domingo, 2 de diciembre de 2018

El Parlamento del Tambo o la escritura como retrato


Presentación del libro El Parlamento del Tambo de Fabricio Morel
(Editorial Amerindia, Corrientes, 2018)

Juan Páez
(16 de noviembre, Biblioteca Popular, San Cosme)

Primeramente, quiero agradecer a la profesora Lucila Verón, a las autoridades de la Biblioteca Popular de San Cosme y, muy especialmente, a los y las estudiantes del 3er año del Profesorado de Educación Primaria, por la organización de esta tertulia literaria.

Y para comenzar con la presentación de El Parlamento del Tambo (2018, Editorial Amerindia) del escritor correntino Fabricio Morel, me gustaría plantear algunas acepciones del término "Parlamento". En primer lugar, esta palabra hace referencia a la "cámara o asamblea legislativa nacional o provincial". En segundo, convoca la idea de  lugar, es decir, el "edificio o lugar donde tiene su sede esta institución". Luego, remite a la "acción de parlamentar", esto es, al acto de hablar o conversar con otra u otras personas. Y, finalmente, plantea que en el teatro se refiere a una "relación larga en verso o en prosa".

Como vemos, estas acepciones proponen diferentes recorridos que, como lectores, nos permiten, sin embargo, un primer acercamiento a la prosa de Morel, ya que la trama de El Parlamento del Tambo nos traslada a Caá Catí, una localidad ubicada en el interior de la provincia de Corrientes.

Lo interesante del relato es cómo la narración instala un nuevo espacio dentro de aquel lugar geográfico. Se trata de El Tambo, un comedor de reuniones (un bolicho) donde la palabra circula. Nos dice el narrador:

Existe un lugar, en un viejo pueblo correntino, con el portón sostenido por robustos horcones (…) Dos troncos  juntos en la vereda de tierra fría y húmeda sirven de asiento a clientes y visitas pasajeras que vienen a beber sus aperitivos

Dentro de este "viejo pueblo correntino", la representación y la escenificación tienen un papel relevante dentro de la obra, ya que la obra de Morel convierte a sus personajes en actores y, como consecuencia de ello, la narrativa deviene una pieza teatral. La política, por ejemplo, se transforma en el tópico que hace actuar a los personajes:

Chiquitín gritaba desde un rincón con una mano abierta y la otra agarrada al respaldo de silla que rechinaba cada vez que amagaba con subir a ella

Como lo señalé anteriormente, la palabra "parlamento" hace referencia, entre otras acepciones, al acto de conversar con otro u otros. Justamente, en este libro, parlar, hablar y hacer constituyen el eje central. Basta con pensar, por ejemplo, en el personaje de Carlitos actuando y montando para ello su propia puesta en escena.

La actuación de Carlitos crear una atmósfera que tensiona la narración hasta una suerte de clímax teatral, convirtiendo a la voz del narrador en una voz en off: "Todos preguntan por Carlitos y Florencio. Cada uno exponía su explicación" y más adelante: "Caminó lentamente Nené, alumbrando en todas las direcciones, abrió la puerta del Falcon, en el asiento trasero notó un brillo" "ya se imaginó un revolver" (No, no les contaré cómo se resuelve la escena, pero podrán leerla en el libro y se asombrarán)

Por otro lado, la presencia del animal muerto y de la sangre en una de las escenas iniciales del libro, me hizo pensar en la tradición literaria argentina. Me refiero a El matadero de Esteban Echeverría. Comparto un breve fragmento: "Alguna tía vieja salía furiosa en persecución de un muchacho que le había embadurnado el rostro con sangre". En ambos textos, los lectores asistimos al espectáculo de la muerte, un show que exhibe, en este caso, el desmembramiento del cerdo. Recordemos que el término show proviene del inglés y que se traduce como mostrar:
           
Pone los pies en el patio y bajo la sombra del lapacho, allí  tres carneadores de chanchos con sus delantales blancos de arpillera, artesanalmente hechos, se disponen a limpiar al animal con agua hirviente y sus cuchillos afilados para quitar minuciosamente los últimos pelos de las patas.

Y en otro tramo de la historia, leemos:

En el galpón solo queda olor a carne, un par de baldes con sangre y una botella de vino

A modo de cierre, quisiera detenerme en las fotografías que el libro incluye. Por dos motivos, primero porque complementan la escritura y, segundo, porque dan cuenta de un registro, es decir, revela una intención, adopta una forma para conservar la memoria. En este sentido, la escritura también funciona como una cámara fotográfica que el autor emplea para retratar el tiempo, para suspenderlo en un instante y evitar que las palabras se pierdan, se disuelvan, o se vayan con el viento que es el olvido. Muchas gracias. 


© Juan Páez. El Parlamento del Tambo (Corrientes, 2018) 

viernes, 26 de octubre de 2018

Natalia Leiderman: El indicio más brillante de los cuerpos

Recuerdo que la tarde en que lo recibí, y luego de leerlo, me emocioné hasta las lágrimas. Quiero agradecerle a Natalia Leiderman por escribir El indicio más brillante de los cuerpos, el prólogo con que se inicia cuando vengas, te cuento (Jujuy, 2018): 


El indicio más brillante de los cuerpos


Soledad = no tener a nadie en casa a quien poder decir:
regreso a tal hora o a quien poder hablar por teléfono
para decir: ya regresé

