domingo, 3 de mayo de 2020

Elena Bossi: Sevilla a pie


SEVILLA A PIE


Compartimos algunos apuntes que Elena Bossi tomó durante su viaje a Sevilla, España. Eran notas sin corregir solo para amigues.  


Llegué a Sevilla ayer, pasadas las dos de la tarde.

El hotel, precioso y confortable. Ahora mismo estoy tomando cafecito en un patio adorable, descansando del día.

Lo primero que hice fue tirar todo al demonio y salir corriendo a ver la catedral y la Giralda (pensé que era bueno viajar cuando las piernas están fuertes porque vi algunas personas que se detuvieron en la mitad de los 34 pisos de la Giralda y tiraron la toalla: no solo ancianos). Por la noche, un baño de inmersión relajante y de ahí a una placita con mesas para un pastel de berenjenas con una copita de vino. Me dormí antes de las doce después de leer unas páginas de una novela de Ian McEwan que compré en un quiosco sobre Rivadavia antes de partir.

Dormí de maravillas, me desperté hoy a las ocho y después de una ducha fui derecho hacia el museo de Bellas Artes mientras comía unas manzanas para el desayuno. Lo mejor del museo es una gran sala con enormes pinturas de Murillo. Se ve la diferencia con los demás autores de pinturas religiosas. Las expresiones de sus personajes son humanas, sufren o se conmueven, sonríen… quiero decir que son personajes que tienen sentimientos y pasiones reales y uno puede imaginarse lo que están viviendo.

Desde el museo caminé hacia el Alcázar por un camino que bordea el Guadalquivir, así vi la Plaza de Toros y la Torre del Oro; pero especialmente, me gustó la caminata por el Paseo de Cristóbal Colón junto al río. Una mañana preciosa. Entré a visitar el Alcázar y recordé Estambul, me sentí otra vez en el Imperio Otomano. Una maravilla esos jardines y las habitaciones, el sonido del agua (como ahora, aquí mientras escribo en el hotel, en este patio con una fuente. El silencio y el agua mientras anochece).

Cuando salí del Alcázar, después de beber toda bebida que se cruzaba por mi vista, desde agua a jugo de tomate porque estaba sedienta, comí una ensalada y caminé hasta la Plaza España que recorrí despacio. Desde allí, crucé el parque y llegué al museo arqueológico. Entré a visitarlo. Imperdibles los mosaicos romanos y la planta alta con el tesoro del Carambolo. Le dejé mis respetos a Astarté y Baal.

Me impresionó una estatua con media cara, hasta la nariz que traté de fotografiar por el efecto extraño que producía. Blanco sobre blanco.

A la salida del museo quise tomar un taxi para regresar al hotel, pero me despisté. Pasó un señor en bicicleta que me vio cara de perdida y me ofreció ayuda. Así conocí a Manuel, que como era un desocupado, tenía todo el tiempo del mundo y me acompañó caminando de vuelta hacia las calles cercanas a mi hotel.

Manuel me fue llevando de vuelta por los sitios que él conocía y tuve un guía experto y sensible que me llevó por pasadizos donde había concertistas de guitarra, calles secretas y callejones típicos. Cuando quise agradecerle sus atenciones convidándole un café, no aceptó y me invitó él a tomar un refresco. Bebí un “mosto sin alcohol” y nos trenzamos a charlar en la barra con el mozo que tenía un humor fino y hacía rato se le veían las ganas de participar en los temas. Resultó una charla deliciosa.

Me despedí de Manuel deseando que encontrara trabajo. Ojalá. Pasé por una dulcería con galletas exóticas y quise probarlas (ahí tiré por la borda todos los cuidados dietéticos del día). Riquísimas, pero creo que cada una equivalía a una cena completa con vino y postre. Regresé al hotel y tomando un cafecito escribo estas líneas para no olvidarme de nada.


Elena Bossi, Sevilla, 2012


© Elena Bossi.

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