Los viajes y las visitas*
Juan Páez
Una muchacha canta y la aldea despierta con su
canto. La canción es Bonjour y la
escena pertenece al film animado La bella
y la bestia estrenada en 1991. Bella, la hija del inventor, atraviesa el
pueblo con un libro en la mano, mientras los otros personajes murmuran al verla
pasar.
Hace unos años, en un viaje de Río Gallegos a El
Calafate, recordé la canción y la escena; desde entonces, no he dejado de
pensar que la literatura es como la hija del inventor, hija de escritoras y
escritores a cuyas espaldas se murmura.
En La
descomposición del relato, Carlos Chernov sostiene: «Siempre me han gustado
las entrevistas a escritores. Son buenas para aprender el oficio y satisfacer
la curiosidad». El deseo, la curiosidad y la necesidad de algunos consejos
articularon este libro que comencé a desear, sin saberlo, allá por el año 2012
cuando la organización de las IV Jornadas de Estudios Literarios y Lingüísticos
de la Universidad Nacional de Jujuy me propuso entrevistar a Angélica
Gorodischer a quien, el año anterior, había conocido en Córdoba.
Agradezco a cada escritora y escritor por las
entrevistas, los diálogos, el intercambio; por el apoyo, la generosidad y la
amistad que este libro también festeja.
Gracias a Teresa Andruetto, Pablo Baca, Silvia
Barei, Diana Bellessi, Elena Bossi, Irene Chikiar Bauer, Raúl Dorra, Angélica
Gorodischer, Mori Ponsowy, Tununa Mercado, María Negroni, Alberto Tasso,
Orlando Van Bredam y a Gigliola Zecchin, y gracias a los profesores del curso de posgrado
internacional Escritura: creatividad humana y comunicación de
la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO -
Argentina) por los aportes y las enseñanzas.
Raúl Dorra **
La escritura tiene una dimensión sensible que no se puede
ignorar
El hijo
pródigo es uno de los cuentos que
integra Aquí en este destierro, editado por la B. P. Constancio C.Vigil. En 1994, publicó Profeta
sin honra donde propone una lectura
de los cuatro evangelios. ¿Cómo surge ese interés por los textos bíblicos?
Raúl Dorra: Ese
interés tiene dos causas: una intelectual y la otra más bien personal. Creo que
para ubicarse un poco en la tradición de la cultura occidental es
imprescindible tener una visión de, al menos, las dos mayores fuentes de las
que se nutre: la tradición grecolatina y la judeocristiana. En cuanto a lo que
señalé como una causa personal, pero que en realidad sobrepasa ampliamente mi
persona, diré que es la necesidad de comprender la vida afectiva y el papel que
esa tradición juega en nuestra cultura. En particular, el cristianismo es una
exploración de la subjetividad, una promoción de la vida interior del sujeto,
de cada hombre considerado como individuo. Seguramente ocurre porque el
cristianismo está asentado sobre un sacudimiento emocional, una quiebra. Acaso
su novedad más trascendente sea el hecho de que permite conocer la emoción
desde la emoción misma. Eso –la dimensión emocional del sujeto- me ha
interesado pensar y vivir con los ojos abiertos. Creo que Profeta sin honra lo
muestra bien, al menos eso me propuse.
En el año 1981, salió a la luz La canción de Eleonora cuya reescritura se editó en 2002 con el sello Alción (Córdoba). ¿Cuáles
fueron los motivos que lo llevaron a modificar la novela?
Raúl Dorra: Supongo
que cuando se modifica una novela o cualquier otro libro escrito por el deseo
de escribirlo, no debe haber otro motivo que la insatisfacción. Eso fue. La
modificación fue cuantiosa. Ahora esa novela me parece mejor pero sigo
insatisfecho. Y creo que para esto probablemente no haya cura. La novela
seguirá reclamando que vuelva sobre ella.
En La casa
y el caracol afirma: «el cuerpo
expulsa la voz, la cual a su vez toca a otros cuerpos». Justamente La
canción de Eleonora acaricia al
lector con sus primeras palabras. ¿Qué lugar ocupa el cuerpo en sus escritos
literarios?
Raúl Dorra: No
sólo en mis escritos literarios sino en todos mis escritos el cuerpo está
presente. La escritura tiene una dimensión sensible que no se puede ignorar.