Roland Barthes, Diario de duelo

cuando vengas, te cuento es un mensaje que su novio le deja a Juan Páez justo antes de morir. cuando vengas, te cuento bien podría ser la promesa trunca que abre el abismo sobre el que se teje este poemario. Una voz íntima, un gesto seductor, un relato que queda suspendido en el aire filoso de la ausencia; y un poeta que descubre, como nunca antes, que para sobrevivir ese silencio de la voz amada, esa soledad sin mesura, hay que escribir.
La voz amada, repito, la voz. Porque si hay una resonancia constante en este poemario preciosamente libre que adapta la forma según sus necesidades, es la de las voces: su oralidad, su gesto vívido. Hilvanarlas con la determinación de una costurera, como si una de las cosas que más doliera ante la muerte fuera eso: la falta de una voz. Dice Juan: «durante el día espero/ una voz que por las noches/ es un cuerpo que no regresa».
En un yo poético que desde música para aeropuertos se funda en el viaje y su movimiento, las voces son particularmente preciadas. Porque si los cuerpos relampaguean cada tanto en el universo del viajero, las voces son el indicio más fuerte, más brillante de esos cuerpos: «¿viajás esta o la próxima semana?»; «vení, abrazame, fin de la discusión»; «¿Dónde está el hombre de la segunda habitación?/¿Dónde está Jorge?»; «‹necesitamos la habitación, desocupe›». Las voces: la propia y la del amado fundamentalmente, y la ternura íntima de sus códigos. Pero también las de las enfermeras, de los amigos y los familiares, las voces de Bellessi, Barthes, Kavafis, Andruetto (también) son los hilos que van constelando el relato de un amor, de un dolor, de una ausencia.
Rodear las Grandes Palabras, como diría Pizarnik: el amor, la muerte, y como si fuera poco, la muerte del amor. Esa es la tarea vertiginosa de Juan Páez en su segundo poemario aquí reeditado y, dado que sabe de movimientos, y que escribir es la forma más hábil que tiene de moverse, eso hace: desplazarse. De poemas diminutos, a poemas más extensos, a diálogos, a pequeñas escenas relatadas en prosa. Como él mismo se define, nunca en el centro de nada, siempre en la frontera, Páez articula el duelo al ritmo de la necesidad: diario, poemario autobiográfico, elegía, memorias, carta, retórica de dos enamorados. Y de fondo a todo esto, siempre el goteo del tiempo: como si ese abismo que abre la muerte del amado fuera también un espejo donde volver a mirarse desde cero, donde volver a ver las primeras muertes, los signos pequeños que la vida había ido dejando como suaves revelaciones: «esa noche, en el helado, descubrimos al tiempo derretirse.»
Todo se derrite ante el duelo; todo se vuelve líquido. Lágrimas y lluvia, el yo poético que llora como un cielo, las formas que fluyen: poema a pequeño relato, relato a cita de un poeta, cita a diminuta plegaria: «mandame una sonrisa desde el cielo,/ Amor.»
Porque ¿qué es el duelo sino un cambio de estado, un pasaje del que uno nunca volverá siendo el mismo? ¿No es este poemario un bautismo hacia un nuevo yo, hacia la invención de un nuevo hogar? Hogar, que viene del latín focus, fuego, es aquello que tiembla, que se debilita con la velocidad del viaje y más aún ahora con la humedad de la muerte, pero no nos engañemos: el verdadero hogar de Juan se hace en la poesía. Elástica y adaptable al movimiento permanente del viajero, la casa de la poesía resiste cualquier mudanza. Incluso esta Gran Mudanza, incluso este estruendo.
El abismo que abre ese mensaje, esa promesa que estalla en el vacío (cuando vengas, te cuento) es una herida que cicatriza poema a poema. Juan Páez no espera aquel relato prometido, ni tampoco lo suspende: se hace cargo y empieza a contar él mismo, a enhebrar cuidadosamente las voces. Y la poesía cumple: devuelve el contorno a los cuerpos amados, incluso (y sobre todo) a los que no están. Para que estén. Para que verdaderamente estén.
Prueba de vida, prueba del dolor y del amor de los vivos. Prueba de la fuerza de la ternura, y de la memoria. Prueba del fuego de la palabra poética y de su poder de hacer resonar incluso a las vivencias más difíciles, siempre y cuando uno se entregue, como lo hace Juan en este libro, a su caprichoso movimiento de niño, a la armonía inesperada de sus voces.

Natalia Leiderman
junio, 2018


Fotografía: Estefanía Ceballos (Corrientes, 2018)


domingo, 21 de octubre de 2018

Zulma Palermo: "tu canto de amor contra la muerte"

Conocí personalmente a Zulma Palermo en 2017 cuando la UNaF le otorgó el Doctorado Honoris Causa por su trayectoria en el campo de la investigación. Este año nos reencontramos en Salta durante las Jornadas de Crítica Literaria que se realizaron en homenaje a Raúl Dorra. Allí le obsequié un ejemplar de cuando vengas, te cuento (Jujuy, 2018). 

Hace unos días atrás, mientras recorría los blancos salones del Malba, recibí estas palabras suyas: 

Acabo de dar vuelta la última página de tu canto de amor contra la muerte. Me gusta llamar así al libro que me regalaste y que recorrí como se sigue el transcurso de una vida cantada-contada con la pasión en la mano. Entreví en esas líneas una historia en la diferencia y sus vicisitudes, trayéndome lejanos ecos de la vieja Safo y la siempre presente Pizarnik. 

Muchas gracias y el deseo de un feliz destino.

