SEVILLA A PIE
Compartimos algunos apuntes que Elena Bossi tomó durante su viaje a Sevilla, España. Eran notas sin corregir solo para amigues.
Llegué a Sevilla ayer, pasadas
las dos de la tarde.
El hotel, precioso y
confortable. Ahora mismo estoy tomando cafecito en un patio adorable,
descansando del día.
Lo primero que hice fue tirar
todo al demonio y salir corriendo a ver la catedral y la Giralda (pensé que era
bueno viajar cuando las piernas están fuertes porque vi algunas personas que se
detuvieron en la mitad de los 34 pisos de la Giralda y tiraron la toalla: no
solo ancianos). Por la noche, un baño de inmersión relajante y de ahí a una
placita con mesas para un pastel de berenjenas con una copita de vino. Me dormí
antes de las doce después de leer unas páginas de una novela de Ian McEwan que
compré en un quiosco sobre Rivadavia antes de partir.
Dormí de maravillas, me
desperté hoy a las ocho y después de una ducha fui derecho hacia el museo de
Bellas Artes mientras comía unas manzanas para el desayuno. Lo mejor del museo
es una gran sala con enormes pinturas de Murillo. Se ve la diferencia con los
demás autores de pinturas religiosas. Las expresiones de sus personajes son
humanas, sufren o se conmueven, sonríen… quiero decir que son personajes que
tienen sentimientos y pasiones reales y uno puede imaginarse lo que están
viviendo.
Desde el museo caminé hacia el
Alcázar por un camino que bordea el Guadalquivir, así vi la Plaza de Toros y la
Torre del Oro; pero especialmente, me gustó la caminata por el Paseo de
Cristóbal Colón junto al río. Una mañana preciosa. Entré a visitar el Alcázar y
recordé Estambul, me sentí otra vez en el Imperio Otomano. Una maravilla esos
jardines y las habitaciones, el sonido del agua (como ahora, aquí mientras
escribo en el hotel, en este patio con una fuente. El silencio y el agua
mientras anochece).
Cuando salí del Alcázar,
después de beber toda bebida que se cruzaba por mi vista, desde agua a jugo de
tomate porque estaba sedienta, comí una ensalada y caminé hasta la Plaza España
que recorrí despacio. Desde allí, crucé el parque y llegué al museo
arqueológico. Entré a visitarlo. Imperdibles los mosaicos romanos y la planta
alta con el tesoro del Carambolo. Le dejé mis respetos a Astarté y Baal.
Me impresionó una estatua con
media cara, hasta la nariz que traté de fotografiar por el efecto extraño que
producía. Blanco sobre blanco.
A la salida del museo quise
tomar un taxi para regresar al hotel, pero me despisté. Pasó un señor en
bicicleta que me vio cara de perdida y me ofreció ayuda. Así conocí a Manuel,
que como era un desocupado, tenía todo el tiempo del mundo y me acompañó
caminando de vuelta hacia las calles cercanas a mi hotel.
Manuel me fue llevando de
vuelta por los sitios que él conocía y tuve un guía experto y sensible que me
llevó por pasadizos donde había concertistas de guitarra, calles secretas y
callejones típicos. Cuando quise agradecerle sus atenciones convidándole un
café, no aceptó y me invitó él a tomar un refresco. Bebí un “mosto sin alcohol”
y nos trenzamos a charlar en la barra con el mozo que tenía un humor fino y
hacía rato se le veían las ganas de participar en los temas. Resultó una charla
deliciosa.
Me despedí de Manuel deseando
que encontrara trabajo. Ojalá. Pasé por una dulcería con galletas exóticas y
quise probarlas (ahí tiré por la borda todos los cuidados dietéticos del día).
Riquísimas, pero creo que cada una equivalía a una cena completa con vino y
postre. Regresé al hotel y tomando un cafecito escribo estas líneas para no
olvidarme de nada.
Elena Bossi, Sevilla, 2012
© Elena Bossi.
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