La escritura, frente a las obras de Cristian Romano, se impone. Aquí unas palabras para sus Criaturas abismales.
kolkrabba serpentarium de C. Romano |
Ojalá me nombraras con nombres diferentes
Juan Gelman
En esta cotidianeidad hubo algo monstruoso que
despertó. Les dijo todas las palabras juntas en una. Por momentos, el orden
aliviana nuestra carga. Si lo digo esta noche, puede que controlar la locura
sea posible y no una vana ilusión. Hoy deseo ese orden. Lloramos su ausencia. Me
digo basta por ahora, las verdades sueltas deshacen mi cuerpo, que hasta la
mañana siguiente permanecerá esparcido en el suelo. Comentaste que el arte es
efectivo, siempre y cuando no sea posible narrarlo. Y ahora que pienso en vos, pienso que si no se
narra, el arte también genera ofuscación. Que puede entrecortarnos la
respiración hasta lograr que el aire no ingrese.
Las líneas se rompen y de las figuras perdemos
sus límites, los borramos con la mirada y ponemos partes de nuestros cuerpos para
sustituir esas ausencias. Ahora las voces que despide sólo llegan a modelar eso
que no consigue señalarse por completo. Se quiebra de lo conocido su orden para
que lo demás suceda. De-Cirse. Las curvas nos guían por los bordes. Evitar la
caída. Dibujos que me recuerdan el abismo y la transpiración que genera el
vértigo. Luego del giro ya no hay ensueño y no habrá dolor ni piedad ni amor.
Sentado frente al espejo pone en imágenes sus
excesos. Con ellos los perfila a uno por uno, los d-escribe y descalza. A lo
lejos, murmuran que libera la vida de aquel otro para poder sentirse él mismo. Sus
espejos entorpecerán la peregrinación, lo sabe.
El arte lo salva del duelo infinito, piensa. Los
tatuajes relatarán la fractura y el instante que compartirán eternamente. Desde
el sillón observa el canto de las aves. Toma un bocado y bebe una copa. Ya de
pie, recorre las pinturas de cuerpos excedidos de relieves y texturas. Sin los
prejuicios que siempre le instala a todo, esta vez puede mirar.
Él era también él. Él era también ella. Sentados
contemplan, con menos asombro de lo que uno podría imaginarse, el espectáculo
de la propia muerte en la muerte del otro.
Después el grito nocturno y la falta de aire.
Las aves de la noche llegan. Es verano. El aire
se ha vuelto nuevamente insoportable. Molesta su pesadez. Asfixia. Cierra la
ventana del dormitorio, pero con eso no basta. Camina de noche. No quiere fiebre
ni sudor. Busca libertades. Se pone zapatillas y sale a correr bajo la lluvia.
Se da cuenta de que el aire en esta ciudad, por momentos, puede volverse más
liviano. Hambre. Cuando ya respira de nuevo, la sombría confesión de todo ser
surge.
Publicado en Criaturas abismales del artista plástico Cristian Romano. 2013.
Muy bueno, Juan, te felicito.
ResponderEliminarMuchas gracias, qué lindo que haya gustado.
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