Zulma Palermo


© Juan Páez. cuando vengas, te cuento (Jujuy, 2018) 



lunes, 8 de octubre de 2018

Raúl Dorra: "el roce de las palabras con el silencio"


Desde Puebla, México, recibo estas maravillosas palabras del escritor Raúl Dorra referidas a cuando vengas, te cuento (Jujuy, 2018) 


En cuanto a tu libro de poemas, gracias por haberlo agregado. Algo que llega como una corriente de agua suave, serenada pero también dolorosa y oscura, trémula. Como una búsqueda de las palabras que significan en tanto se contraen: esta noche/ seré yo/ quien te cure las alas. Es como si lo mágico, y aun lo milagroso, aguardara en el roce de las palabras con el silencio. La poesía hace tantas cosas por nosotros.

         Un abrazo, Juan.
                      Raúl


© Juan Páez. Cuando vengas, te cuento (Ed. Apóstrofe. Jujuy, 2018)


martes, 3 de julio de 2018

La hija del inventor por María Eugenia Montero.


Presentación La hija del inventor de Juan Páez.
(Apóstrofe Ediciones, San Salvador de Jujuy, 2017)


María Eugenia Monterio
(29 de junio, Casa de las Letras, San Salvador de Jujuy)


La entrevista como fuente de aprendizaje en el oficio de escritor*

Juan Páez presentó en Jujuy su libro La hija del inventor, una profunda fuente de conocimientos sobre el oficio. La cita fue el viernes 29 de junio en la Casa de las Letras con la participación de escritores, estudiantes e investigadores.

En el marco de un clima muy cálido, con la presencia entre el público de escritores, profesionales de las Letras y estudiantes, el escritor Juan Páez presentó el viernes su libro “La Hija del Inventor”, en la Casa de las Letras (Belgrano 1327).

La periodista cultural María Eugenia Montero fue la encargada de abrir el diálogo destacando el valor de la obra, que reúne entrevistas realizadas a escritores de distintos lugares del país. Se refirió al “arte de entrevistar” como una forma de ahondar en datos personales del entrevistado, o en su opinión sobre algún tema.

Explicó que en este caso Juan Páez, quien es docente de Letras, investigador y poeta, tiene como una doble motivación para la realización de estas entrevistas, por un lado la de la curiosidad del estudioso, y por otro el aprendizaje como escritor en sus primeros tramos tratando de absorber los consejos que le pide a cada uno de sus elegidos, y desentramando el proceso creativo de cada uno de ellos.

“Juan tiene como un cuestionario guía con preguntas que se reiteran en cada uno de los trabajos, pero se permite en muchos casos, salirse atendiendo a la riqueza y los aportes de la charla, para sacar elementos más precisos que surgen sólo en un clima específico del acto de preguntar”, explicó la periodista haciendo hincapié en la estrategia y el respeto que tiene que tener el entrevistador.

Habló del respeto que denota cada uno de sus trabajos por sus entrevistados, puesto que queda reflejado que leyó toda o gran parte de la obra de cada uno, lo que lo habilita a cuestionar sobre los personajes, sobre los climas, sobre conceptos que se repiten en cada autor, etc.

La presentación continuó con una breve entrevista pública al autor por parte de Montero, para poder mostrar al público las motivaciones y las riquezas que encontró Páez no sólo al realizar las entrevistas, sino cuando decidió publicarlas.

El libro termina siendo de gran utilidad para escritores noveles porque una de las preguntas repetidas en cada caso, tiene que ver con qué le dirían a los que empiezan a transitar el camino de la escritura; a los escritores que están a la mitad de su trayectoria porque les permite reconocerse en las respuestas; y a los consagrados porque le aporta datos en profundidad de sus pares.

“El acto de la publicación de este trabajo, habla de la generosidad de Juan Páez, porque bien podría haberse quedado con estos resultados sólo para él, porque está claro que es la motivación de su oficio personal la que lo llevó en primera instancia a realizarlo, pero con este libro, la llegada de este material trasciende a su entorno”, expresó la presentadora.

Para cerrar la velada de encuentro en la Casa de las Letras, dos de las entrevistadas en el libro: Elena Bossi de Jujuy, y Silvia Barei de Córdoba, leyeron sus textos. Páez se permitió también leer textos de Pablo Baca, el escritor jujeño que también forma parte de la obra, y que no pudo estar.

Otros escritores que forman parte de este libro son María Teresa Andruetto, Diana Bellessi, Irene Chikiar Bauer, Raúl Dorra, etc.

Fotografía: Virginia Cutu. 




















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*Fuente periodística: Diario El Tribuno de Jujuy. Fecha: 02 de julio de 2018.  

lunes, 25 de junio de 2018

La hija del inventor por Marina Carabajal y Héctor Gómez


Presentación de Libro La hija del inventor de Juan Páez
(Apóstrofe Ediciones, San Salvador de Jujuy, 2017)

Marina Carabajal
(22 de junio, ISPRMM, Formosa)


Definitivamente, escribir “es ayudar a saturar las heridas, es aferrarse a la vida a pesar de todo. Es guardarse para sí el aire que salva. La escritura es el lenguaje del cuerpo, de los sentimientos, de la forma en que percibimos el mundo, a los otros y a nosotros mismos”. Eso dice con gran solvencia Silvia Barei.

A través del recorrido por las páginas de “La hija del inventor”, ingresamos a la médula misma del escritor, de la escritora, los conocemos y hasta nos reconocemos.

A menudo nos preguntamos cuáles son los factores que alzan a tal o cual libro hacia lo más alto del aprecio del lector. Sin darnos cuenta, olvidamos que a la hora de publicar un libro este no acaba con la última página y que apenas hemos recorrido un porcentaje del camino.

