“Absorbe
experiencia, exhala poesía”
Muriel Rukeyser
Las palabras se asoman e
interrumpen esta noche mientras corro por las calles donde solíamos caminar. Recuerdo
que dentro de poco se cumplirán dos años de aquella mañana de octubre que aún
no se termina. En las fronteras de un territorio ajeno, pienso en tus huellas y
entonces la memoria se me revela como una ciudad que intento reconstruir con piezas
imposibles. Con las melodías de un sueño fragmentado levanto una trinchera que
me proteja de los golpes y las embestidas. Cuando corro, mis ojos abandonan la profundidad
de los pensamientos y se aferran a la calidez de la infancia. Acompasadas con
el ritmo respiratorio, las voces que provienen del futuro advierten sobre el
alba de los tiempos. Pienso en lo mínimo: en la imagen de tu mano acariciando
la mía, en un atardecer que se duerme o en el llanto mudo de los árboles. Entre
planos y cartas de navegación, por momentos, tu voz se descompagina. En el
cielo que supimos edificar, una mezcla de colores y formas geométricas desmontan
este teatro de la nostalgia. La falta de aire produce imágenes que obligan a detenerme.
Camino a casa, moviendo el cuello, los brazos, secando el sudor y las lágrimas.
En esa deriva del pensamiento, ensordece el chillido de las aves que no cesa. Alguien
fagocita la luz. Con las zapatillas en la mano, avanzo a tientas por la
oscuridad del departamento. Esa opacidad, que es también el silencio, de pronto
se quiebra con los rayos de luz que se desprenden de las escamas de los peces multicolores
que nadan en mi cama e iluminan las heridas del océano*.´
© Juan Páez. azulunala (Ushuaia, 2016) |
* Páez, Juan. Inédito.
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