domingo, 2 de diciembre de 2018

El Parlamento del Tambo o la escritura como retrato


Presentación del libro El Parlamento del Tambo de Fabricio Morel
(Editorial Amerindia, Corrientes, 2018)

Juan Páez
(16 de noviembre, Biblioteca Popular, San Cosme)

Primeramente, quiero agradecer a la profesora Lucila Verón, a las autoridades de la Biblioteca Popular de San Cosme y, muy especialmente, a los y las estudiantes del 3er año del Profesorado de Educación Primaria, por la organización de esta tertulia literaria.

Y para comenzar con la presentación de El Parlamento del Tambo (2018, Editorial Amerindia) del escritor correntino Fabricio Morel, me gustaría plantear algunas acepciones del término "Parlamento". En primer lugar, esta palabra hace referencia a la "cámara o asamblea legislativa nacional o provincial". En segundo, convoca la idea de  lugar, es decir, el "edificio o lugar donde tiene su sede esta institución". Luego, remite a la "acción de parlamentar", esto es, al acto de hablar o conversar con otra u otras personas. Y, finalmente, plantea que en el teatro se refiere a una "relación larga en verso o en prosa".

Como vemos, estas acepciones proponen diferentes recorridos que, como lectores, nos permiten, sin embargo, un primer acercamiento a la prosa de Morel, ya que la trama de El Parlamento del Tambo nos traslada a Caá Catí, una localidad ubicada en el interior de la provincia de Corrientes.

Lo interesante del relato es cómo la narración instala un nuevo espacio dentro de aquel lugar geográfico. Se trata de El Tambo, un comedor de reuniones (un bolicho) donde la palabra circula. Nos dice el narrador:

Existe un lugar, en un viejo pueblo correntino, con el portón sostenido por robustos horcones (…) Dos troncos  juntos en la vereda de tierra fría y húmeda sirven de asiento a clientes y visitas pasajeras que vienen a beber sus aperitivos

Dentro de este "viejo pueblo correntino", la representación y la escenificación tienen un papel relevante dentro de la obra, ya que la obra de Morel convierte a sus personajes en actores y, como consecuencia de ello, la narrativa deviene una pieza teatral. La política, por ejemplo, se transforma en el tópico que hace actuar a los personajes:

Chiquitín gritaba desde un rincón con una mano abierta y la otra agarrada al respaldo de silla que rechinaba cada vez que amagaba con subir a ella

Como lo señalé anteriormente, la palabra "parlamento" hace referencia, entre otras acepciones, al acto de conversar con otro u otros. Justamente, en este libro, parlar, hablar y hacer constituyen el eje central. Basta con pensar, por ejemplo, en el personaje de Carlitos actuando y montando para ello su propia puesta en escena.

La actuación de Carlitos crear una atmósfera que tensiona la narración hasta una suerte de clímax teatral, convirtiendo a la voz del narrador en una voz en off: "Todos preguntan por Carlitos y Florencio. Cada uno exponía su explicación" y más adelante: "Caminó lentamente Nené, alumbrando en todas las direcciones, abrió la puerta del Falcon, en el asiento trasero notó un brillo" "ya se imaginó un revolver" (No, no les contaré cómo se resuelve la escena, pero podrán leerla en el libro y se asombrarán)

Por otro lado, la presencia del animal muerto y de la sangre en una de las escenas iniciales del libro, me hizo pensar en la tradición literaria argentina. Me refiero a El matadero de Esteban Echeverría. Comparto un breve fragmento: "Alguna tía vieja salía furiosa en persecución de un muchacho que le había embadurnado el rostro con sangre". En ambos textos, los lectores asistimos al espectáculo de la muerte, un show que exhibe, en este caso, el desmembramiento del cerdo. Recordemos que el término show proviene del inglés y que se traduce como mostrar:
           
Pone los pies en el patio y bajo la sombra del lapacho, allí  tres carneadores de chanchos con sus delantales blancos de arpillera, artesanalmente hechos, se disponen a limpiar al animal con agua hirviente y sus cuchillos afilados para quitar minuciosamente los últimos pelos de las patas.

Y en otro tramo de la historia, leemos:

En el galpón solo queda olor a carne, un par de baldes con sangre y una botella de vino

A modo de cierre, quisiera detenerme en las fotografías que el libro incluye. Por dos motivos, primero porque complementan la escritura y, segundo, porque dan cuenta de un registro, es decir, revela una intención, adopta una forma para conservar la memoria. En este sentido, la escritura también funciona como una cámara fotográfica que el autor emplea para retratar el tiempo, para suspenderlo en un instante y evitar que las palabras se pierdan, se disuelvan, o se vayan con el viento que es el olvido. Muchas gracias. 


© Juan Páez. El Parlamento del Tambo (Corrientes, 2018)