Hoy damos un paso más en este derrotero… hoy comenzaremos a desandar estas páginas descubriendo a grandes escritores contemporáneos que incursionan en diferentes géneros de manera atrapante. Ingresaremos a la cocina misma de la literatura actual a través de un recurso particular: la entrevista, que nos servirá para conocer íntimamente el sentir y pensar de estas figuras de las letras. Y, a la vez, conoceremos más a Juan como escritor porque en sus preguntas, en la estructura de cada una de ellas nos dice algo sobre sí, sobre su percepción de la vida misma, de la literatura y de su pasión por las letras.

Me quedo también con algunos conceptos vertidos por los escritores en estas páginas.

- Con la idea de Angélica Gorodischer quien reconoce que “las escritoras nacemos de las lectoras” y que “Si no hay lectura no hay escritura….”. Además, recomienda “Leer, leer y leer hasta que se te sequen las pestañas”;

- Con Elena Bossi quien reflexiona planteando: “Si me quitan la palabra no queda nada, yo no puedo seguir siendo si no puedo expresarme”.

- Me quedo con la idea de Maria Teresa Andruetto cuando dice: “el tiempo de la escritura es un tiempo que nace, crece o se asfixia en medio de los tiempos dedicados a otras cosas”;

- Surco la entrevista con Pablo Bacca para mostrar que “a veces las palabras llegan en medio del vacío y sin explicaciones ni advertencias”; paso por las consideraciones de Gigliola Zecchin para quedarme con la idea de que “la palabra escrita… es una patria sin fronteras” y por Tununa Mercado cuando reconoce: “soy lo que escribo , soy la que escribo”.

- Cuando un grande, conocido y apreciado por todos, Orlando Van Bredam habla, enseña y cada palabra es para tomar nota. En la entrevista brindada a Juan para este libro nos marca: “Escribir es siempre evocar otros textos, producir en compañía de aquellos libros que nos han perturbado, que nos han regalado un poderoso estímulo pero también nos han señalado una cúspide a la que siempre es muy difícil de llegar”.

Hojear las páginas de “La hija del inventor” es descubrir escritores, particularidades y diferencias, pero a la vez coincidencias. La lectura como base, la observación del entorno, la formación en las letras y las construcciones que generan una dimensión sensible y provocan que al lector le llegue la voz, tu voz como escritor a través de las grafías.

Ahora los invito a embarcarse en éste que es el “mayor viaje de todos”, la escritura, tal y como lo señala Mori Ponsowy.



Presentación de Libro La hija del inventor de Juan Páez
(Apóstrofe Ediciones, San Salvador de Jujuy, 2017)

Héctor Washington Gómez
(22 de junio, ISPRMM, Formosa)


El otro día conversaba con un amigo y le hablaba de la presentación de este libro. Y en un momento dado, me dijo: “¿Cómo se presenta un libro? ¿Qué se hace al presentar un libro?”. No supe responder a ciencia cierta.

Ante la invitación de Juan, con su inmensa generosidad al pedirme que acompañara a Marina en la presentación de su obra, me vi en esa encrucijada de preguntarme si estaba a la altura de las circunstancias, sobre todo teniendo en cuenta que es un género un tanto más racional y empírico, si se quiere. Hasta el momento había presentado libros de poesía pero de algún modo sentía que carecía de experiencia en trabajos que aborden en cierta forma el género periodístico.

El día a día de un escritor siempre es un enigma. ¿Cómo viven su tarea? ¿Cuáles son sus aspiraciones en este campo? ¿Qué procesos de escritura abordan para conectar mundos imposibles desde lo verosímil? ¿Qué supone la inventiva de crear, imaginar, evadirse del yo concreto?

Páez confiesa, entre viajes y visitas, haber comenzado a desear este libro -que vio la luz en 2017- sin saberlo. Y ese deseo, la curiosidad y la necesidad de consejos han entramado -estimo- largas horas de charlas y momentos compartidos en los que el trato ameno y la cercanía con sus protagonistas son evidentes. Desde ese lugar, desde ese enfoque curioso e inquieto, el autor nos revela un trasfondo muchas veces desconocido: la relación del escritor con sus textos, su génesis, sus artilugios y mecanismos de creación.   

Al adentrarse en las páginas de La hija del inventor, el lector logra percibir -e incluso vivenciar- una afinidad especial que el entrevistador logra con sus entrevistados. Los diálogos carecen de toda rigidez y estructuración justamente por esa cercanía, y los entrevistados logran explayarse libremente, dando cuenta de sus experiencias y reflexiones sobre los procesos de escritura.    

Pienso que el mayor logro de Juan en este libro ha sido situarse al margen del protagonismo. ¿Por qué digo esto? Si tenemos en cuenta su producción en Música para aeropuertos, Cuando vengas, te cuento o Árboles de agua, el yo lírico le otorga naturalmente una mirada que nace desde lo más subjetivo y connotativo y le exige por supuesto poner su Yo al centro de la escena. En tanto poeta que se precia de serlo, sin embargo, aborda en este caso la entrevista como técnica cualitativa y deja oír otras voces, la de los protagonistas, acaso sus maestros en ese “impulso feroz” que es el escribir, como bien confiesa en sus páginas Gigliola Zecchin, “Canela”.

Pienso en “La hija del inventor” como una serie continua de mosaicos de papel -como puede verse en su portada- que, a su vez, dan la idea de lo infinito y lo múltiple en una sucesión difusa. Esa multiplicidad de miradas, puntos de vista, experiencias con el lenguaje, la dan los escritores entrevistados: Andruetto, Baca, Barei, Bellessi, Bossi, Bauer, Dorra, Gorodischer, Mercado, Negroni, Ponsowi, Tasso, Van Bredam, Zecchin… grandes maestros de la palabra que comprenden y emprenden la escritura como “el mayor viaje de todos”, al decir de Ponsowi.

