Nadie es mi nombre de guerra: diálogo abierto con María Negroni
(San Salvador de Jujuy)
Juan Páez
(12 de septiembre de 2018, FHyCS-UNJu)
Buenas noches
En primer lugar quiero agradecer a la organización de las VII Jornadas de
Estudios Literarios y Lingüísticos del Norte Argentino por hacer posible que esta
noche María Negroni visite nuestra casa.
Además, destacar que desde hace ya varios encuentros, este evento académico
les brinda un espacio a las escritoras y escritores, y eso es algo que uno
agradece siempre. En el trayecto, contamos con la visita de Eduardo Galeano,
Angélica Gorodischer, Diana Bellessi, Florencia Abbate, Silvia Barei, entre otras
personalidades.
Cuando pienso en la obra de María inmediatamente tengo una imagen: soy yo
practicando el equilibrio en el suelo inestable del hacer. Porque su obra, me
atrevo a decir, es un buen ejercicio para la imaginación y una apuesta a la construcción
de espacios inclasificables.
Llegué a la obra de María una tarde justo después de un examen. Mis
premios, cuando era estudiante, eran libros que compraba con el dinero que me
pagaban en el videoclub donde trabajaba. En aquella oportunidad, me compré Galería fantástica y lo leí de un solo
tirón.
Y me fasciné.
Después, llegó La Anunciación y
recuerdo que, luego de nadar por sus páginas, asistí a un des-conicerto que
podría definir como polifónico. En ese no entender nada frente a tanta
claridad, me di cuenta de que estaba frente a una gran artista. Porque su escritura
me enfrentaba al lenguaje, y eso solo lo había experimentado cuando era chico y
estaba aprendiendo a leer.
Y busqué los libros que María había publicado. Antes de mudarme al litoral,
Elena Bossi me obsequió un ejemplar de La
Colección donde María participa a través de una charla que mantiene con
Gigliola Zecchin, con Canela, a propósito de la presentación de esta novela en
Roma.
Así la obra de Negroni, por momentos, se transformaba en uno de esos juegos
en los que descubrimos imágenes uniendo números, guiados por el trazo que une
un punto con el otro.
Esta vez, regresé a su novela polifónica, nuevamente desprovisto de armas y descalzo.
Y descubro que María es una artesana del lenguaje. Porque siento que está
detrás. A ella que le gustan tanto las muñecas, los títeres y todo lo mínimo,
creo que aprendió a manejar los hilos que sostienen a las palabras.
Para dar inicio a este diálogo abierto denominado Nadie es mi nombre de guerra, quiero comenzar con la lectura de un
poema.
Pero antes, como verán en la tapa de la La Anunciación,
tenemos una obra de la artista plástica Nora Correas. Y casualmente, hace poco
volviendo de un viaje a Punta del Este, una amiga me obsequió este maravilloso
volumen de Pequeños reinos que se
presentó hace poco en la Casa de Victoria Ocampo en Beccar:
El jardín de las delicias
érase una vez
un jardín
o algo parecido
a un jardín
donde la noche
ocurría
sin ser vista
diríase un
prólogo
de flores
doradas
a un otoño
sin escritura
se sucederán
los días de las niñas rojas
en sus canastas
había un tintero
la muerte les
puso pena sin despertarlas
cosas raras
de nunca amar
así es el sur
así es estilo
de la ternura (pág. 11)
María, en nombre de las Jornadas, bienvenida a Jujuy.
Foto © José Bárcena (Jujuy, 2018) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario