Leído en el marco de la 7ma Feria del Libro - 2011. Presentación del libro "Cuentos y encuentros con 10 pintores argentinos" de Canela.
Fotografía de la Feria del Libro |
Pinturas, vitrales y frescos; mosaicos,
esculturas, grabados, dibujos y murales. Con óleos o con témperas, con
acuarelas o carbonillas, con lapicera azul y con palabras. Dedicado a Gloria Rodrigué y a María Torres,
este libro Cuentos y encuentros con 10 pintores argentinos abre sus puertas al público.
Canela, Gigliola Zecchin para sus poemas, logró
conjugar la literatura y la plástica. Inspirada en cuadros famosos de artistas
argentinos reconocidos, elaboró una serie de cuentos que se reúnen en este, su
último libro.
En una conferencia reciente, Mónica Weiss cuenta
que el primer ingrediente en los libros para chicos es la narración y que luego
se los ilustra, por lo que los dibujos están en función de lo que fue escrito.
El libro de Canela, tal como lo señala en una breve introducción denominada Los cuentos, supone un camino inverso
en tanto que los cuentos nacen de esas imágenes, surgen de estas pinturas: Cándido
López, Alfredo Gramajo Gutiérrez, Alejandro Xul Solar, Emilio Pettoruti, Fortunato
Lacámera, Antonio Berni, Juan Battle Planas, Lidy Pratti, Jorge de la Vega y
Benito Quinquela Martín constituyen la nómina de los artistas seleccionados.
Pinturas, cuentos, biografías y un glosario son
las partes que conforman esta obra. La palabra “encuentro” le gusta mucho a
Canela. En este caso, la imagen y la palabra no sólo se encuentran sino que
también se brindan, se complementan y se sostienen.
"La naranja se pasea
de la sala al comedor…
Cándido la ve justo
cuando está por ponerse a pintar"
Naturaleza muerta de Cándido López inspira Te
voy a hacer famosa, el primer
cuento del libro. Cándido es un personaje, un pintor, que habla con una naranja
“paseandera” a la que vuelve famosa;
al dibujarla esta le sale “con ojitos y
la sonrisa ladeada”; una naranja que porque se hizo famosa “anduvo por los museos”.
“En la mesa ya había
peras, una sandía, duraznos, bananas y unas cuantas naranjas más. Envuelto en
el aroma de las flores y los frutos, Cándido lo pintó todo con gran prolijidad”.
La enumeración de
las frutas nos abre el apetito y despierta nuestro deseo. Quien lee desea la
sandía, las naranjas, los duraznos y siente el aroma que se desprende de las
flores y de los frutos. Ocurre lo mismo en otro cuento denominado Con
la panza llena, allí nos dicen que “hubo
asado”. Lo podemos saborear, aunque ya se lo hayan comido en esta “fiesta de bautismo”. Hueso es un perro que
sueña que baila con Manuela. De fondo escuchamos “Zamba… de mi esperanza… amanecida como un querer”. A la comida la
acompañamos con buena música.
En Un mapa antiguo, cuento inspirado en la obra Contraluz de Emilio Pettorutti, los
lectores saboreamos “el aire” que “tiene olor a sal”, y bebemos “el aire de la botella” que “está llena de tiempo”.
Aromas marinos o florales, el fragmento de una
canción infantil o de una zamba e incluso el sabor de las frutas o del asado
buscan involucrar al lector, sumergirlo en la historia. Así es posible entender
que cuando miramos una pintura todos los sentidos se mezclan como lo hacen los
colores sobre la paleta de un pintor.
El proceso de creación encuentra su punto de
partida en el juego como nos lo cuenta su autora: “quizá porque estas imágenes son intensas y originales pude entrar en
ellas y ponerme a jugar”. Esa
intensidad que excede al cuadro es la que permite su escritura. Tomo unas
palabras de la novela Imposible equilibrio de Mempo
Giardinelli: “no el cuadro sino la
emoción de lo pintado. No la sinfonía sino la vibración que nos conmueve”.
En el caso de la pintura, pienso que esa intensidad es la de la emoción mezclada
con colores.
Miro los cuadros como recortes, fragmentos de
algo más grande que los contiene. Esa fragmentación genera espacios de
ausencias. Quien contempla una pintura es posible que ingrese a ella narrando
esa ausencia, contando esa parte que falta. Los cuentos de Canela reflejan
la mirada de un niño; sería como realmente miramos pinturas cuando somos niños,
inventando historias para darle un sentido a lo que vemos allí. Por el
contrario, las biografías plantean una mirada distinta a la de los cuentos: en
las biografías miramos como grandes, por ejemplo, el cuadro de Lidy Pratti ya
no es una ciudad en la luna cuyo césped es blanco, sino que son sólo 15
rectángulos iguales.
Esa intensidad del arte nos
impulsa a decir algo para sobrellevarla; tanto sentimiento sobre una tela que
es imposible no decir, no preguntar, es lo que le ocurre a Diego, el hijo de
Santiago Kovadloff cuando frente al mar le dice a su padre: “Ayudame a mirar”.
Son todos cuentos cargados de los
más diversos sentimientos: desde la soledad hasta la ternura.
Pienso en mí cuando era niño que vivía en un pueblo
pequeño donde no había un museo. Pienso cómo me habría gustado tener un libro
como este en mis manos.
¡¡Felicitaciones, Juan!!
ResponderEliminarMil gracias Fernanda. Ayer se lo mandé a Canela. Le encantó!! Te cuento que voy a seguir investigando sobre su poética, así que espero contar con tus lecturas y observaciones :-)
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