Si se me diera quedarme con lo más movilizador de estas páginas, voy a Silvia Barei y a ese maravilloso diálogo epistolar con Juan acerca de los consejos para quien quiere empezar a escribir. 
Y cito:

“No hay consejos para quien escribe, pinta, actúa, dibuja, diseña, teje, borda, cocina, canta o baila. Se agradece profundamente porque en vez de destrucción, de cálculo, de envidia, de ejercicio de poder, de soberbia, de mezquindad, de desprecio, se entrega belleza, sensualidad, alegría, desprendimiento, amor, se acercan manos y se hace más amigable estar en el mundo”.  


Fotografía: Melanie Castellini. 

  

viernes, 22 de junio de 2018

La hija del inventor, en Formosa.

Viernes 22 de junio, 2018, Calle España 780 - Fsa. 
Juan Páez presenta libro nuevo en el Macedo*

Docente del Instituto Superior Privado “Robustiano Macedo Martínez” presentará esta noche el libro La hija del inventor, que reúne entrevistas realizadas a reconocidas personalidades del mundo de la literatura argentina. Se trata de Juan Páez, quien estará acompañado por la periodista Marina Carabajal y el escritor Héctor Gómez, durante la presentación que tendrá lugar hoy (viernes 22 de junio), a las 20, en el SUM de la Escuela N° 58, sede del Macedo.

En esta obra de la editorial jujeña Apóstrofe, los escritores entrevistados comentan, entre otros temas, los diferentes procesos de escritura que llevan adelante. Así, las reflexiones que surgen les permiten a los lectores conocer numerosos detalles de lo que podríamos denominar “una cocina de escritura” siempre distinta.  Asimismo, las intervenciones de María Teresa Andruetto, Pablo Baca, Silvia Barei, Diana Bellessi, Elena Bossi, Irene Chikiar Bauer, Raúl Dorra, Angélica Gorodischer, Mori Ponsowy, Tununa Mercado, María Negroni, Alberto Tasso, Orlando Van Bredam y Gigliola Zecchin unifican y articulan el libro hacia su interior, proponiendo múltiples recorridos.

Acerca del autor

Juan Páez (Rosario de la Frontera, Salta, 1984) es escritor, docente e investigador. Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Jujuy y Especialista Docente de Nivel Superior en Escritura y Literatura por el Ministerio de Educación de la Nación. Fue becario del Consejo Interuniversitario Nacional y de la Fundación Mempo Giardinelli. Realizó numerosos cursos sobre periodismo entre los que se destaca un Posgrado Internacional en Escritura: creatividad y comunicación (FLACSO – Argentina). Publicó música para aeropuertos (2013), Cuando vengas, te cuento (2015) y árboles de agua (2016, reeditado en 2017). Actualmente está radicado en Formosa y se desempeña como docente y jefe de departamento del Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura en el Instituto Superior Privado Robustiano Macedo Martínez (ISPRMM).



domingo, 10 de junio de 2018

Alberto Tasso: "es un honor figurar junto a escritoras/es que admiro"

Conocí al escritor Alberto Tasso hace algunos años atrás a propósito de su visita para participar en la Feria del Libro que se realiza en Formosa. En aquel momento lo entrevisté. Cuando finalmente decidí editar el libro de entrevistas "La hija del inventor" (Ed. apóstrofe, Jujuy, 2017) no dudé en incluirlo. Desde Santiago del Estero, hace unos días recibí estás palabras de Alberto: 


Hola estimado Juan, quería agradecerte el envío de "La hija del inventor", que llegó ayer. Y felicitarte por todo el libro, su contenido y su hermosa factura.
La verdad que para mí es un honor figurar junto a escritoras/es que admiro. La cosecha de ideas lograda con las entrevistas es rica y poco frecuente.
También tu trabajo de organización de cada texto, que encontré perfecto en mi caso.
Un abrazo y seguimos en contacto.


Con Alberto Tasso, Formosa, 2016.  


lunes, 28 de mayo de 2018

La hija del inventor por Andrea Bocco


Presentación del libro La hija del inventor de Juan Páez
(Apóstrofe Ediciones, San Salvador de Jujuy, 2017)

Andrea Bocco
(24 de mayo, Museo Evita – Palacio Ferreyra, Córdoba)


Agradezco la confianza de Juampi por dejar en mis manos, en mi cordobesa voz, la presentación de este libro, La hija del inventor que recopila 14 conversaciones con escritoras y escritores argentinos.

Cuando tuve el ejemplar en mis manos, me pregunté qué puede aportar un libro de entrevistas como este. Una primera respuesta la podemos encontrar en la apertura y en primera persona; allí Juan construye una metáfora a partir de una escena de una película: “la literatura –nos dice- es como la hija del inventor, hija de escritoras y escritores a cuyas espaldas se murmura”. Entonces, dejar hablar a las escritoras y escritores para que el murmullo se haga voz y cuerpo, para que la literatura exponga su progenie y para que el chisme se desnude en escena.

Cómo pensar la literatura sin sus escrituras, pareciera decirnos este libro.

En este ir hilvanando las experiencias de cada autor/autora surgen, desde mi perspectiva, muchos más sentidos de La hija del inventor que me gustaría compartir con ustedes.

