Ese claroscuro que todo lo inunda.
Foto: Juan Páez |
Sobre el entrevistado:
Pablo Baca nació en San Salvador de
Jujuy en 1958. Es abogado y actualmente ejerce el cargo de diputado en la
Legislatura de Jujuy. En 1983 ganó el Premio Bienal a la Producción Intelectual
“Ricardo Jaime Freire” que otorga la Dirección de Cultura de la Provincia de
Tucumán, con un jurado integrado por Cristina Piña, Jorge Vocos Lescano y
Federico Peltzer. En 1987, obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Poesía
organizado por el Banco de Acción Social, con un jurado integrado por Néstor
Groppa, Mario Busignani y Jorge Albarracín. Publicó Cuentos de la mujer y el solitario (poesía), Habitante del tiempo (novela), No
esperar nada más de las estrellas (cuentos), He visto vivir (poesía), Al
lado de clara que duerme (novela), Un
relato ausente (poesía) y Escenas de
la noche y el amanecer (cuentos). Fue incluido en diferentes antologías,
por ejemplo, Microrrelatos en Jujuy. Ha
publicado textos literarios y ensayos sobre temas políticos, jurídicos y
culturales en diarios, revistas y libros.
Revista Cultural Intravenosa - Jujuy |
Juan Páez: ¿Cómo empezó tu carrera literaria? ¿Cómo se da el diálogo
entre el abogado y el escritor?
Pablo Baca: No creo que se pueda hablar de una “carrera
literaria”. Lo que tengo es la voluntad de empezar algunos textos, que, a
veces, da también lugar a una voluntad de terminarlos. Como si la imagen que
había entrevisto al empezar hubiera luego durado y encontrado una historia y
sus palabras. Y tengo también las lecturas de algunos amigos que me dan mucha
alegría porque confirman un diálogo comprometido con la belleza. Y digo belleza
a falta de algo mejor. Tal vez con una reminiscencia de Heidegger, como
irrupción de la verdad, pero tampoco precisamente así porque sé que no se trata
estrictamente de la verdad. Al menos no de la verdad como luz. Un diálogo, en
todo caso, comprometido con la oscuridad. Y uso oscuridad como ha sido escrito
en una tablilla de barro sumeria que se exhibe en el Museo Británico. Alguien,
en esa tablilla, se dirigía a una diosa: la Diosa de la Oscuridad. Me maravilló
el texto. Ahí se denominaba oscuridad –y no luz– a ese misterio en que consiste
la existencia y la muerte y todo lo que somos. ¿Y cómo empezó este diálogo
comprometido con la oscuridad, la escritura? En la adolescencia, por
lo que recuerdo, leyendo historias de ciencia ficción. La historia en
particular de alguien que avanza caminando por un lago en un planeta lejano y
ve el rostro de una mujer mirándolo desde abajo del agua. Leí eso, no lo
escribí. Pero después escribí la historia de un hombre que se iba vaciando, que
inexorablemente tenía que ver con eso que había leído antes. Y por último, no hay
ningún problema en el diálogo entre el abogado y el escritor o –ahora con más
propiedad– entre el diputado y el escritor. Y dialogan bastante. Hay alguien
que habita el mundo y participa de relaciones y reuniones, y otro que en ese
recorrido se mantiene mudo y se va cargando de oscuridad –para seguir con la
imagen– y que en algún momento, más
tarde o más temprano, quiere decir algo.
[Continúa]
Publicada en Revista Cultural
Intravenosa n° 14. Jujuy-
Entrevista completa disponible en http://issuu.com/revistaintravenosa/docs/intravenosa_14_web