Está la voz que nos llega a través de las grafías, y las grafías mismas, su
disposición en la página. Esa voz trae la presencia del sujeto de la
enunciación, un modo de ver el mundo, un estilo, un modo de respirar. Todo
escritor trabaja la escritura como una materia que debe cobrar su propia forma.
Creo que el que no siente que las palabras tienen peso, densidad, cromatismo,
no puede ser un escritor. Creo que un escritor empieza a serlo a partir de un
tipo específico de sensibilidad, que es la sensibilidad verbal. El tono, el
ritmo, la cadencia, la velocidad de las frases es primordial en el oficio del
escritor, pues escribe con el oído, un oído táctil. Pero hay también un ritmo
de la escritura conceptual o científica porque el pensamiento necesita ser
modelado, tomar una forma. En esta modalidad de escritura no siempre la forma
termina de cuajar porque el que escribe suele pensar que su tarea es sólo
trasmitir información como si la escritura fuera transparente o neutral. No
siente el llamado de la forma o lo siente de manera difusa. Pero la escritura,
para serlo, para llegar a ser escritura, necesita de la forma y eso es siempre
conflictivo. En suma; el cuerpo, lo sensible, está siempre ahí, buscando su
lugar.
Luego de leer Hablar de literatura, Con el afán de la página, Sobre palabras, La casa y el
caracol, entre otros, descubro una
voz amable y un modo poético en su decir/escribir. ¿Cree que hay diferencias
entre la escritura académica y la creación literaria?
Raúl Dorra: Esa
es la cuestión. ¿Hay una escritura puramente sensible y otra puramente
inteligible? ¿Existe una diferencia profunda, obligatoria, entre la literatura
científica o académica y la literatura llamada de creación, digamos artística?
Yo siempre he sentido que no y he apostado a mostrar que no. O tal vez debería
decir que me vi obligado a hacer de la necesidad una virtud pues yo nunca puedo
escribir un texto sin sentir que estoy tratando con una materia sensible.
Tampoco puedo escribir un texto literario despojado de coherencia intelectual.
Profundamente siento que lo sensible y lo inteligible necesitan reunirse y el
resultado está en mis escritos con independencia del género. Creo que eso se ve
con especial énfasis en La casa y el caracol, donde he tenido que
sostener largamente, y con un máximo rigor, ese íntimo diálogo. El libro fue
traducido al francés y demandó por ello a los traductores un esfuerzo especial
en el que yo colaboré gustosamente.
Pero agrego que yo no
soy el primero en reunir, o intentar reunir conscientemente, estos dos aspectos
de la escritura. Tengo ilustres antecesores.
Comparto un fragmento de La tierra del profeta: «Comenzó a descender y siguió hasta que las voces de los hombres terminaron de alejarse. Cuando, un poco más tarde, a
sus espaldas no quedaba sino el aire, sintió la necesidad de detener su
cabalgadura y de cerrar los ojos para escuchar, ahora, el sonido de su propia
respiración». ¿Cómo fue el proceso de escritura de esta novela?
Raúl Dorra: Es
algo interesante. Para escribir Profeta sin honra tuve que estudiar
mucho no sólo los textos evangélicos sino todo lo relacionado con el judaísmo
en tiempo de Jesús, incluidas las formas de vida. Vi también imágenes que
tratan de reconstruir el ambiente familiar. De modo que cuando terminé de
escribir ese libro, encontré que había necesitado desechar todo un aspecto de
la información que tenía. Sentí que debía hacer algo con ese material tan vivo.
Yo me imaginaba ambientes, atmósferas, lugares, comidas, caminos, en fin, la
vida social y espiritual de la gente. Imaginaba la comunicación oral. Es que
los evangelios y muchos otros textos bíblicos dejan ver bastante bien ese mundo
de oralidad; al menos en la traducción de Cipriano de Valera, que es la que se
lee con más agrado. Así que fui dejándome seducir por la idea de escribir una
novela con todo ese material. Me gustó mucho hacerlo. Bosquejar aquel mundo que
yo imaginaba. Esa reconstrucción de la vida cotidiana, ese intento de
reconstrucción no pasa de ser, claro, una fantasía construida literariamente;
pero creo que también pude aprovechar aquella novela para proponer una
hipótesis sobre los orígenes de aquel movimiento que tomó el nombre de
cristianismo.
* Páez, Juan (2017) La hija del inventor (Prólogo) San Salvador de Jujuy: Apóstrofe ediciones.
** Fragmento de la entrevista a Raúl Dorra.
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