Por una parte, entonces, tal vez el más evidente por estar declarado por el propio entrevistador y porque se hace explícito también en preguntas concretas que realiza, está el hecho de que este libro comparte experiencias personales de lo que significa escribir literatura, de lo que ese oficio implica para cada una de las personas en las 14 entrevistas. A modo de consejo, negándose a darlos, desde reminiscencias absolutamente personales que vuelven la experiencia intransferible, desde un relato autobiográfico que busca compartir con el otro, cada uno de los reportajes ofrece claves distintas para quien quiera escribir. No puedo dejar de pensar, en este punto, en mis alumnos-alumnas de Letras que se acercan a la carrera con sus deseos, proyectos, esperanzas, expectativas de poder/querer ser escritoras. Este libro sería un buen acompañante para ellos, aunque si me ponen a elegir seleccionaría para ellos la entrevista a María Negroni por cómo cruza distintas experiencias con su escritura y por el relato de su participación en la dirección de la Maestría en escritura creativa de la UNTREF. Allí ella dice, comparando los estudiantes yanquis que creen que se van a recibir de escritores, con los argentinos: “Aquí, si alguien tiene esa idea, inmediatamente se le aclara que uno no se va a recibir de escritor. Con suerte, lo que buscamos es acompañarlos durante dos años en el proceso de crecimiento. Después la vida. A chocarse con lo que la vida te va tirando en el camino, en ese momento, hay que ver qué hacer y de ahí sale la escritura” Hermosa forma de desacralizar y llenar de vitalidad. Por supuesto, entonces, que este libro es un aliciente para cualquiera que esté en este camino del aprender, del experimentar, del iniciarse, del avanzar en la construcción de una voz propia en la literatura. La generosidad y sencillez de cada escritora y escritor que está presente aquí, lo permite.

Pero hay otros elementos más para valorar los aportes de esta compilación. Por una parte, invierte las proporcionalidades de género. El cupo femenino no existe, por suerte, porque de 14 entrevistas, 10 son hechas a mujeres escritoras. ¿Qué significa eso? Nos dice mucho y bueno del entrevistador: el arte ha estado y está dominado por los hombres creadores (incluso en la crítica literaria y académica), y esto se diluye acá. En el caso de la literatura, es interesante ver cómo siempre hubo una “división del trabajo”: los hombres escriben, las mujeres leen. Incluso, la misma literatura fue construida desde una perspectiva feminizada tradicional: arte de ocio canónico que solo quienes no producen pueden consumir. Sin embargo (y justamente por ello), los hombres son los productores/autores/escritores/editores… Las mujeres han sido invisibilizadas en nuestro campo (como en tantos otros o en todos los otros). La hija del inventor se corre de esta tradición (incluso por el femenino que se elige en el título), la rompe para exponer una y otra vez la importancia, la relevancia de nuestras escritoras. No solo por la cantidad y calidad de quienes entrevista, sino porque es tema de conversación sostenido con cada una: a quiénes leen; cómo ha sido compartir la experiencia de escribir con otras mujeres; cómo fue el proceso de traducir a otras mujeres; qué significa escribir siendo mujer; cómo ingresan las voces femeninas y lo femenino en sus literaturas. Desde una perspectiva extrema, diría yo, se podría pensar que esto es seguir sobre la heteronormatividad. Pero a mí me parece que simplemente significa dar voz a quienes no la tienen o a quienes se ha pretendido silenciar, ocultar, desmerecer, minimizar. Gorodischer lo plantea a su modo cuando Juan le pregunta por el cambio de estar centrada en personajes masculinos y de golpe hacer ingresar a las mujeres:

“Creía que las vidas de los varones eran más interesantes que las de las mujeres, hasta que siguiendo lo que veía a mi alrededor, empecé a leer libros sobre feminismo, Simone de Beauvoir y Victoria Sau en primer lugar, y abrí los ojos: pero caramba, si las vidas de las mujeres están llenas de acontecimientos, problemas, actitudes que responden a lo que la sociedad les ofrece, que es repugnante (no la sociedad sino lo que nos ofrece). En los personajes varones el héroe y el villano tienen la misma estructura. En los personajes mujeres, los matices son infinitos (leer por favor a Margaret Atwood acerca de los personajes femeninos en la narrativa). Además tenía a mi alcance una familia de mujeres fuertes, madre, abuelas (aquí un recuerdo maravillado a mi abuela Pilar, una campesina analfabeta que vino de los montes de Aragón con su valijita y su pañuelo negro en la cabeza y una voluntad de titanio que resistió a todo), tías carnales, tías segundas, primas, todas minas invencibles con las que pocas veces estaba yo de acuerdo pero que eran admirables en su manera de enfrentar la vida. Y me puse a escribir sobre mujeres.”

Y desde una conciencia clara, casi como una programática diría yo, María Teresa Andruetto se planta y responde a la pregunta de Juan sobre el significado de su intervención en la colección “Narradoras Argentinas”:

“Es el trabajo y el placer de una lectora. Es también el intento y el deseo de inscribirme en una genealogía de escritoras. Hay tanto detrás de cada una de nosotras. Eugenio Montale dice Hacen falta muchos hombres para hacer a un hombre. Una podría decir esto mismo de la escritura y de las mujeres. Estamos hechas también de lo que hicieron las que vivieron (y/o escribieron) antes. Veo una correspondencia, vasos comunicantes, entre escribir Lengua Madre y co dirigir esa colección, creo que hay algo que une esos dos gestos.”

