Por
Juan Páez
Dardo Solórzano
nació en la ciudad de Monteros, pero actualmente está radicado en San Miguel de
Tucumán. En el año 2013, este autor publicó su primer libro denominado “Pueblada”
bajo el sello editorial Llanto de mudo (Córdoba). En este poemario, Solórzano recupera
imágenes y voces del pasado para transformarlas en materia poética.
A lo largo
del libro, los lectores recorremos los di-versos caminos que atraviesan escenarios
personales pero que, a su vez, son compartidos. El poemario, dividido en seis
capítulos, estructura un inventario de rumores que, como bien lo advierte Juan
Ahuerma Salazar en el Prólogo, “surgen desde un espejo roto, de un mundo
pisoteado”. Además de los seis capítulos, el libro cuenta con un Epílogo en el
cual Solórzano sostiene: “Quizás sea este solo un vano intento de dejar esa
huella, tan solo un pequeño aporte a la cultura de mi pueblo, o un intento para
que “esos otros” no mueran”.
Nos preguntamos ¿Cuál es la relación
que se establece entre el sujeto que enuncia y “esos otros”? Raúl Dorra, en su
libro La casa y el caracol, explica:
“la voz llama y espera, hace camino; también,
y por eso mismo, una función derivada de la voz es la de definir la identidad
del sujeto hablante, la de exponer esa identidad” (pp. 38). En sus poemas, este
joven escritor tucumano construye una voz que “llama y espera”, una voz creadora
de múltiples puentes tendidos hacia los otros porque sólo con ellos es posible
identificarse y, por lo tanto, definirse. Y es que “esos otros”, que atraviesan
un espejo astillado pero no mueren, dan forma a la voz que los nombra.
Pueblada es un poemario
que pone en diálogo la poesía con el arte pictórico, por eso en su interior, el
lector deviene espectador al observar los dibujos de Mario Albarracín que se
incluyeron y que complejizan la lectura del libro. Es sabido que Tolstoi les
brindó un consejo a los escritores al decirles: "Pinta tu aldea y pintarás
el mundo". En Pueblada, encontramos
una voz aguda que pinta su aldea y una mirada atenta que rescata detalles para pintar
con ellos un cuadro hecho con palabras.
En una conferencia
sobre los vínculos entre pintura y literatura pronunciada en 1999 en el Museo
Nacional de Bellas Artes, Isidoro Blaisten sostiene: “Así como el pintor
necesita "leer", "hacer una lectura" del cuadro, el
escritor, muchas veces, necesita dibujar.” Esa necesidad de dibujar que siente el
escritor, podemos observarla en el poema que transcribimos a continuación:
SOLA
En esta casa ya
hubo alguien,
es lunes para ser
lluvia
pero nadie sabe
que recuerdo su pelo derramado.
Por la ventana
llora la casa ausencias de otros dueños.
¡Qué gris mi
alma!,
me ha susurrado el
aroma de la luna,
esa mujer que he
perdido,
y sus cabellos
acariciando mi almohada.
La casa cerró sus
ojos a la calle San Martín.
Hoy me ha dicho:
_”No vuelvas inquilino con tus sombras,
sola, así estoy
bien,
no vuelvas nunca,
no hay donde habitar,
hoy aquí me
pueblan los ausentes”_. (pp.92)
Los poemas
que integran este libro se caracterizan por la extensión de sus versos que, por
momentos, se asemejan a la prosa. Sin embargo, los cortes logran una cadencia
que revela la no coincidencia del sonido y del sentido acentuando la indefinición
de las imágenes. Casi como si se tratara de una pintura ensombrecida, la imagen
del poema “Sola” es trágica y terriblemente dolorosa.
“La casa”,
ahora despoblada, expulsa a quien la habitaba, pues prefiere llorar por las
“ausencias de otros dueños”. Este “inquilino” ahora es un huérfano que no tiene
“donde habitar”. La expulsión ha sido definitiva
“no vuelvas nunca más” y sin posibilidad de retorno: “sola, así estoy bien”. Frente
a ello, la voz recuerda a “esa mujer que he perdido,/ y sus cabellos
acariciando mi almohada.” En el poema, el recuerdo está vinculado con la
ensoñación, con el despertar y con el dolor. Es una voz sin casa ni recuerdos
puesto que ella ha sido clara y le “ha dicho: _”No vuelvas con tus sombras,”.
En esta
composición existe un juego interesante en relación con esas sombras que
habitan el poema, ya que si bien es cierto sabemos que quien enuncia es una
primera persona (basta con observar los verbos y pronombres), existe una ambigüedad
en relación con algunos referentes como, por ejemplo, el de esa voz que, en
estilo directo, irrumpe en el poema.
¿Quién le
impide al inquilino volver a la casa? ¿Quién dice: “sola, así estoy bien”? ¿La
casa, la mujer? Se produce una zona de claroscuros que impide identificar los
límites entre casa y mujer. Esto probablemente se deba a que el recuerdo de esa
mujer está vinculado con el de la casa.
No
obstante, si prestamos atención a ese “hoy” y “aquí” del poema, descubrimos que
ambas nociones remiten a una instancia temporal y espacial específica, es
decir, el “hoy” y “aquí” remiten a la casa, pero, sobre todo, remiten al poema.
Si el poema es una casa para la voz, es el poema el que habla y dice: “me
pueblan los ausentes” que, como sabemos, también son los otros. Desde esta
perspectiva, el huérfano, el inquilino no es otro que el lector.
En definitiva, Pueblada es un poemario que permite reflexionar sobre la escritura como
un acto de generosidad puesto que, a través de ella, es posible conservar los
recuerdos en un lugar al que siempre será posible volver.
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