viernes, 2 de enero de 2015

Entrevista a Angélica Gorodischer.


© 2011. Córdoba. Facultad de Lenguas.


Me acuerdo de aquella tarde en Córdoba cuando la escuché hablar de sus obras literarias y quedé, por decirlo de algún modo, absorbido por su voz y con esa voz tatuada en mi memoria. Y su voz se quedó para siempre y lo descubro cuando releo algunos de sus cuentos o novelas porque con las primeras frases siento que es Angélica quien me los lee. La recuerdo con mucho cariño.

Tiempo después, la carrera de Letras de la Facultad de Humanidades de Jujuy la invitó para hablar de su narrativa. Esa vez nos volvimos a ver. Los busqué por el hotel, tomamos café porque hacía mucho frío. Charlamos mucho. Era el principio de la primavera.

Angélica es de esas personas, que a pesar de la distancia, uno nunca quiere tener lejos. En aquel entonces le hice una entrevista para que siempre me acompañara con su voz, sus ideas y su modo de entender y aprender de la vida. Aquí comparto un fragmento y el enlace donde podrán leerla completa (Pág. 90-92) 

Juan Páez: ¿Cómo empezó tu carrera literaria?

Angélica Gorodischer: A los siete años yo supe que iba a ser escritora, porque desde los cinco estaba leyendo todo lo que encontraba a  mano, que era mucho. En casa de mis padres había una biblioteca, mi madre leía literatura, arte, filosofía; mi padre,  literatura gauchesca, historia. Yo, de todo, lo entendiera o no: la cosa era leer. Y leía, leía, leía. Las escritoras nacemos de las lectoras. Si no hay lectura, no hay escritura, o la hay pero  sin valor literario. Yo leí de todo (como aconsejaba sabiamente Aldous Huxley) desde muy chica. Y me apasionaban las novelas de aventuras. A los siete  años me dí cuenta, y me dije “esto es lo que yo quiero hacer”. No empecé enseguida porque tuve mucho que hacer: suspender mi educación para empezar a ir a la escuela, como dijo George Bernard Shaw, ser una excelente alumna (en esos años estaba bien visto ser buena alumna y horriblemente mal visto ser mala alumna), terminar el  secundario, ir a la facultad de filosofía y letras, pelearme con mi mamá, con mi papá y con el mundo entero como   corresponde a toda adolescenta que se respete, dejar la facultad en cuarto año (pensé: ¿qué estoy haciendo acá? Yo no quiero enseñar literatura, quiero escribirla), casarme, tener mis chicos y así por el estilo. Y en un momento poco favorable para esas decisiones (tres chicos chiquitos, marido, casa, jardín, gata, perro, empleo fuera de mi casa), dije “vamos loca, ¿qué querés ser? ¿escritora o una señora que escribe?”. La decisión no era difícil.

JP: Te diste, y das, el lujo de pasar por todos los géneros de la novela ¿El género es algo que planificas, que está previamente “pautado”, o escribís y a medida que avanza la escritura, se va definiendo?

AG: Yo tengo que tener todo planificado y escrito en un resumen. Sé qué va a ser, si novela o cuento, cómo va a ser, quiénes son los personajes, cómo va a empezar, cómo va a terminar. Lo del medio queda un poco difuso. Siempre.
Aclaración: todo lo antedicho me ayuda, pero puedo traicionarlo si me parece necesario.

[Continúa] 
Publicada en Revista Cultural Intravenosa n° 12. Jujuy


Para finalizar esta entrada, comparto una anécdota de la que habló Angélica en aquel encuentro en Jujuy y a la que se refiere en esta entrevista concedida a Silvina Friera* (Página 12). Allí, A.G. comenta: 

"Y hubo pintores que me marcaron muy temprano, como Rembrandt, (Claude) Lorrain y el mismo Ziem. A los cinco años no me cansaba de mirar La ronda nocturna de Rembrandt; es muy dramático, tremendo, no son los fusilamientos de Goya, pero esos hombres con las armas y los faroles me impresionaban. Mi mamá me contaba cuentos así que estaba acostumbrada a oír ‘entonces’. Después de mirar ese cuadro me preguntaba qué pasaba. La primera vez que fui a Amsterdam, a un congreso, me hice un ratito para ir al Rijks Museum. Entré a un enorme salón, todo blanco, y en el fondo estaba La ronda nocturna, que ocupaba toda la pared. Me senté en un banco y me puse a llorar. La gente debe haber dicho “está loca”. Pero a mí qué me importaba, yo estaba con La ronda nocturna. ¡Qué ma-ra-vi-lla! Desde muy chiquita anduve entre libros y el arte.”







No hay comentarios:

Publicar un comentario