domingo, 17 de marzo de 2019

Entrevista a Pablo Aguiar Cáu



Cartas de amor en tiempos de guerra

Entre misivas militares, las cartas de amor entre Teodoro y Filomena. Publicada en el año 2012 por el sello editorial Cuadernos del duende (Jujuy), De lapachos florecidos: El Éxodo, la única y verdadera historia es la reedición de la novela de Pablo Aguiar Cáu. En ella, el escritor  retoma un hecho histórico relevante y lo vuelve materia narrativa. Es interesante ver cómo el lenguaje pareciera desdibujar los límites entre la ficción y la realidad. Este desplazamiento temporal también se da en cuanto a la tipología ya que, por momentos, la narración literaria adopta el tono solemne de la investigación histórica. Y es que la obra de Aguiar Cáu no solo recupera el pasado (El Éxodo jujeño) sino que además lo recontextualiza con guiños que el lector contemporáneo podrá reconocer y disfrutar.
   
En tu novela, el tiempo pareciera borrar los límites entre el pasado y el presente, ¿Qué te motivó a recuperar este hecho histórico en particular?

Para los jujeños el éxodo es más importante que el 25 de Mayo. Eso es algo que te lo van  marcando apenas te enseñan a agarrar el lápiz. Siempre me interesó como hecho histórico y, como resulta que yo también hice mi propio éxodo, terminé jugando con la historia. Me preguntaron en un medio periodístico si no era medio oportunista haber editado una novela sobre el Éxodo justo el año del bicentenario, mi respuesta (que como corresponde no salió) fue: ¡Si me hubieses dado bola en su momento! Porque el libro lo edité en forma independiente en el 2000 con el nombre De lapachos florecidos. El subtítulo es idea de Alejandro Carrizo para la reedición.

Hay un trabajo interesante con el lenguaje puesto que se narran hechos del pasado con un lenguaje, en ocasiones, aggiornado. ¿Este modo de narrar es algo que tenías pautado desde un principio?

La historia surgió como un cuento de apenas 2 párrafos y durmió escrita a mano por lo menos 4 años. Esos 2 párrafos iniciales marcaron el estilo sin querer. Nunca supe que estaba trabajando con anacronismos hasta la presentación del libro. Creo que eso es lo distintivo de “De lapachos”

Comparto un fragmento de la novela:

“entró Filomena barriendo el piso de tierra del salón con el ruedo de su largo vestido floreado. Ceñía su cintura una fina pieza punzó, como intuyendo la moda que se impondría en unos años. Los ojos del gallego en su amplio escote no pasaron desapercibidos para la dama. Con un gesto sutil se cubrió con la matilla. Recostada sobre el mostrador, pidió un agua mineral sin gas”

En De lapachos florecidos: El Éxodo, la única y verdadera historia, hay un personaje que carece de nombre y se emplea una suerte de epíteto o apodo elabogadogeneraldelapatria ¿De quién se trata y por qué la decisión de no llamarlo por su nombre?

Justamente así estaba nombrado en esos dos primeros párrafos iniciales. Yo quería que la gente descubriera al Belgrano abogado y que se olvidara de las calzas y del billete de 10 mangos. Está nombrado así desde un profundo respeto por uno de los políticos argentinos más interesantes. Imaginate: estudias y te recibís de abogado, volvés a Buenos Aires y te ponés a laburar de empleado público en la aduana. Un par de años después se arma el 25 de Mayo y te dicen: tomá la espada ahora sos general andá al Paraguay. Ponete estas calzas y este gorrito. Un capo.

En el caso de Filomena, me interesa mucho cómo recuperás detalles vinculados con el mundo de la moda. ¿Las descripciones colaboraron en la (re)construcción del personaje?
 
Soy un gran observador y estoy casado y tengo 2 hijas. Tengo madre y hermana. Me gustó, sobre todo con el personaje de Filomena, jugar con las descripciones. Contraponer esa imagen de miriñaque que tenemos de las damas antiguas del Billiken. Tuve que preguntar, no sin vergüenza a algunas compañeras de trabajo.

Hacia el final encontramos “El resto es historia conocida”, y vemos que se incluyó un apartado denominado Bibliografía. Su presencia, siguiendo la idea del desplazamiento, transforma la narración en una suerte de investigación histórica. ¿Cómo se trabaja con el pasado en tanto materia de la ficción? ¿Se reconstruye, se buscan espacios en blanco donde una voz cuenta algo que falta?

