Si ya no estoy viva
cuando vuelvan los mirlos,
al de corbata roja
dale por mí una miga.
Emily Dickinson[1]
El libro Oficio de aurora de Alcira Fidalgo fue publicado en el año 2002, bajo
la dirección de José Luis Mangieri y por la editorial Libros de Tierra Firme. En esta publicación se reunieron varios de los
poemas de Alcira que fueron conservados por su madre, Nélida Pizarro.
Dueña de una notable sensibilidad,
Alcira nos ofrece una poética apasionante,
en la que se pregunta constantemente por el sentido de la ausencia, del
cuerpo y de la muerte. Sus palabras son intensas como lo es el color rojo de la
sangre:
La patria es
un dolor que aún me
sangra en
las espaldas[2]
El lenguaje de Alcira es lenguaje de la
intemperie. Un cuerpo desprotegido que busca refugiarse y no halla dónde
hacerlo. Sólo la espalda puede resguardarla, aunque sangre. El dolor
expulsa la voz, la arranca. El
cuerpo que sangra, tiempo después, será también el de la Patria porque no cuidó,
sino que expulsó y expuso.
Las palabras “dolor”, “espaldas” y “sangra” nos
remiten también a la tortura. Es “La patria” la que produce “dolor” y lastima
el cuerpo. La tensión que surge entre “me sangra” -que remite a un sujeto- y,
“las espaldas” -que remite a varios- nos muestra cómo el dolor es vivido en uno, pero ofrendado también por los
demás.
En “Oficio de aurora” los poemas
se acompañan con dibujos y ambos se brindan al lector quien los sostiene página
tras página:
“Se presentan
aquí poemas y dibujos de Alcira Fidalgo […] conservados por su madre; sin ella
–y su incesante memoria– este libro no hubiera sido posible”[3]
El libro está compuesto por una Nota preliminar, le continúa Otra voz canta, luego Oficio de aurora y finalmente Voces familiares. Las palabras de la
contratapa pertenecen a José Luis Mangieri.
En “Otra
voz canta” cada apartado se inicia con un poema de Circe Maia. Pero además
de los epígrafes de esta escritora, encontramos algunas fotos: la primera es una
del año 1949, donde Nélida y Andrés sostienen a Alcira, Trelew. En “Otra voz canta”, se intercalaron
aquellas fotografías (seis en total) y un dibujo: así entre notas, imágenes y
diálogos se reconstruye la vida de Alcira, desde su infancia hasta su
desaparición en 1978:
“Hubo una adolescente que pedía una
moneda para permitir leer su revista. Después comprendió que su “Único desafío”
era “seguir viviendo” aunque dure la ausencia de su amado. Ahora, desde este
libro, la joven eterna ya no nos pide nada a cambio y, sin embargo, nos hace
vivir con ella”[4]
“oficio de aurora”, el nombre del libro, es el verso final
de un poema llamado “Boceto” y que, según consta en la Nota preliminar, fue
escrito con motivo de la muerte de Ernesto “Che” Guevara. Reynaldo Castro como
editor, estuvo a cargo de la clasificación y selección del material para el
libro. Muchos poemas conservan las fechas que aparecían en los originales.
La libertad es una constante en la poética de
Alcira, por eso la presencia de alas y pájaros, pero también encontramos la
lucha, la rebeldía y la revuelta:
Con las
armas de trabajo
cotidiano:
el lápiz, el papel, la lapicera,
estoy haciendo un collar
de poemas
El verbo “estoy” instaura la temporalidad, pero
el presente ya no es algo instantáneo que se diluye con rapidez, ya que la
presencia del gerundio crea cierta morosidad. El movimiento rápido se torna lento;
es una escritura meditada, como engarzar eslabón tras eslabón para armar “un
collar”: palabra tras palabra para inscribirse en un poema.
En ese “aquí”, que es el poema, los objetos
como “el lápiz, el papel, la lapicera” resignifican el acto de la escritura
porque son como “armas”. La escritura, las palabras adquieren otro peso. La
pérdida de la inocencia es toda escritura. Lo cotidiano deviene espacio de
lucha. La escritura, la pintura, el arte en general, son “armas de trabajo
cotidiano” que nos recuerdan el compromiso diario para sobrevivir.
“Las armas” son el símbolo de la guerra, la
violencia y la destrucción, pero también el de la lucha, la rebeldía y la
revuelta. En este espacio que bien podría ser el de los hombres, la voz lírica
nos habla de “un collar”, sugiere así la presencia de lo femenino. Y es que
escribir nos remite al tejer. Mujeres que toman armas porque tejen, escriben. Mujeres
prometeicas que se rebelan “por un y por el” arte que las sostiene.
Dibujos que hablan.
Alcira asistió al taller de Medardo Pantoja, uno
de los fundadores de la Revista Tarja. Nélida también conservó esos dibujos que
luego fueron incluidos en “Oficio de
aurora”. El artista plástico Víctor Montoya se hizo cargo de la selección y
ordenó esos dibujos de manera complementaria a los textos.
“A los seis
años empezó a asistir al taller de dibujo y pintura que dirigía Medardo Pantoja
[…] del paso por ese taller quedó una importante cantidad de dibujos, algunos
en papelitos sueltos”[5]
La poética de AF permite recorrer varios
caminos para reflexionar sobre nuestra condición humana. La rebeldía, la
crueldad, la creatividad, el erotismo, son una constante que nos enfrentan a
nuestra propia condición. Los dibujos y poemas de su libro nos recuerdan el
arrebato: Alcira, la escritora desaparecida por la ESMA.
La liviandad y la pesadez se mezclan en
el aire propio de los tiempos dictatoriales en Argentina. El aire se torna
pesado y asfixia. De allí la ofuscación y la respiración entrecortada. El
grito enmudecido de las palabras que no se liberan. Entonces la poesía se
vuelve aliento vital y regresa al aire su propio movimiento, allí nos sitúa la
poética de Alcira.
Publicado en "El oficio de la alquimia" Revista Digital Meta Arte N° 3 -
Aire.
Setiembre - 2012.
Visitá:
www.metaarte.com.ar
[1] Fragmento. Traducción Ernesto Cardenal y José Coronel en Tumba tumba retumba. 2001. Selección, prólogo y notas: Perla Suez. Bs. As.: Alción Editora. Pág. 29.
[2] FIDALGO, Alcira. 2002. Oficio de aurora. Buenos Aires: Libros de tierra firme. Pág. 64.
[3] Op. Cit. Pág. 7.
[4] Op. Cit. Pág. 45.
[5] Op. Cit. Pág. 13.
Qué hermosisímos textos: Juan trayendome a Alcira y Alcira trayendo su poesía.
ResponderEliminarBuenisimo Juan te felicito !
Gracias Lía! Besotes!
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