Pero este incluir a las mujeres nos permite también reflexionar sobre lo que llamamos “literatura argentina”, constructo que se ha configurado como una totalidad homogénea falogocéntrica. ¿Qué es la literatura argentina sin el corpus de lo producido por mujeres? Algo incompleto, parcial, sesgado, chicato. En este punto, La hija del inventor deconstruye la idea estatuida de literatura argentina y lo hace doblemente: en lo que ya he referido, al incorporar en pie de igualdad a las mujeres y sus literaturas; y en producir una pluralidad de voces que hace estallar la idea canonizada de literatura nacional sobreimpuesta a una sola región: la portuaria, la rioplatense, la de Buenos Aires. Con naturalidad, sin imposturas ni regionalismos escencializadores, sin alardes de federalismo, este libro de entrevistas mapea nuestra literatura y nos presenta escritoras y escritores diversos que producen en distintos lugares de nuestro territorio para decirnos que hay muchas literaturas en Argentina.
Para mí, que me dedico a la historia de la literatura argentina este es un aporte central que necesita ser exhibido y puesto en valor.

Por supuesto que cada entrevista aporta cosas particulares valiosas, de las que podría mencionar caprichosamente (seguro otros lectores harán otros resaltados): las reflexiones sobre la lectura de Angélica Gorodischer; la ausencia de la poesía en el aula y la necesidad de su ingreso que plantea Alberto Tasso (acá un excurso: la última vez que vi a Liliana Bodoc en el Congreso de literatura argentina en Formosa ella habló también de esto, mi recuerdo y homenaje a ella); el subsistema de la literatura formoseña en diálogo con la literatura nacional en Orlando Van Bredam; las lenguas sus contactos, hibridaciones e intraducibilidades en Canela; las relaciones entre leer y escribir y las propias genealogías femeninas en la Tere; el sentido de la palabra en Elena Bossi; sobre las vinculaciones entre escrituras académicas y literarias en Dorra; la crítica literaria sobre mujeres en Irene Chikiar Bauer, y podría seguir. Cada entrevista, si bien transita sobre ejes transversales (los propios caminos como escritora/escritor; las decisiones sobre el género que se aborda; palabras a quien quiera iniciarse en la escritura) aporta cosas particulares, diferenciales, y que abren un mundo.

Todo esto es posible porque quien entrevista lo genera y anima. No hay pose, ni impostura, ni sobreexposición por parte de Juan Páez. El escritor, la escritora entrevistada es protagonista siempre. Me gustó ir leyendo y encontrarme con fragmentos de las obras de cada autora y autor que Juan usa como disparador para la conversación pero que también convida al lector. Eso incita a seguir leyendo, a salir a buscar ese texto para leerlo completo, a conocer a ese autor, autora tal vez no leída aun.

Las preguntas que Juan hace son para tirar de la lengua, para que el murmullo aparezca.

Un acierto absoluto para mí es que el libro cierre con la conversación con Silvia Barei. No sólo por la calidad poética de su prosa (ella elige escribir una suerte de carta-ensayo en lugar de limitarse a responder una a una las preguntas) y su agudeza reflexiva, a la que ya nos tiene acostumbrados. Sino porque termina de hacer evidente lo que venimos palpitando desde el principio: que el entrevistador se despoja, se ubica como lector de cada una de las escritoras, de cada uno de los escritores, que cede la palabra, la democratiza. Apuntala el protagonismo del otro, su escritura, su obra, sus pareceres.

Nada de esto sería posible sin la sensibilidad (también de escritor) y lucidez generosa de Juan que atraviesa todo el compendio y que habilita que cada entrevista sea un encuentro vital, productivo, de aprendizaje, de disfrute.

Fotografía: Alejandro Zamora





domingo, 6 de mayo de 2018

La hija del inventor por Loreley El Jaber.


Presentación La hija del inventor de Juan Páez. 
(Apóstrofe Ediciones, San Salvador de Jujuy, 2017)


Loreley El Jaber
(27 de abril, Casa de Jujuy, Bs. As.)


Uno entra en libros como La hija del inventor de Juan Paéz como si entrara en una especie de ficción, aquí se develan mundos de otros de la mano de un guía que va abriendo puertas. Y nosotros lectores nos dejamos llevar, entramos en todas esas puertas porque hay una “curiosidad impertinente”, para utilizar las palabras de Guillermo Saavedra, que nos define y convoca, porque queremos saber, y porque hay algo que se hace imagen y nos acerca a esos escritores; así, aquí al lado, en primera persona: la vemos a María Negroni viviendo en Nueva York, imaginando los dedos gordos de Balzac manipulando sus criaturas; a Silvia Barei en medio de ese desierto mexicano, sola, viviendo una ausencia que debía atravesar; a Irene Chikiar Bauer sosteniendo en sus manos un manuscrito de mil páginas, respondiendo a las entrevistas sobre Virginia Wolf en España; a Raúl Dorra en pleno diálogo con su maestro Noé Jitrik en el calor de Puebla; a Gigliola Zecchin en una casa marcada por el silencio, demorándose en palabras que sólo puede decir en italiano o en español, hablando de la claridad en la voz ella que, como diría Molloy, nada “entre lenguas”; a Mori Ponsowi escribiendo en Lima, en Caracas, en Buenos Aires, buscando implacable la mañana como el lugar para rodar la mano; a Tununa Mercado recorriendo con sus dedos y sus ojos “El tesoro de la juventud” de la biblioteca de sus padres; a María Teresa Andruetto conversando tres días completos con Circe Maia en Tacuarembó. Las imágenes siguen. Ustedes, lectores futuros de La hija del inventor, se detendrán seguramente en otras. Ese es el arte de las entrevistas: ofrecer un mosaico de escenas, imágenes, historias; y a él se entrega con soltura Juan Páez en este texto. Pero esa intimidad que uno llega a palpar, en la que se inmiscuye con cierto desparpajo como en un juego (por un rato somos amigos de Canela y de Bellesi, y de mucha gente que escribe muy bien, lo que es un sueño cumplido, hay que decirlo); bueno, esa sensación casi casi real es favorecida también por la decisión del propio Juan de sostener en la escritura una cercanía, casi una amistad, que se trasluce en las entrevistas. “Buena pregunta, Juan”, le dice Alberto Tasso; “No sé, querido Juancito, siempre se encuentra a un gran maestro que no habías leído lo suficiente”, confiesa Diana Bellesi; “Juan querido me enviás las preguntas justo el día que parto de viaje”, le reclama Silvia Barei. Mientras se lee La hija del inventor se arma una cofradía, una especie de comunidad en la que lo que une es la literatura y eso siempre se agradece.

