buen nombre. Pero no creo, estrictamente hablando Cleo no es un varón, quiera a su hija y realmente cree en su Virgen. Así que debe ser cierto que transformó ese pobre pedazo de cemento en un adefesio carísimo y estrafalario y que está en La Habana tratando de organizar algún megarrecital para convertir a los isleños a la fe de la Virgen Cabeza. Si no estuviera tan furiosa como estoy, el proceso de reescribir la cumbia como un texto digno de la Revolución me resultaría apasionante. Pero en nuestras cuentas bancarias quedan apenas trescientos mil dólares. Y teníamos más de diez millones. Y mi amada se mandó a mudar sin avisarme. Se escapó con toda la guita y me dejó a la nena como si yo fuera, no sé qué, ¡una mujercita! Por supuesto que le mandé una respuesta:

Carlos Guillermo Cleopatra, tenés razón, esto no se acaba acá. Te voy a ir a buscar, vamos a vender todos esos metales y piedras preciosas que le pusiste a tu catedral y le vas a seguir rezando al pedazo de cemento que rescataste de la villa, que tan mal no te fue hasta ahora. Sin oro y sin diamantes te rendía igual tu Virgen. Con lo que recuperemos te voy a pagar un tratamiento psiquiátrico. Y si no accedés, te voy a hacer juicio por chorra. Y te voy a pedir la extradición. Y te vas a volver en avión con las manos esposadas y no lo va a poder impedir ni Fidel, ni vivo ni muerto, ni todos tus clubes de fans juntos. Nos vemos en La Habana, mi amor.”

La complejidad de lo popular, lo subalterno (o subalternizado) y su carácter conflictivo, entreteje esa alegría excepcional con otros momentos de lo más variados, algunos muy oscuros, que desembocan en un final muy cercano al neorrealismo italiano. Porque la violenta humorada del final neoliberalmente feliz (una salvación que ya no es colectiva, y cuya felicidad se conecta a Miami y a objetos suntuosos) es rápidamente trastocado por el conflicto, escapando -otra vez- de la sobresimplificación en la comprensión de la resistencia popular, que en este libro claramente no es miserabilista, pero tampoco romántica. 

Cuánto de irónico amor por las modalidades políticas de las izquierdas populares latinoamericanas nos enseña ese final. 


Fotografía de Johny Miller




Cinco diseñadores: diálogos y rupturas


Colecciones y divergencias en el mundo fashion


El mundo de la moda es un espacio definido por la existencia de quiebres y continuidades. En esta oportunidad quiero presentarles una serie de analogías y de diferencias entre las propuestas de Elsa Schiaparelli, André Courrèges, Yves Saint Laurent, Jean Paul Gaultier y Alexander McQueen.

Colecciones    

En primer lugar, estos creadores apostaron a la experimentación, logrando giros importantes en el mundo fashion, sobre todo, en relación con las tendencias que les precedían. Así, por ejemplo, podemos citar el caso de Elsa Schiaparelli quien sustituyó los collares de perlas de Chanel por collares de plásticos, por lo que la propuesta de la diseñadora italiana hoy es considerada como una revolución en el plano de los accesorios.

En segundo lugar, encontramos el diálogo que estos diseñadores establecieron entre la moda y las otras artes, tal es el caso de las colaboraciones de Salvador Dalí para con Elsa Schiaparelli, o los vestidos de Yves Saint Laurent que reprodujeron los cuadros de Mondrian y que revolucionaron el campo de la alta costura. O bien, las celebradas creaciones que realizó Jean Paul Gaultier para el cine. En el caso de Alexander McQueen, este diálogo se dio en el homenaje que el modisto le rindió a Alfred Hitchcock.

En tercer lugar, ubicamos el modo en que borraron los límites establecidos entre la llamada moda masculina y femenina, creando faldas para hombres (Gaultier, 1985) y pregonando, como lo hacía Yves Saint Laurent, que el esmoquin era una pieza esencial del guardarropa femenino.

Divergencias

En cuanto a las diferencias, podemos encontrarlas en el modo en que estos artistas concibieron sus creaciones y la manera en que las ligaron, o no, con lo dinámico y vital.

Por un lado, tenemos a André Courrèges quien no sólo revolucionó la fisonomía de la moda con la silueta Space Age, sino que además, junto a Cardin y a Rabanne, impulsaron el uso de las nuevas tecnologías aplicadas al campo de la moda. Las prendas de Courrèges pegadas al cuerpo sentaron las bases del lifestyle y fueron consideradas como antecesoras de los leggins. Esta propuesta, sumada a la creación de la minifalda, rebela una concepción vitalista de la moda, es decir, creaciones fuertemente ligadas con la sensualidad y, como sabemos, esta es una forma manifiesta de decir lo vital.

Por el contrario, el diseñador Alexander McQueen encontró su fuente de trabajo e inspiración en las ardides emparentadas con el cine de terror y en las escenas sadomasoquistas. Sus creaciones fueron consideradas piezas de un museo raro y, contrariamente a la propuesta de Courrèges, se vinculan como lo oscuro, con lo nocturno y visceral, rasgo propio del cine de terror. En este sentido, la idea de sus creaciones como partes de un museo nocturno, por asociación, se vinculan con la imagen del mausoleo y la muerte.   

En suma, estos cinco diseñadores poseen puntos de contactos tales como la innovación, el diálogo entre la moda y las otras artes y buscaron trascender las distinciones genéricas. En cuanto a las distancias, en algunos encontramos una propuesta nocturna y mortuoria que se opone a lo vitalista y dinámico.  

© Juan Páez. Love is love: Gaultier (CCK, CABA, 2018)