Presentación de
Libro La hija del inventor de Juan
Páez
(Apóstrofe
Ediciones, San Salvador de Jujuy, 2017)
Marina Carabajal
(22 de junio,
ISPRMM, Formosa)
Definitivamente, escribir “es
ayudar a saturar las heridas, es aferrarse a la vida a pesar de todo. Es
guardarse para sí el aire que salva. La escritura es el lenguaje del cuerpo, de
los sentimientos, de la forma en que percibimos el mundo, a los otros y a nosotros
mismos”. Eso dice con gran solvencia Silvia Barei.
A través del recorrido por las
páginas de “La hija del inventor”, ingresamos a la médula misma del escritor,
de la escritora, los conocemos y hasta nos reconocemos.
A menudo nos preguntamos cuáles
son los factores que alzan a tal o cual libro hacia lo más alto del aprecio del
lector. Sin darnos cuenta, olvidamos que a la hora de publicar un libro este no
acaba con la última página y que apenas hemos recorrido un porcentaje del
camino.
Hoy damos un paso más en este
derrotero… hoy comenzaremos a desandar estas páginas descubriendo a grandes
escritores contemporáneos que incursionan en diferentes géneros de manera
atrapante. Ingresaremos a la cocina misma de la literatura actual a través de un
recurso particular: la entrevista, que nos servirá para conocer íntimamente el
sentir y pensar de estas figuras de las letras. Y, a la vez, conoceremos más a
Juan como escritor porque en sus preguntas, en la estructura de cada una de
ellas nos dice algo sobre sí, sobre su percepción de la vida misma, de la
literatura y de su pasión por las letras.
Me quedo también con algunos
conceptos vertidos por los escritores en estas páginas.
- Con la idea de Angélica
Gorodischer quien reconoce que “las escritoras nacemos de las lectoras” y que
“Si no hay lectura no hay escritura….”. Además, recomienda “Leer, leer y leer
hasta que se te sequen las pestañas”;
- Con Elena Bossi quien
reflexiona planteando: “Si me quitan la palabra no queda nada, yo no puedo
seguir siendo si no puedo expresarme”.
- Me quedo con la idea de
Maria Teresa Andruetto cuando dice: “el tiempo de la escritura es un tiempo que
nace, crece o se asfixia en medio de los tiempos dedicados a otras cosas”;
- Surco la entrevista con
Pablo Bacca para mostrar que “a veces las palabras llegan en medio del vacío y
sin explicaciones ni advertencias”; paso por las consideraciones de Gigliola
Zecchin para quedarme con la idea de que “la palabra escrita… es una patria sin
fronteras” y por Tununa Mercado cuando reconoce: “soy lo que escribo , soy la
que escribo”.
- Cuando un grande, conocido y
apreciado por todos, Orlando Van Bredam habla, enseña y cada palabra es para
tomar nota. En la entrevista brindada a Juan para este libro nos marca:
“Escribir es siempre evocar otros textos, producir en compañía de aquellos
libros que nos han perturbado, que nos han regalado un poderoso estímulo pero
también nos han señalado una cúspide a la que siempre es muy difícil de
llegar”.
Hojear las páginas de “La hija
del inventor” es descubrir escritores, particularidades y diferencias, pero a
la vez coincidencias. La lectura como base, la observación del entorno, la
formación en las letras y las construcciones que generan una dimensión sensible
y provocan que al lector le llegue la voz, tu voz como escritor a través de las
grafías.
Ahora los invito a embarcarse
en éste que es el “mayor viaje de todos”, la escritura, tal y como lo señala
Mori Ponsowy.
Presentación de Libro La hija del inventor de Juan Páez
(Apóstrofe Ediciones, San Salvador de Jujuy, 2017)
Héctor Washington
Gómez
(22 de junio,
ISPRMM, Formosa)
El otro día conversaba con un
amigo y le hablaba de la presentación de este libro. Y en un momento dado, me
dijo: “¿Cómo se presenta un libro? ¿Qué se hace al presentar un libro?”. No
supe responder a ciencia cierta.
