jueves, 15 de enero de 2015

Hoy habrá "música para aeropuertos"


música para aeropuertos es un libro hecho de voluntades encontradas. Publicado en 2013 por la Editorial Intravenosa, (Jujuy) contó con la colaboración de Luciana Pedicone Lewin (fotógrafa), Bruno Rojo y Juan Pablo Vinet (artistas plásticos) quienes me permitieron incluir en el libro algunas de sus obras. Agradezco a Diana Bellessi por su atenta lectura y las observaciones realizadas. También a Analía Hounie por los talleres de poesía que organiza desde el Fondo Nacional de las Artes. A Elena Bossi por esta hermosa bienvenida:


Poesía del dolor y de la entrega hecha de decepciones, desencuentros, de  nostalgia ajena rodeada de encajes y del desarraigo propio de un Ulises contemporáneo que deambula, a través de las horas solitarias, una ciudad que declina. Palabras no dichas que llaman al lector a indagar por lo que falta. 

Una poética que desconfía de su origen y se cuestiona acerca de la decadencia del mundo y de la palabra. Tal vez, esa desconfianza sea la responsable de la presencia de imágenes que funcionan como poemas, y a su vez atribuyen a los poemas la sospecha de que podrían ser fotografías, pinturas y dibujos. 

Doy la bienvenida a este primer libro de Juan Páez al que, estoy segura, le seguirán otros muchos.1

Elena Bossi


A continuación, comparto algunas lecturas y fotografías que van llegando: 

Autor: Dario Rivera. (Jujuy)

Escribe Natalia Leiderman para el blog Malón Malón que llevan adelante Patricio Foglia y Tom Maver:

"No es –solamente- porque hace poco lloré en el asiento de un colectivo ni porque siempre me deslumbro un poco cuando el dolor -esa cosa tan visceral tan íntima- se hace material en el ámbito público. No es solo por eso que abrazo a “Ómnibus” como punto de partida. Con una agudeza, al mismo tiempo enigmática y transparente, este poema condensa algo que vibra en todo el poemario “Música para aeropuertos”. ¿Qué significa llorar en el colectivo? Cuando alguien se sienta en el ómnibus y llora, se abre en el silencio compacto de la multitud una grieta luminosa por la que escapa el dolor individual. Esta grieta monta una pequeña representación en la que ese alguien se ve a sí mismo y en la que los otros pueden ver, si se atreven, algo de su propio dolor.  “Quienes no han llorado/ en el asiento de un colectivo/ nunca traducirán esto que nos pasa”.  Aquellos que no se han detenido en el viaje a llorar, se pierden algo; se pierden el reconocimiento de su dolor. “Esto que nos pasa” pasa en al menos tres sentidos: nos sucede, nos excede, y a la vez se nos pasa: es temporal. “Música para aeropuertos” construye una poética del viaje que es, también, una poética de lo transitorio, del dolor y del reconocimiento. Todo, en el universo poético de Juan Páez, se va hiriendo y subsanando en el viaje. En los viajes, mejor dicho. Porque el gran viaje se subdivide, o multiplica, en millones de experiencias fugaces."2
 
Foto: Luciana Pedicone Lewin (Baires)
























Mariela Copa: Bar de hielo en El Calafate.
Hernán Sosa de la Universidad Nacional de Salta escribe:

"La infancia, con una deliberada elección por la figura de la niña -en cuyos avatares del crecer se explora, desde una sutil perspectiva de género, las dinámicas de la microfísica del poder-, constituye un tópico deconstruido en escenas de retos, de castigos y de sacrificio personal, en cuya nimiedad se solapa la fortaleza de los disciplinamientos sociales y se cobija, además, el impensado gesto contestatario, pues: “las niñas desobedientes/ saben que las castigarán/ y aun así se ofrendan en cada cena”. Este universo de signos de infancia de “las niñas desobedientes”, sostenido por el rescoldo emotivo del recuerdo, con sus muñecas, sus canciones escolares, sus pulseritas, sus piedritas, aparece interpelado por las voces desacralizadoras de la mujer, reencarnadas en el palimpsesto del mito occidental, desde donde pugnan por liberarse de la cárcel del lenguaje: Penélope “ha decidido mudar de lengua” en tanto que “liberarse de su nombre ella quiere”, mientras que Helena “quiere (por una vez) dejar de sentir el peso de su palabra."3


noviembre está dedicado a Camila García Reyna.
Hace unos días recibí unas palabras del escritor Álvaro Cormenzana, a quien admiro profundamente y a quien le debo mi música de cada día. A continuación, transcribo algunas de ellas: 

"su cuerpo es una barca/ esta mañana/ en la que cada palabra cuesta", suficiente para entender el misterio del poeta, que sostiene sin pudor que un cuerpo es una barca, no como una barca: es una barca. Al como, propio de la gramática inglesa, el poeta lo esquiva como un gran gambeteador que sabe cómo defender la pelota. No es para nada menor la cosa, mucho menos inocente.
      Está "Helena" que quiere descubrir el peso de sus palabras, dejar de descubrirle al rey los guerreros. Toda una mujer. Helena sabe que su voz, aunque murmurada, durará más que todos esos guerreros que inquietan a cualquier soberano. En "huida", ella no se sabe que "ya no quiere esperarlo/ librarse de su nombre quiere".
"ómnibus" es otro no lugar que por imperio de la poesía muta. Como todo el mundo sabe (aunque el mundo sea tan olvidadizo, como escribió Lucio Victorio Mansilla) la poesía es la mutación de los sentidos, lean si no: "no saben del paisaje/ que también se marcha/ por la ventanilla". En "zona publica", "el que habita detrás del espejo/ no en sus retratos": más de uno lo ha sospechado, seguro. Pasa que Juan Páez lo ha escrito. Y "los grandes poetas nos plagian" ha escrito bien Ortega y Gasset. Punto pal chango"4

De bonito el día de la presentación.


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1- Elena Bossi estuvo a cargo del prólogo.
2- Leiderman, N. Fragmento. Texto completo disponible en: http://malonmalon.blogspot.com.ar/2014/12/juan-paez-escribe-poemas-para-evitar.html
3- Sosa, H. Fragmento de reseña inédita. 
4- Cormenzana, Á. Fragmento de reseña inédita.

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