Néstor Groppa: El retrato de una ciudad interior.
Por Juan Páez
Tapa de libro. Foto: Juan Páez |
Podríamos leer En el tiempo labrador (1966) de
Néstor Groppa en clave de retratos: en primer lugar, el de la ciudad; luego el
de sus personajes. Si bien se trata de Jujuy, en realidad, la ciudad de la que
se nos cuenta podría ser cualquier otra, incluso una que no conozcamos, ya que
puede tratarse de una reconstrucción, es decir, una readaptación interiorizada
de esa ciudad que, en apariencia, compartimos. No obstante, entre sus páginas encontramos
dos personajes, “La María” y “El tipógrafo”. Personajes-romances que, ubicados
en la “Parte III”, transitan por las veredas de una ciudad de
edificios octosílabos.
“El tipógrafo” –remito
a su lectura, uno de los ejemplares se conserva en la Biblioteca Popular de
Jujuy- es un homenaje: el
poema comienza con una dedicatoria que reúne al ser y a su modo de estar en el
mundo: “Para todos los que honraron esta
noble artesanía”. Esa artesanía de la que se nos habla es el trabajo, pero
también el oficio y la vocación. La voz lírica recupera, es decir, pone en valor la prefesión del tipógrafo en ese otro oficio que es la escritura.
Es curioso que este
extenso romance comience con una estrofa en cursiva y se cierre con el mismo
tipo de letra. Y es que el cuerpo del poema -además de ser un cuerpo fracturado-
es un cuerpo tatuado; esas marcas tipográficas abren y cierran el poema, lo
dotan de cierta circularidad, reabren el juego de la significación en la diagramación
misma.
La voz nos habla de
“un solitario cajista”, describe la “Leve la mano artesana”, esa mano remiten a “la caja”, esta al
“cajista” y finalmente este al “oficio”. Así, leer el poema es leer el oficio:
Cuando el poeta
concluye
una verdad de su
signo,
manos obreras la toman
y por los llanos del
libro
la aquietarán cual la
lluvia
sosegada del rocío,
y será un brote del
aire
que en el papel ha
prendido,
mientras la luna del
mundo,
lejano rumbo amarillo
tutelar sobre lo
muerto
y lo que aún no ha
surgido
donde el tiempo era de
blanco
al tiempo lo ve
florecido.
Existe un juego: a medida que el
narrador nos cuenta, el poema avanza, se escribe, se construye. Las palabras
“escritor”, “papel”, “libro” dan cuenta del proceso de elaboración de una obra,
que justamente era la tarea del tipógrafo: componer los moldes que luego
se utilizarían para las impresiones.
Dada la extensión del romance, por momentos pensamos que se trata de un
poema en el cual se cuenta simplemente un proceso, pero no es así, en tanto el romance
persigue la revalorización tanto del oficio como de aquellos quienes lo ejercen:
Así el romance que
dejo
perenne como el
olvido,
durará siendo homenaje
sincero y agradecido
por la mano y la tarea
de este que llamo
amigo.
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La labor de los tipógrafos o
“cajista” se remonta a los inicios de la imprenta. Estos siempre fueron
considerados personas cultas, ya que este puesto requería de alguien con una
buena formación gramatical y técnica. Esta profesión evolucionó con el tiempo,
conforme lo fueron haciendo las técnicas tipográficas. Los primeros cajistas se
dedicaron básicamente a componer líneas de texto para periódicos y libros.
Posteriormente se especializaron en la remendería, que consistía en llevar a
cabo trabajos de composición más compleja (trabajos comerciales, por ejemplo).
Finalmente, su función principal fue la de ajustador o compaginador.
Existe
un detalle que unifica estas dos líneas que se desarrollan en el poema, por un lado, el homenaje y, por el otro, la narración en torno a la labor del tipógrafo. Ese
detalle es la inclusión de una fecha, es el Día del periodista:
un suceso de
prestigio:
el siete del mes de
Junio
–mes que despueblan
los fríos –
de mil ochocientos
diez,
fue el semanario
argentino
de Don Mariano Moreno
por primera vez leído…
El
“suceso de prestigio” es la fundación de la “Gazeta de Buenos Ayres” llevada a
cabo por Mariano Moreno, este fue el primer periódico de la etapa independista
argentina “por primera vez leído” el 7 de junio de 1810. En esta oportunidad,
el retrato es también el de una época.
Entre la realidad y la
imaginación, el poeta brinda y se brinda a las palabras. Para nombrar, en ocasiones, es necesaria la intemperie. En este poemario, Néstor Groppa retrata
esa intemperie a través de la recuperación de historias mínimas y para
dibujarlas se vale de su oficio, la escritura. En este oportunidad, día en el cual sus
lectores y personajes lo recordamos, de allí, este dibujo-homenaje a quien fuera un gran retratista.
Publicado el domingo 18 de mayo de 2014 en la sección cultural el diario La Mañana. Formosa.
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