Presentación del libro La hija del inventor de Juan Páez
(Apóstrofe Ediciones, San Salvador de Jujuy, 2017)
Andrea Bocco
(24 de mayo, Museo Evita – Palacio Ferreyra, Córdoba)
Agradezco la confianza de
Juampi por dejar en mis manos, en mi cordobesa voz, la presentación de este
libro, La hija del inventor que
recopila 14 conversaciones con escritoras y escritores argentinos.
Cuando tuve el ejemplar en mis
manos, me pregunté qué puede aportar un libro de entrevistas como este. Una
primera respuesta la podemos encontrar en la apertura y en primera persona;
allí Juan construye una metáfora a partir de una escena de una película: “la
literatura –nos dice- es como la hija del inventor, hija de escritoras y
escritores a cuyas espaldas se murmura”. Entonces, dejar hablar a las
escritoras y escritores para que el murmullo se haga voz y cuerpo, para que la
literatura exponga su progenie y para que el chisme se desnude en escena.
Cómo pensar la literatura sin
sus escrituras, pareciera decirnos este libro.
En este ir hilvanando las
experiencias de cada autor/autora surgen, desde mi perspectiva, muchos más
sentidos de La hija del inventor que
me gustaría compartir con ustedes.
Por una parte, entonces, tal
vez el más evidente por estar declarado por el propio entrevistador y porque se
hace explícito también en preguntas concretas que realiza, está el hecho de que
este libro comparte experiencias personales de lo que significa escribir
literatura, de lo que ese oficio implica para cada una de las personas en las
14 entrevistas. A modo de consejo, negándose a darlos, desde reminiscencias
absolutamente personales que vuelven la experiencia intransferible, desde un
relato autobiográfico que busca compartir con el otro, cada uno de los
reportajes ofrece claves distintas para quien quiera escribir. No puedo dejar
de pensar, en este punto, en mis alumnos-alumnas de Letras que se acercan a la
carrera con sus deseos, proyectos, esperanzas, expectativas de poder/querer ser
escritoras. Este libro sería un buen acompañante para ellos, aunque si me ponen
a elegir seleccionaría para ellos la entrevista a María Negroni por cómo cruza
distintas experiencias con su escritura y por el relato de su participación en la
dirección de la Maestría en escritura creativa de la UNTREF. Allí ella dice,
comparando los estudiantes yanquis que creen que se van a recibir de
escritores, con los argentinos: “Aquí, si alguien tiene esa idea,
inmediatamente se le aclara que uno no se va a recibir de escritor. Con suerte,
lo que buscamos es acompañarlos durante dos años en el proceso de crecimiento.
Después la vida. A chocarse con lo que la vida te va tirando en el camino, en
ese momento, hay que ver qué hacer y de ahí sale la escritura” Hermosa forma de
desacralizar y llenar de vitalidad. Por supuesto, entonces, que este libro es
un aliciente para cualquiera que esté en este camino del aprender, del
experimentar, del iniciarse, del avanzar en la construcción de una voz propia
en la literatura. La generosidad y sencillez de cada escritora y escritor que
está presente aquí, lo permite.
Pero hay otros elementos más
para valorar los aportes de esta compilación. Por una parte, invierte las
proporcionalidades de género. El cupo femenino no existe, por suerte, porque de
14 entrevistas, 10 son hechas a mujeres escritoras. ¿Qué significa eso? Nos
dice mucho y bueno del entrevistador: el arte ha estado y está dominado por los
hombres creadores (incluso en la crítica literaria y académica), y esto se
diluye acá. En el caso de la literatura, es interesante ver cómo siempre hubo
una “división del trabajo”: los hombres escriben, las mujeres leen. Incluso, la
misma literatura fue construida desde una perspectiva feminizada tradicional:
arte de ocio canónico que solo quienes no producen pueden consumir. Sin embargo
(y justamente por ello), los hombres son los
productores/autores/escritores/editores… Las mujeres han sido invisibilizadas
en nuestro campo (como en tantos otros o en todos los otros). La hija del inventor se corre de esta
tradición (incluso por el femenino que se elige en el título), la rompe para
exponer una y otra vez la importancia, la relevancia de nuestras escritoras. No
solo por la cantidad y calidad de quienes entrevista, sino porque es tema de
conversación sostenido con cada una: a quiénes leen; cómo ha sido compartir la
experiencia de escribir con otras mujeres; cómo fue el proceso de traducir a
otras mujeres; qué significa escribir siendo mujer; cómo ingresan las voces
femeninas y lo femenino en sus literaturas. Desde una perspectiva extrema,
diría yo, se podría pensar que esto es seguir sobre la heteronormatividad. Pero
a mí me parece que simplemente significa dar voz a quienes no la tienen o a
quienes se ha pretendido silenciar, ocultar, desmerecer, minimizar. Gorodischer
lo plantea a su modo cuando Juan le pregunta por el cambio de estar centrada en
personajes masculinos y de golpe hacer ingresar a las mujeres:
“Creía que
las vidas de los varones eran más interesantes que las de las mujeres, hasta
que siguiendo lo que veía a mi alrededor, empecé a leer libros sobre feminismo,
Simone de Beauvoir y Victoria Sau en primer lugar, y abrí los ojos: pero
caramba, si las vidas de las mujeres están llenas de acontecimientos,
problemas, actitudes que responden a lo que la sociedad les ofrece, que es
repugnante (no la sociedad sino lo que nos ofrece). En los personajes varones
el héroe y el villano tienen la misma estructura. En los personajes mujeres,
los matices son infinitos (leer por favor a Margaret Atwood acerca de los
personajes femeninos en la narrativa). Además tenía a mi alcance una familia de
mujeres fuertes, madre, abuelas (aquí un recuerdo maravillado a mi abuela Pilar,
una campesina analfabeta que vino de los montes de Aragón con su valijita y su
pañuelo negro en la cabeza y una voluntad de titanio que resistió a todo), tías
carnales, tías segundas, primas, todas minas invencibles con las que pocas
veces estaba yo de acuerdo pero que eran admirables en su manera de enfrentar
la vida. Y me puse a escribir sobre mujeres.”
