Jujuy. 2011 |
Ella, ellas.
“ella da los años güenos y ella castiga con los
años malos”
Lorenza
de Moreno.
Su
existencia data de muchos siglos antes del descubrimiento de América y aún
sobrevive en algunas zonas del noroeste argentino, Bolivia y Perú. Cuando los
españoles pisaron suelo americano, la leyenda de la Pachamama ya constituía
parte del folklore incaico por eso, según lo señalan algunos estudios, su
origen debe rastrearse en las comunidades agrícolas del occidente sudamericano.
Muchas
son las versiones de la Pachamama. Algunas de ellas nos dicen que es una sola y
que nadie sabe cómo es, nunca nadie la ha visto. Sin embargo existe otra
versión que sostiene que no se trata de una Pachamama, sino de varias:
“Como son muchas las Pachamamas,
alguna de ellas, en determinado lugar, puede estar disgustada con alguien.
Entonces hay mudarse donde otra Pachamama […] sea bondadosa y no tenga
rencores”[1].
Más allá
de si se trata de una o de varias, existe entre estas versiones un punto en
común y es que la imagen de la Pachamama es una imagen escindida: por un lado
es la madre que todo lo provee pero, por el otro, es la que castiga cuando no
se le cumple.
“La deidad es generosa con la gente buena”
Cuentos
regionales argentinos.
Y las
voces pasaron al papel para resguardarse del tiempo: “La Pachamama es la tierra. Nos da todo lo que tenimos y comimos. Su
día es el 1° de agosto”[3]. Así comienza una de las doce versiones
que Berta Vidal de Battini recopiló a lo largo de la Argentina. Celebrada cada
primero de agosto, la Pachamama es la madre que amorosamente cuida, protege y
alimenta a todos aquellos quienes la respetan y veneran: “es la que nos da de comer a todos. Ella es la que cuida la hacienda y
multiplica la hacienda”[4].
Se le ofrece comida, alcohol, cigarro y coca. Hay que alimentarla y ella
será generosa “se entierra en un lugar
cerca de la casa una olla de barro con comida cocida. También se pone coca,
yicta, alcohol, vino, cigarros y chicha”[5]. Bondadosa con quienes cada año le
rinden culto, la Pachamama les procurará bienestar, protección y salud. Cuidará
sus animales, la hacienda. Pero si no se cumple, si uno falla, ella castigará.
“Mitá mala”:
“No hay
que reírse pues de lo contrario sobrevendrá el castigo”
Elena
Bossi
Entonces
ella, la tierra, escarmienta. Se
transforma en la madre que reprende a sus hijos, la Pachamama deviene fosa
sepulcral. Ya no procurará cuidados.
Su seno ya no dará vida, ahora es seno mortuorio. Los despoja de sus bienes.
Fallarle constituye una ofensa que se paga con la propia vida o con la de algún
ser querido: “Y lo ha visto la hija, una
muchacha de diez y seis años […] el padre se ha salvau en una raíz de sauce. Y
el río ha llevado […] a la niña. […] El río castiga porque lo manda la
Pachamama”[6].
Ella es
ellas. Juntas y antagónicas. La Pachamama, la Madre Tierra, puede ser dadora de
vida, la que brinda alimentos y cuidados a quienes la respetan. No obstante,
quien la ofenda será castigado. Entonces embravece las aguas para acarrear la
muerte, devora la hacienda. La tierra
ya no da vida, sino que fagocita. Enojada y dolida, procura el despojo, la
pérdida como forma de castigo para que sirva de lección al resto de sus
hijos.
De
"El oficio de la alquimia" en Revista Digital Meta Arte N° 2 -
Especial Pachamama. Agosto - 2012.
Visitá:
www.metaarte.com.ar
[1] PALEARI, Antonio. 1988. Diccionario
de los dioses andinos. Buenos Aires. Pág. 225.
[2] Referido a la sirenas. “mitá mala, mitá buena” en http://beangos.info/unambihuoinfo/?page_id=1731
[3] VIDAL DE BATTINI, Berta E. 1984. Cuentos y leyendas populares de la Argentina. Ediciones Culturales
Argentinas. Ministerio de Educación y Justicia. Buenos Aires, Versión 2273.
[4] Ibidem. Pág. 775.
[5] Ibidem. Pág. 765.
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