Pero hay que decir que, si bien este es un libro de entrevistas, tiene –como todos- ciertas obsesiones, o ciertas constantes, para ser más precisa, que orientan más claramente lo que podría llamarse el espíritu del libro. Páez piensa en los escritores futuros, los “aprendices” y, como un hermano mayor, pide consejos para sus otros hermanos, una guía, por más pequeña que sea, que apacigüe la angustia o calme el miedo o direccione el camino. Las respuestas en este sentido son variadas, está quien declara no tener consejos para dar hasta quien sugiere con acierto escapar a la trampa de enamorarse de lo propio, pero en líneas generales todos coinciden en un condimento especial -un bien escaso, hay que admitir- para esto de escribir, narrar y armar mundos: la paciencia.

El consejo de Angélica Gorodischer – casi una máxima- es clave: “Leer, leer, leer hasta que a una se le sequen las pestañas. Leer, leer, leer. Si no se lee, no se escribe”. Esa entrevista no sólo abre el libro sino que marca su rumbo. Las respuestas de Gorodischer serán también futuras preguntas ligadas tanto al trabajo de la escritura como al lugar de la lectura. Y digo que marca el rumbo porque Juan elige un título para este libro que responde a ese imperativo de lectura. La hija del inventor remite a un personaje de un film, Bella, que “atraviesa el pueblo con un libro en la mano”. Más allá de la conjunción entre esteticismo y literatura que regala la imagen, el libro se porta, es el legado familiar del que hablan Gorodischer, Mercado y Barei, son los libros leídos en la universidad de los que hablan Dorra, Baca, Van Bredam, Chikiar Bauer, son los libros en cruce con el arte en los que se detiene Negroni; se habla de bibliotecas dispersas, de libros diseminados, de lectura –en fin- atravesando con marca indeleble lo escrito.

Me quedo con imágenes maravillosas de este libro en las que me vi reflejada, me detengo en ciertas reflexiones, me quedo pensando en “el poema mudo” al que refiere Diana, en la cercanía imposible del poema traducido de la que habla Mori, en la tarea del escritor como la tarea del disenso que sostiene María, entre muchas otras.

Comparto, como lo hace Juan Páez a lo largo de todo el libro, en un gesto de mancomunidad literaria, un fragmento, una respuesta, que subrayé especialmente:

¿Qué factores pueden ayudar y cuáles entorpecer el trabajo de la escritura? Le pregunta Juan a Elena Bossi y ella responde así: “La vida cotidiana, con su traqueteo, me aleja muchas veces de la escritura; pero cuando me siento a escribir en condiciones ideales, ¿sobre qué escribiría si no me involucrara de lleno con la vida? Entonces es como si uno escalara una montaña o cruzara el mar para ver algo que desea y resulta que ese algo es valioso porque se escaló la montaña o se atravesó el mar”

Fotografía: Luciana Pedicone Lewin. 



domingo, 22 de abril de 2018

La hija del inventor, en Buenos Aires.

Viernes 27 de abril, 2018, 17. Av. Santa Fe 967 - CABA. 




















Presentación de La hija del inventor (Ed. Apóstrofe, 2017)

El escritor e investigador jujeño, Juan Páez, presentará su libro La hija del inventor. Su obra reúne entrevistas a escritores de distintos puntos del país, las que permiten acercar al público lector a la producción de los autores, conocer el modo en que comprenden la literatura y sus complejidades.

Estarán presentes:

María Negroni: autora prolifera y diversa. Ha publicado ensayos, novelas, libros de poesía y particulares obras textuales. La misma, ha sido la impulsora de la primera maestría de escritura creativa en Argentina. 

La escritora, editora y traductora argentina, Mori Ponsowi, quien ha publicado tanto poesía como novela y ha sido galardonada con el Premio Nacional de Iniciación, de la Secretaria de Cultura de la Nación y el Internacional de Novela "Letrasur". 

También contaremos con la presencia de Gigliola Zecchin, periodista cultural y escritora -a quien conocemos con el nombre "Canela"-. Creadora de numerosos ciclos radiales y televisivos, ha sido conductora, guionista, como asimismo, se ha dedicado al documentalismo y al trabajo editorial. 

El viernes 27 de mayo, 17 horas, en la Casa de Jujuy en Buenos Aires junto al licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Jujuy, a través de sus preguntas, ingresaremos al mundo de los textos, sus autores y procesos de creación. La presentación estará a cargo de la crítica e investigadora, Loreley El Jaber. Los esperamos. 

Prensa de la Casa de Jujuy 
en Buenos Aires.