Y desde una conciencia clara,
casi como una programática diría yo, María Teresa Andruetto se planta y
responde a la pregunta de Juan sobre el significado de su intervención en la
colección “Narradoras Argentinas”:
“Es el
trabajo y el placer de una lectora. Es también el intento y el deseo de
inscribirme en una genealogía de escritoras. Hay tanto detrás de cada una de
nosotras. Eugenio Montale dice Hacen
falta muchos hombres para hacer a un hombre. Una podría decir esto mismo de
la escritura y de las mujeres. Estamos hechas también de lo que hicieron las
que vivieron (y/o escribieron) antes. Veo una correspondencia, vasos
comunicantes, entre escribir Lengua Madre
y co dirigir esa colección, creo que hay algo que une esos dos gestos.”
Pero este incluir a las
mujeres nos permite también reflexionar sobre lo que llamamos “literatura
argentina”, constructo que se ha configurado como una totalidad homogénea
falogocéntrica. ¿Qué es la literatura argentina sin el corpus de lo producido
por mujeres? Algo incompleto, parcial, sesgado, chicato. En este punto, La hija del inventor deconstruye la idea
estatuida de literatura argentina y lo hace doblemente: en lo que ya he
referido, al incorporar en pie de igualdad a las mujeres y sus literaturas; y
en producir una pluralidad de voces que hace estallar la idea canonizada de
literatura nacional sobreimpuesta a una sola región: la portuaria, la
rioplatense, la de Buenos Aires. Con naturalidad, sin imposturas ni
regionalismos escencializadores, sin alardes de federalismo, este libro de
entrevistas mapea nuestra literatura y nos presenta escritoras y escritores
diversos que producen en distintos lugares de nuestro territorio para decirnos
que hay muchas literaturas en Argentina.
Para mí, que me dedico a la
historia de la literatura argentina este es un aporte central que necesita ser
exhibido y puesto en valor.
Por supuesto que cada
entrevista aporta cosas particulares valiosas, de las que podría mencionar
caprichosamente (seguro otros lectores harán otros resaltados): las reflexiones
sobre la lectura de Angélica Gorodischer; la ausencia de la poesía en el aula y
la necesidad de su ingreso que plantea Alberto Tasso (acá un excurso: la última
vez que vi a Liliana Bodoc en el Congreso de literatura argentina en Formosa
ella habló también de esto, mi recuerdo y homenaje a ella); el subsistema de la
literatura formoseña en diálogo con la literatura nacional en Orlando Van
Bredam; las lenguas sus contactos, hibridaciones e intraducibilidades en
Canela; las relaciones entre leer y escribir y las propias genealogías
femeninas en la Tere; el sentido de la palabra en Elena Bossi; sobre las
vinculaciones entre escrituras académicas y literarias en Dorra; la crítica
literaria sobre mujeres en Irene Chikiar Bauer, y podría seguir. Cada
entrevista, si bien transita sobre ejes transversales (los propios caminos como
escritora/escritor; las decisiones sobre el género que se aborda; palabras a
quien quiera iniciarse en la escritura) aporta cosas particulares,
diferenciales, y que abren un mundo.
Todo esto es posible porque
quien entrevista lo genera y anima. No hay pose, ni impostura, ni
sobreexposición por parte de Juan Páez. El escritor, la escritora entrevistada
es protagonista siempre. Me gustó ir leyendo y encontrarme con fragmentos de
las obras de cada autora y autor que Juan usa como disparador para la
conversación pero que también convida al lector. Eso incita a seguir leyendo, a
salir a buscar ese texto para leerlo completo, a conocer a ese autor, autora
tal vez no leída aun.
Las preguntas que Juan hace
son para tirar de la lengua, para que el murmullo aparezca.
Un acierto absoluto para mí es
que el libro cierre con la conversación con Silvia Barei. No sólo por la
calidad poética de su prosa (ella elige escribir una suerte de carta-ensayo en
lugar de limitarse a responder una a una las preguntas) y su agudeza reflexiva,
a la que ya nos tiene acostumbrados. Sino porque termina de hacer evidente lo
que venimos palpitando desde el principio: que el entrevistador se despoja, se
ubica como lector de cada una de las escritoras, de cada uno de los escritores,
que cede la palabra, la democratiza. Apuntala el protagonismo del otro, su
escritura, su obra, sus pareceres.
Nada de esto sería posible sin
la sensibilidad (también de escritor) y lucidez generosa de Juan que atraviesa
todo el compendio y que habilita que cada entrevista sea un encuentro vital,
productivo, de aprendizaje, de disfrute.
Fotografía: Alejandro Zamora |