A mí me gusta contar historias conocidas con mi voz, sacarles el cartón con el que nos la contaron. Esos espacios en blanco los inventé a gusto y piacere, una charla entre Monteagudo  y Sánchez de Bustamante en Charcas es posible que hubiese ocurrido, fueron contemporáneos. (También fueron mis establecimientos educativos primarios y secundarios respectivamente). Yo usé el hecho histórico conocido para narrar una historia de amor. Algunas referencias históricas uno las tiene presentes de puro apasionado por los hechos acontecidos en el siglo XIX. Para confirmarlas recurrí a los libros que me ayudaron a rectificar algunas cosas. Decidí poner la bibliografía como un recurso jerarquizado, aunque de cada libro haya sacado apenas una fecha. De cada cosa que escucho o que leo voy buscando los espacios en blanco. Y haberlo hecho con la historia argentina fue algo de lo más divertido.

Pablo Aguiar Cáu (San Salvador de Jujuy, 1969) vive en Córdoba. Ha publicado De lapachos florecidos (2000, edición del autor), Merengues (cuentos, 2006, edición del autor). En 2012, Cuadernos del duende (Jujuy) editó De lapachos florecidos: El Éxodo, la única y verdadera historia (reedición). Su última publicación fue Balada en jazz el policial del afamado inspector Sablich (Intravenosa 2013) pero, actualmente, trabaja en una nueva entrega.


© Juan Páez. la verdadera historia (Formosa, 2018)



viernes, 1 de marzo de 2019

El lenguaje Equilibrista de Lía Sosa


De herencias y orfandades: el an-verso de la certeza*

Antes, despejemos algunas nubes. El plano denotativo es el del uso literal y referencial del lenguaje y se relaciona con el sentido textual de las palabras; es decir, si queremos transmitir información, evitaremos toda la ambigüedad posible que, de por sí, las palabras ya poseen. Por su parte, el plano connotativo (con-notar) remite al uso figurado del lenguaje; cuando nos encontramos con una palabra o una frase que tiene un "doble sentido", estamos en presencia del plano connotativo. Los niveles de connotación y denotación no se dan solo en la oralidad, sino que también asoman en la escritura y, por tanto, atraviesan todas las esferas de la actividad humana.  

En relación a la literatura, la connotación es un complejo dispositivo a través del cual un significado no señala de forma clara eso que se quiere decir, de allí que la característica principal de la literatura sea la de generar múltiples interpretaciones. Para lograr ese claroscuro desde el cual se mueven los textos literarios y el arte en general, existen diversos mecanismos que ayudan a liberar esa polisemia.

Publicado en 2008, Equilibrista de Lía Sosa es un poemario cuyas palabras tensan el sentido y diagraman un "precipicio" que, por decirlo de algún modo, ayuda a nombrar el dolor y la ausencia: “tengo el alma destrozada"/ me dijo/ "tengo alas"/ contesté. Y le pisé los dedos. Este libro, editado por el sello Cuadernos del duende, alberga imágenes que son insostenibles más allá del poema:

Amor 

Las mariposas
se lo comieron vivo  [pág. 39]

Desde el plano denotativo, el término "amor" es definido, entre sus varias acepciones, como sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo, sin embargo, en este poema esa imagen se quiebra y, por el significado connotativo, descubrimos que el “amor” es un cuerpo al que esas "mariposas" comen sin compasión, es un cuerpo al que sentencian y dan muerte. En este libro de Lía Sosa no hay refugios: ¿Desamparo?/ Hasta en el café, enuncia la voz poética. El lenguaje muestra su doble cara: sin decir, nombra y deja en evidencia que las palabras pueden devorarlo todo si se mueven desde lo sugerido. Equilibrista constituye un espectáculo de olvidos, orfandades y herencias; a continuación compartimos un poema que, al igual que otros, no lleva título:

pongo en vereda a quien fui

pero el pasado
me atropella y me deja tendida
en media calle
a la intemperie.

Al otro lado
un yo triste se aleja, se olvida de mí. [pág.27]

El desdoblamiento de la voz distancia pasado y presente, pero la mirada articula ambos tiempos en una suerte de poema-espejo: la voz se olvida de sí misma, alejándose; al volver la mirada sobre sí, ya es otra. El poema es una "calle" que conecta a ese "yo triste" con ese "quien fui” y “el pasado” bajo “la intemperie” “atropella" a quien “tendida” dice: "pongo en vereda a quien fui".

Este poemario hecho de imágenes cubiertas de sombras puede ser leído como un relato cuyo tema es la búsqueda de respuestas que expliquen el porqué de tanto desamparo y orfandad. Sin caer en el sentido literal de las palabras, Lía Sosa crea certezas desde el an-verso de cada una de ellas. Y eso ayuda, equilibra la escena frente a tanta intemperie que envuelve. 

© Juan Páez. El equilibrio (Formosa, 2014)

























* Reseña publicada en Revista Cultural Circo Cromático. N° 17, Año IV, San Salvador de Jujuy, 2014.