Ante la invitación de Juan,
con su inmensa generosidad al pedirme que acompañara a Marina en la
presentación de su obra, me vi en esa encrucijada de preguntarme si estaba a la
altura de las circunstancias, sobre todo teniendo en cuenta que es un género un
tanto más racional y empírico, si se quiere. Hasta el momento había presentado
libros de poesía pero de algún modo sentía que carecía de experiencia en trabajos
que aborden en cierta forma el género periodístico.
El día a día de un escritor
siempre es un enigma. ¿Cómo viven su tarea? ¿Cuáles son sus aspiraciones en
este campo? ¿Qué procesos de escritura abordan para conectar mundos imposibles
desde lo verosímil? ¿Qué supone la inventiva de crear, imaginar, evadirse del
yo concreto?
Páez confiesa, entre viajes y
visitas, haber comenzado a desear este libro -que vio la luz en 2017- sin
saberlo. Y ese deseo, la curiosidad y la necesidad de consejos han entramado -estimo-
largas horas de charlas y momentos compartidos en los que el trato ameno y la
cercanía con sus protagonistas son evidentes. Desde ese lugar, desde ese
enfoque curioso e inquieto, el autor nos revela un trasfondo muchas veces
desconocido: la relación del escritor con sus textos, su génesis, sus
artilugios y mecanismos de creación.
Al adentrarse en las páginas
de La hija del inventor, el lector
logra percibir -e incluso vivenciar- una afinidad especial que el entrevistador
logra con sus entrevistados. Los diálogos carecen de toda rigidez y
estructuración justamente por esa cercanía, y los entrevistados logran
explayarse libremente, dando cuenta de sus experiencias y reflexiones sobre los
procesos de escritura.
Pienso que el mayor logro de
Juan en este libro ha sido situarse al margen del protagonismo. ¿Por qué digo
esto? Si tenemos en cuenta su producción en Música
para aeropuertos, Cuando vengas, te
cuento o Árboles de agua, el yo
lírico le otorga naturalmente una mirada que nace desde lo más subjetivo y
connotativo y le exige por supuesto poner su Yo al centro de la escena. En
tanto poeta que se precia de serlo, sin embargo, aborda en este caso la
entrevista como técnica cualitativa y deja oír otras voces, la de los
protagonistas, acaso sus maestros en ese “impulso feroz” que es el escribir,
como bien confiesa en sus páginas Gigliola Zecchin, “Canela”.
Pienso en “La hija del
inventor” como una serie continua de mosaicos de papel -como puede verse en su
portada- que, a su vez, dan la idea de lo infinito y lo múltiple en una
sucesión difusa. Esa multiplicidad de miradas, puntos de vista, experiencias
con el lenguaje, la dan los escritores entrevistados: Andruetto, Baca, Barei,
Bellessi, Bossi, Bauer, Dorra, Gorodischer, Mercado, Negroni, Ponsowi, Tasso,
Van Bredam, Zecchin… grandes maestros de la palabra que comprenden y emprenden
la escritura como “el mayor viaje de todos”, al decir de Ponsowi.
Si se me diera quedarme con lo
más movilizador de estas páginas, voy a Silvia Barei y a ese maravilloso
diálogo epistolar con Juan acerca de los consejos para quien quiere empezar a
escribir.
Y cito:
“No hay consejos para quien escribe, pinta,
actúa, dibuja, diseña, teje, borda, cocina, canta o baila. Se agradece
profundamente porque en vez de destrucción, de cálculo, de envidia, de
ejercicio de poder, de soberbia, de mezquindad, de desprecio, se entrega
belleza, sensualidad, alegría, desprendimiento, amor, se acercan manos y se
hace más amigable estar en el mundo”.
Fotografía: Melanie Castellini. |
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